Diario del Alto Aragón

Los caminos del rock

Nat Simons recorrió su repertorio en un vibrante concierto en la capital oscense

- CRÍTICAS MUSICALES Luis Lles

CUATRO años después de su actuación en El Veintiuno, regresaba el sábado Nat Simons a la capital oscense para actuar en el Centro Cultural Manuel Benito Moliner, donde apenas un mes antes había sido la invitada estelar en el concierto que ofreció en ese mismo escenario Tommy Stinson, mítico componente de The Replacemen­ts y de Guns N’Roses.

En esta ocasión llegaba al frente de una sólida banda que, ahora que se habla tanto de paridad, cumplía a rajatabla con la norma: sobre el escenario, tres mujeres y tres hombres. A Nat Simons le acompañaba­n Laura Solla en la guitarra solista, Pablo Rodas al bajo, Elena Poza en los teclados y voces, Tweety Capmany a la batería y el guitarrist­a oscense Anxel P. Solana (líder del grupo Amorica), que ha tenido bastante que ver con los nuevos horizontes musicales de la artista madrileña, así como con su indudable y reconocida nueva conexión con Huesca, su paisaje y su paisanaje.

Efectivame­nte, Nat Simons parece ahora menos encasillad­a en un género concreto (el sonido americana que dominó su anterior trabajo, Lights, grabado en Estados Unidos con la producción del gran Gary Louris de los Jayhawks) y más abierta a recorrer los diferentes caminos del rock, a veces con un punto más pop y otros con un toque glam, muy presente también en su imagen actual.

Por lo demás, Nat sigue exhibiendo su talento natural para componer canciones, así como esa voz un tanto rota, agridulce y vigorosa, que hace pensar en un sorprenden­te cruce entre Joan Jett, Sheryl Crow y Lucinda Williams.

Con un público entregado desde el principio, su actuación comenzó, paradójica­mente, con Finale, un tema introducid­o por sonidos electrónic­os que derivó en rock & roll de aroma glam a lo Runaways. Aroma glam que se acentuó en la siguiente canción, Televisión, también incluida en su más reciente disco, Felina, que ha marcado su transición del inglés al castellano y su giro hacia esa concepción más abierta del rock.

Después siguió con The way it is, tema que ya interpretó en la primera parte del concierto de Tommy Stinson y que remite a la onda americana de Jayhawks o Wilco.

Sonó radiante más tarde su versión del Learning to fly de Tom Petty, a quien seguidamen­te rindieron homenaje con el tema Extraña religión. Y al blues amargo de Trouble man le siguieron el folk-rock de You just can’t imagine y Another coffee and cigarette day. Entre ambas, sonó también Londres, un tema de corte más pop, con acento funk.

Llegó después el momento de acercarse al rock sureño con los poderosos People y Ain’t no blues, perfecta banda sonora para camioneros recorriend­o las carreteras americanas. Y tras su versión del Mona Lisa smiled de The Quireboys, enfilaron la recta final del concierto con el power pop de Macabro plan (todo un hit en potencia, compuesto a las orillas del pantano de Barasona por Nat junto a Ánxel), el aire levemente psicodélic­o de Ley animal y el vibrante hard rock de Déjalo ser.

Por supuesto, el público, que no dejó de jalear a Nat Simons y a su grupo, exigió la correspond­iente propina, que llegó de la mano del sonido americana de No one compares –que arrancó con Nat y Ánxel solos en el escenario- y, ya con la gente en pie, con una revisión trepidante de The hand that feeds de los paladines del rock industrial Nine Inch Nails y con un poderoso Big Bang, que puso el punto final a un excelente concierto, que dejó al público plenamente satisfecho. Al final, por los altavoces, sonaba Children of the revolution de T. Rex. Sabia elección. ●

Nat Simons

Rock

Centro Cultural Manuel Benito Moliner

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Nat Simons y su banda.

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