Diario del Alto Aragón

Todo por el groove

Yeray Ruiz y el colectivo Oscapheta calientan la fría noche oscense en La Catalítica

- Luis Lles

AUNQUE ha tardado en llegar, finalmente el frío se ha instalad en la capital oscense. Pero para olvidarse de las temperatur­as gélidas que asolan también al resto del país, la noche del día de Reyes el colectivo de hip hop más activo de la ciudad, Oscapheta, organizó en La Catalítica una fiesta en la que el groove fue el auténtico protagonis­ta. Y si el lema de la Guardia Civil es “Todo por la patria”, Oscapheta opta por otro lema: “Todo por el groove”. Sí, porque el groove, ese algo inmaterial y difícil de definir que tiene la música negra y que es lo más parecido a lo que en el flamenco se denomina duende, fue el motor de una velada en la que el MC oscense Yeray Ruiz ejerció de hilo conductor o maestro de ceremonias.

La noche dio comienzo con Cris Buenacrema, sin duda la voz femenina más representa­tiva del hip hop oscense, a la que hace ya bastante tiempo que no se veía sobre un escenario. En una sala llena a rebosar y en medio de una atmósfera cálida y llena de buenas vibracione­s, Cris ofreció tres temas (el último con la intervenci­ón estelar de Ale Musicman en el bajo), en los que, con la ayuda de Yeray en los beats, mostró una vez más su dúctil y personal voz, combinando hip hop y R&B con inflexione­s jazzística­s desbordant­es de feeling. Después, Tritón Jiménez se marcó un Tiny Desk a lo C. Tangana. O habría que decir más bien una mezcla de Tiny Desk y Boiler Room, ya que el escenario se trasladó justo al medio de la sala, con todo el público alrededor de los músicos: Tritón (voz y guitarra), acompañado de Yeray y Cris en las voces, más otro guitarra y un trombón. Juntos, en un ambiente muy familiar, interpreta­ron tres temas del repertorio de Tritón Jiménez: Alicia en el parking de las maravillas (o cuando Lewis Carroll se va de after al parking de la Coliseum), Tarifa plana y La noria de la vida. Y así, entre guiños al jazz y a la bossa nova y con pespuntes de rap, se fue caldeando la atmósfera.

El acto central lo protagoniz­ó la actuación de Yeray Ruiz, un MC con una magnífica capacidad de improvisac­ión, maestro de jams y dueño de un flow natural, realmente brillante en su elaboració­n de unas letras inteligent­es (de la escuela Tote King) y que además es experto en retorcer las bases sonoras y en el manejo de la mesa de mezclas. Contó con la ayuda de Fernando Hatake, que se encargó de pintar un cuadro mientras Yeray esparcía sus rimas, primero con temas antiguos como Otro jazz (en la onda del jazz-rap de Gangstarr, Guru o A Tribe Called Quest) o Antes del partido, y después, tras un interludio electrónic­o y más experiment­al en clave de abstract beatz (en línea con el sonido del tema “…” de su nuevo disco), inició la presentaci­ón de su EP La verdad asere… ya no respiro con el primero de sus temas, La verdad”, muy groovy, introducid­o por uno de los diálogos de la película de los Coen El gran Lebowski. El público no dudó en sumarse a esta celebració­n de un hip hop atmosféric­o, relajado, maduro y socialment­e consciente, que huye de los tópicos ombliguist­as e infantiloi­des del género.

Pero la fiesta continuó. Y lo hizo con el groove por bandera con el set de live bass de Ale Musicman, con una tanda de micro abierto y con sendas sesiones a cargo de B-Boy Stance (el alter ego más boombástic­o de Kikemán) y de ese dúo dinámico de los beats que es Ritmo Sánchez. El colectivo Oscapheta ha vuelto para demostrar que la escena del hip hop oscense sigue viva y no rebla. Y que, como dirían los Beastie Boys, están dispuestos a luchar para reclamar su derecho a la fiesta. ●

Yeray Ruiz

Rapero La Catalítica

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Yera Ruiz en su actuación en La Catalítica.

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