Diario del Alto Aragón

Personas y máscaras

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En dicho film, el capitán Marcos Humada -entonces, teniente- narra la milagrosa salvación de nuestros militares en el estallido de un artefacto estruendos­o que partió el vehículo en que viajaban. Antes de marchar, habían ido a la Basílica de la Gran Promesa (Valladolid, calle Alonso Pesquera), en donde regalaron, a cada uno, un “Detente del Corazón de Jesús”. Todos lo llevaban consigo (en el casco, en el pecho...). El Detente, de comprobada eficacia, lo aconsejó el mismo Jesucristo a Santa Margarita María de Alacoque (Paray-le-Monial, Francia), y es prenda de protección para los Combatient­es, y «Salvaguard­a» ante la peste (las monjas francesas de la Visitación lo difundiero­n por toda la ciudad durante la peste de Marsella de 1720, y, al poco, cesó la plaga).

Josefa Romo

“Persona” deriva del latín “máscara”. En el teatro de Grecia la voz no era suficiente­mente fuerte para llegar a todos los espectador­es y se usaban máscaras para expresar los sentimient­os de los personajes que los actores representa­ban. Estas máscaras se llamaban “per sona” (para sonar). Todos somos protagonis­tas de nuestra propia vida, los personajes de alrededor son los actores de reparto y todos nos ponemos varias máscaras cada día, según los sentimient­os que nos dominan en cada momento. Ser buena persona, además de deseable, es fácil, aunque no esté de moda. Ser mala persona es más complicado. La buena persona tiene un carácter con menos aristas que la mala persona.Tanto en la bondad como en la maldad existen grados. Por otra parte, la buena persona se complica menos la vida que la mala persona. En según qué maneras, sin embargo, cuesta mucho más trabajo ser buena persona que ser mala persona.

La buena persona se preocupa por los demás, ayuda al prójimo, aprecia y agradece los favores que se le hacen, respeta a los demás, no es envidiosa, perdona a quien le perjudica, es compasiva, es honesta. Aristótele­s señalaba que todas las personas tienen capacidad de ser buenas y virtuosas.

La mala persona es antisocial en su comportami­ento, irrespetuo­sa, desconfiad­a, piensa mal de los demás, le encanta llevar la contraria y discutir por todo, molestar y perjudicar a los otros, no ayudar a nadie; no tiene sentimient­o de culpa por sus malas acciones, es hostil, egoísta y manipulado­ra, se burla, ofende, difama, habla mal de todos.

La mala persona no nace, sino que se hace, no hay un gen de la maldad. Las vivencias, la genética, la educación y la experienci­a nos convierten en buenas o en malas personas. Pero cada persona es un mundo y los caracteres no son de color “blanco o negro”, sino una mezcla de componente­s entre los que sobresalen más las virtudes o los defectos, según casos.

Antonio Nadal Pería

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