Aullidos desde la caverna
El grupo andaluz Guadalupe Plata regresó a El Veintiuno por su duodécimo aniversario
HACE YA casi cuatro años de la última actuación de Guadalupe Plata en Huesca. Desde entonces, pocas cosas han cambiado en este grupo de Úbeda, salvo que de trío ha pasado a dúo. Ya no está con ellos Paco Luis Martos, un experto en artesonados mudéjares que intervino en la película El sueño de Sigena auspiciada por el astrónomo altoaragonés Juan Naya, y que en el trío se encargaba de tocar el curioso contrabalde, mitad barreño mitad contrabajo. Ahora Guadalupe Plata se ha visto reducido a un dúo formado por el carismático guitarrista y cantante Pedro de Luis Barceló y el batería Carlos Jimena, apuntándose a esa corriente cada vez más caudalosa de power dúos compuestos por guitarra y batería, a la manera de The White Stripes, The Black Keys, Royal Blood, Death From Above 1979, Japandroids, o más cerca, aquí en Aragón, los Bengala de la primera etapa o las Lady Banana.
En el mundo del arte y de la música existen los artistas poliédricos e inquietos como Bowie, los Beatles o Picasso, que hicieron de su trayectoria vital una apuesta por la evolución constante. Y están los que parecen condenados a hacer siempre lo mismo, a escribir siempre la misma canción. Los Ramones pertenecían a esta segunda corriente, pero lo supieron hacer muy bien. También Guadalupe Plata se podría decir que están afiliados a ella pero en su caso se aprecia que su fórmula corre el riesgo de agotarse por la vía de la repetición continuada. Porque, ¿a qué se parece un concierto de Guadalupe Plata? ¡A otro concierto de Guadalupe Plata!
Afortunadamente, su música continúa generando inquietud y emociones extrañas, y sigue despertando una rara fascinación entre el público. Es una música en la que confluyen el blues pantanoso a lo Screaming Jay Hawkins, el psychobilly de los Cramps, el ritmo incesante de Bo Diddley y el aullido de las cavernas. Todo ello regado con unos textos minimalistas y parcos, de tintes lóbregos y surreales, que retratan emociones muy primarias, que reivindican esa “mala follá” de la que hablan los andaluces y que suelen tener como protagonistas a los animales: ratas, serpientes, milanas, gatos, culebras, perros…
Con toda esa siniestra iconografía, no sorprende que su aparición sobre el escenario estuviera precedida por luces rojas, truenos y niebla, como de película de terror. Sin hacer ninguna referencia a su más reciente disco grabado junto a Mike Edison (de Raunch Hands y The Pleasure Fuckers), Guadalupe Plata se concentró en el material de sus cinco álbumes anteriores, todos ellos titulados simplemente Guadalupe Plata.
Tras un instrumental inicial, se fueron sucediendo temas como Cementerio (un blues arrastrado, lento y pesado), el hard blues de Como una serpiente, el electrizante y hendrixiano No te vayas o ese gran hit del bluesabilly (o psychoblues, como se prefiera) que es Rata.
Siguieron después con Demasiado, el veloz Hoy como perro, el blues pantanoso con acento western de Serpientes negras, el blues arrastrado de Tengo el diablo en el cuerpo, el magnético Calle 24 (con una letra que hace pensar en una Gloria Fuertes de la oscuridad) o el trepidante hard boogie a lo ZZ Top de Milana.
Subió después al escenario una tercera persona para hacer percusión con una botella de anís (después continuaría con pandereta y maracas en un buen tramo de la segunda parte de la actuación), acompañando uno de los temas más personales de Guadalupe Plata, que se sale bastante de su estricto canon: Lo mataron, a caballo entre el romance, el fandango y los aires fronterizos.
Volvieron a su infalible fórmula bluesabilly con Huele a rata, y se salieron de su camino habitual para ofrecer una original y sorprendente versión de la jota La cigüeña que popularizó el folklorista castellano Agapito Marazuela.
Tras retomar su línea habitual con Duermo con serpientes y Esclavo, y después de un instrumental de inspiración flamenca, llegó ese magnífico Baby me vuelves loco que evoca a os geniales Suicide, el dúo que fue capaz de llevar el rockabilly al hiperespacio.
Y zanjaron su actuación con otro hit psychobilly, Lorena, y con el lacerante Tormenta, que puso el inquietante punto final sin opción siquiera a bis a este concierto de blues cavernoso. ●
Guadalupe Plata
Blues El Veintiuno