Diario de Sevilla

“¿Quién me metería a mí con Joyce?”

● El ‘Ulises’ fue una vocación tardía en Francisco García Tortosa, primer catedrátic­o de Filología Inglesa en la Universida­d de Sevilla

- Francisco Correal

“¿Quién me metería a mí con Joyce?”, se preguntaba Francisco García Tortosa en su texto A la sombra del irlandés, del libro James Joyce. Cien años y un día. Ulises y el Bloomsday (Fundación José Manuel Lara, edición de Antonio Rivero Taravillo). En esas páginas comenta que ese libro fue en cierta forma una vocación tardía que le llegó en 1977, a punto de cumplir los cuarenta años. La edad a la que empieza la nostalgia, según las cuentas de Jaime Gil de Biedma. Antes de esa adicción se había licenciado en Filología en la Universida­d de Salamanca, hizo su tesis sobre el alemán Hugo von Hoffmannst­hal; le dio tiempo de pasar cuatro años en Inglaterra, dos en Londres y otros dos en Leeds, a casarse y tener en tierra inglesa al primero de sus tres hijos; de regresar a España a la misma Universida­d de la que Unamuno fuera rector para trabajar en el departamen­to que dirigía el académico Fernando Lázaro Carreter; de convertirs­e en la Universida­d de Santiago de Compostela en el primer catedrátic­o de Filología Inglesa en tierras gallegas.

Llegó a Sevilla el día de san Valentín de 1976 de la ciudad del Apóstol. Los muebles llegados de Santiago los metió en un piso de la calle Carlos Cañal donde nunca llegó a dormir; prefirió alojarse en el hotel Montecarme­lo. Ya en Sevilla, siendo catedrátic­o de Filología Inglesa, director del departamen­to y a punto de ser nombrado decano, no había leído una sola línea del Ulises.

Esta edición de Rivero Taravillo salió para conmemorar el centenario del día en el que transcurre la acción del Ulises, 16 de junio de 1904. Cada uno lo celebra a su manera. Yo lo hice leyendo el Ulises por segunda vez para acabarlo el 8 de junio de 2004, es decir, ocho días antes del día D (de Dublín), con la doble intención de celebrar el centenario de esta novela que arranca con el orondo Buck Mulligan en la Torre Martello y el siglo de la Cruzcampo, marca cervecera de aquel mismo año de 1904. Y lo hice con un recuento de las referencia­s cerveceras del libro. Me salían un centenar que repartí en una doble página publicada en Diario de Sevilla con un bellísimo diseño de Fali Avilés con una pinta rubia en un lado y una pinta negra en el otro. Dos columnas de lúpulo de este templo de las letras fotografia­das en Flaherty, la taberna irlandesa de la calle Alemanes donde tantos bloomsday celebramos.

El cierre de Flaherty y la muerte de García Tortosa, como el pobre Paddy Dignam al que entierran en el quinto capítulo del Ulises, son como una doble sentencia de muerte para la celebració­n del bloomsday a 25 días de un nuevo aniversari­o, el primero en ausencia de su mentor. Recuerdo el lugar donde nació nuestra amistad. Fue en la librería El Desván de Luis Andújar en la calle Don Pedro Niño. Acudió a la presentaci­ón de mi libro Plumillas y Foteros, donde cuento que el capítulo séptimo de Ulises y de Luces de bohemia, de Valle-Inclán, transcurre­n en la redacción de un periódico.

Cuando le di la vuelta a la plaza de España, lo senté en el banco de Murcia, con una de las Cantigas de Alfonso X el Sabio impresa en cerámica. Pequeño de los cuatro hijos de una familia de la huerta murciana. Le hizo un tributo a su pueblo, La Ñora, que tiene el nombre de esa delicia familiar de los pimientos, convirtién­dolo en aféresis de Señora en Finnegans Wake, el libro más difícil de Joyce y que durante cuatro años desmenuzab­a con otros joyceanos en reuniones en La Taberna del Alabardero.

No es casual que habiendo sido el primer catedrátic­o de Filología Inglesa en Galicia y en Sevilla fueran Coruña y Sevilla las dos ciudades donde más caló este fervor por un libro que en una fotografía icónica aparecía leyéndolo Marilyn Monroe. Por su mediación, conocí y entrevisté a seguidores de esta legión: discípulos como Benigno del Río, Luisa García, Ricardo Navarrete o María Losada Friend. Era muy amigo de Antonio Maíllo, que ha vuelto a la dirección de Izquierda Unida. Cuando García Tortosa era decano, Maíllo era delegado

Posteriorm­ente, sería abanderado del ‘bloomsday’ cada 16 de junio

de los alumnos. Cada aniversari­o de la fecha yo buscaba un perfil distinto: irlandeses en la toponimia de la ciudad: O’Donnell, O’Kean’, O’Neill, O’Connell, entrenador irlandés del Betis que ganó la Liga en 1935. Compartió con María Luisa Venegas la traducción del Ulises en la edición de Cátedra.

Pese a agasajar a Stepehn Joyce, nieto del escritor irlandés, al que alojó en un lujoso hotel de la Judería y llevó a comer al Caballo Rojo, mítico restaurant­e de Córdoba, las desavenenc­ias del nieto le llevaron a un pleito que obligó a retirar el libro del mercado, pleito que después solventó. En 1977 no había leído una línea del Ulises. Después le dedicaría tres décadas de su vida. “Si yo hubiera sabido que la fama es un virus contagioso que vapulea, magulla y debilita, jamás me habría acercado a Joyce”.

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D. S.

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