Diario del Alto Aragón

“Vivir en un pueblo de la tierra es una idea muy romántica, hay que diversific­ar”

María Gasol y Alejandro Espuña han creado la marca de trufa negra ‘Blacko’ y un proyecto de vida en torno a la agricultur­a en Nachá, un núcleo de 20 habitantes aquejado por la sequía, al que abastecen de agua con cisternas

- TEXTOS: Elena Puértolas. FOTOS: Blacko.

NACHÁ es un pueblo que la sequía ha puesto en el mapa con el salto a los informativ­os nacionales porque los bomberos ya les tienen que suministra­r con cisternas el agua de boca, ya que su acuífero no da más de sí. Pero puede ser la excusa para fijarse en este pequeño núcleo de apenas 20 habitantes que se eleva majestuoso con una iglesia del siglo XII sobre un altozano de la Alta Litera, desde donde se divisa una inmensa llanura. Allí, crece bajo las encinas y algún roble una trufa singular, de gran calidad aromática y maduración, y con ellas, el proyecto de vida de una pareja de jóvenes que en tierras de secano quiere cultivar su futuro laboral.

Alejandro Espuña, de 32 años, formado en la Escuela Agraria de Alfarrás, ha apostado por quedarse en su pueblo y continuar con la agricultur­a que le llega por tradición familiar. Su pareja María Gasol, de 28 años, se ha sumado al proyecto, al que aplica sus conocimien­tos como ingeniera agrónoma. “El padre de Alejandro ya era muy innovador en agricultur­a”, apunta Gasol, y plantó carrascas truferas hace 16 años. Fue el germen de la marca de trufa negra, Blacko, que ahora comerciali­zan ellos en restaurant­es, supermerca­dos, tiendas, y entre particular­es. “La podemos distinguir con una marca porque nos dimos cuenta de su calidad, de que maduraban antes y de forma más uniforme, por lo que eran muy apreciadas”, indica. Además de cultivarla, tienen los permisos para prepararla y llegar al consumidor final.

Tanto es así, que ofrecen también experienci­as a los visitantes en torno a la trufa para participar en una jornada de recogida, así como un pack para disde una comida con este ingredient­e que elaboran ellos mismos y que comparten varios asistentes. Su sueño sería completar con turismo rural.

Además de esa hectárea y media inicial, en los últimos diez años han ido aumentando la superficie y ahora cuentan con 9,5. Sin embargo, la sequía amenaza la explotació­n, especialme­nte esa primera hectárea que es la que ahora tendría que estar en plena producción.

Como el abastecimi­ento de agua del pueblo, el riego de su plantación depende de un acuífero. Sin embargo, “no sólo es la falta de lluvias sino también el cambio climático lo que afecta a la agricultur­a. Árboles que ahora tendrían que dar más trufa, están dando menos por el calor. Es un producto que va al revés que la fruta. Empieza a formarse en primavera, después crece y, si hace mucho calor, se puede perder. A principios de otoño ya no va a crecer más y, después, si ha madurado, coge aroma. Lo que nos hemos encontrado el pasado año, y este pinta mal, es que las trufas de primavera no llegan al invierno y se pierden por falta de humedad y exceso de calor”, detalla María Gasol. Según explica, en lugar de sacar un 80 % de producto en perfectas condicione­s y un 20 % que no podía venderse al restaurant­e o al particular, el año pasado fue al revés. “Y este... a ver qué pasa”, indica.

En búsqueda de agua bajo el suelo

“Es una miseria lo que da ahora el acuífero del agua de boca de Nachá, pero no es el único que ha dejado de suministra­r agua. Nosotros regamos así y el peligro es que llegue un momento en el que no se recuperen en invierno”, indica.

Por su parte, “Nachá siempre ha tenido problemas con el agua, pero cada vez falta más. Ahora vamos a perforar en el subsuelo para ver si encontramo­s una vía de agua”, comenta Antonio Solano, alcalde de Baélls, el núcleo más grande del municipio al que pertenece también Zurita, una población que llegó a deshabitar­se y donde ahora residen una decena de vecinos. Baélls se suministra de un manantial, que se controla las 24 horas, y de su depósito toman el agua los bomberos para los vecinos de Nachá, que ya tienen claro, según apunta María Gasol, que no van a poder plantar huerto. “A ver si tenemos suerte y encontramo­s agua, porque va a ser un problema tremendo”, augura al alcalde.

En concreto, “los truficulto­res y recolector­es de toda la vida comentan que nunca habían visto una temporada tan mala como el último invierno. Con estas temperatur­as, necesitan más agua para mantener la humefrutar

dad”, apunta María Gasol. “En truficultu­ra ya se está hablando de el riego por goteo, que antes era impensable, ya que se hace por microasper­sores. La falta de agua obliga a buscar nuevas formas”, indica Gasol.

Con ellos, vive el hermano de Alejandro, que trabaja en la Fundación Crisálida de Camporréll­s, y que son dos de los pocos jóvenes que se han criado en Nachá, desde donde se trasladaba­n al colegio de Tamarite de Litera. Ahora, hace años que no hay niños. Alejandro y María tienen claro que su proyecto de vida será en Nachá, y todo lo demás ya lo acomodarán.

“Nuestra idea es que queremos vivir en Nachá y todo lo que queramos hacer en la vida en un futuro, será en Nachá”, asegura María, natural de Ibars de Noguera, una localidad leridana a escasos 20 kilómetros de su casa. “Hoy en día no hay nada fijo. La agricultur­a está en un momento crucial, porque aunque haya tierra para trabajar, no quiere decir que lo vayamos a conseguir”, indica. Y por ello, compagina la actividad agrícola en el pueblo con su trabajo como ingeniera en Lérida. “Somos consciente­s de que en el momento que estamos con el cambio climático, los insumos en la agricultur­a... Son trabas que hacen cuestionar­te si vas a poder dar continuida­d a la agricultur­a. Todo lo demás lo vamos a tener que adaptar, como yo hago. En invierno me dedico a la trufa, pero igualmente trabajo en Lérida”, resalta, mientras Alejandro mantiene los cultivos de cereal.

“Quedarse en un pueblo y vivir de la tierra es una filosofía muy romántica, y más en los tiempos que estamos, hay que diversific­ar”, afirma. “La agricultur­a es un sector muy difícil. No venía de familia pallesa y te das cuenta de la dificultad. Como jóvenes, tenemos ganas de trabajar, de aprovechar el tiempo y de que tenga un rendimient­o, pero con los abonos, el gasoil...” indica. Sin duda, su actividad la diversific­an porque también tienen que trabajar en la comerciali­zación y, para ello, aprovechan las redes sociales. “No me considerab­a comercial pero, cuando emprendes, tienes que hacer de todo, porque puedes hacer una trufa de mucha calidad pero si no llegas al consumidor... ”, señala.

María no echa nada en falta en Nachá, del que destaca que es un pueblo tranquilo con gente humilde y situado a solo 2 kilómetros de la N-230, por lo que disfruta de buenas conexiones con cualquier lugar.

“Vente a Baélls, donde no pasa nada y pasa todo”. Este es el sugerente eslogan con el que el municipio se promociona en su página web y con el que Nachá, sin duda, cumple. Un entorno con elementos patrimonia­les destacados, como el castillo-palacio del siglo XII con una torre de 22 metros de altura en Baélls, o la iglesia de Nachá, de donde procede un sarcófago del siglo XV, uno de los bienes recuperado­s del litigio que Aragón recuperó. Además del patrimonio y las vistas, se puede disfrutar del aroma y sabor de la trufa con experienci­as únicas. ●

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La experienci­a que ofrecen de una comida con trufa.
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Actividad de búsqueda de trufa.
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Alejandro Espuña y María Gasol y, de fondo, su plantación de carrascas truferas en Nachá.
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El núcleo de Nachá, con una iglesia del siglo XII, y desde el que disfrutar de unas espectacul­ares vistas de la llanura.

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