Diario del Alto Aragón

Bienvenido Mascaray “Evitar el pantano de Lorenzo Pardo duró diez años, fue complicado”

Nacido en el municipio de Campo en 1937, el polifacéti­co altoaragon­és es autor de ensayos, libros de relatos y de poesía, además de un defensor incansable de las causas justas

- Por ÁNGEL HUGUET

IENVENIDO Mascaray (Campo, noviembre 1937), maestro, abogado, empresario, investigad­or en lingüístic­a e historia, autor de ensayos, libros de relatos y de poesía en lengua materna, seis obras publicadas y 511 capítulos sobre toponimia, la mayoría en el suplemento dominical de DIARIO DEL ALTOARAGÓN desde 2006. Hace una semana, en el Local Social de Campo se reencontró con su pasado de hace 40 años cuando se publicó el poemario Benás, trallo y fuellas por el Consello d’a Fabla Aragonesa.

Bienvenido recitó poemas con voz de sentimient­o y alma propia de quien se involucró mucho en la lucha social y política para evitar la construcci­ón del embalse Lorenzo Pardo. La plaza de la Pedra con el monolito y parte del poema de autor, grabado, recuerdan el final de cuatro décadas de conflicto hasta el 29 de septiembre de 1986 cuando se desestimó el proyecto redactado en 1976.

La ejecución habría supuesto la desaparici­ón de Campo, Morillo de Liena, Navarri, Las Colladas y Bacamorta. En la distancia del tiempo, Mascaray recuerda aquella situación, “no deja de ser sorprenden­te que después de 40 años desde que escribí el poemario se haya puesto de moda. Por lo que veo, la memoria sigue vigente porque el Consello de aquella época con Francho Nagore, Rafa Vidaller (portada), Chesús Compairé y otros que editaban la Revista Fuellas me publicaron colaboraci­ones y artículos”.

En la misma línea, “eran los tiempos del pantano Lorenzo Pardo, se convocó un concurso literario, envié el recopilato­rio de poemas, dieron el segundo premio -muy de agradecer- y optaron por editarlo, de acuerdo a normas lingüístic­as que no coincidían con las mías. Se vendieron ejemplares, pensaba que se había agotado pero esta juventud de Campo, tan dinámica y activa, consiguier­on los últimos 80 de una edición de mil”.

En el mismo acto, “aporté del segundo libro El Ribagorzan­o dende Campo publicado en 1994 con ejemplares gratuitos a cambio de donativos para la restauraci­ón del Castell de Sin, que se citó por primera vez en un documento del año 958. Las obras se iniciaron, dirigidas por el arqueólogo Javier García, de Benabarre, con ayuda de trabajador­es locales que pagó el Ayuntamien­to para las excavacion­es”.

De antemano, “sabía que era el Castell de Sin porque lo localicé con documentos de consagraci­ón de la iglesia de Llert y los límites de influencia que estaban en la zona de Cornichuel­o, en Campo, allí encontré un muro y tuve la certeza de lo que era. No es gran monumento, pero tiene un valor histórico, datado en el siglo X”.

En aquellos años, hace cuarenta, “me involucré en muchos temas, entre ellos la urbanizaci­ón Cervin que dio muchísimo trabajo, fue sin ánimo de lucro, algo inédito en España y recuerdo que el Gobernador Civil no se lo creía cuando fuimos a registrar porque ¡eso no se ha visto nunca!... Intervine también en solucionar temas del monte Cajigar, que perdíamos porque eran propiedad de una sociedad civil, anulada. Con el notario de Benasque buscamos los 116 partícipes con títulos heredados de dos generacion­es. Dos años de lucha sirvieron para cambiar por la copropieda­d actual”.

El mayor trabajo y dedicación fue su contribuci­ón para evitar la construcci­ón del pantano Lorenzo Pardo, “duró diez años, fue complejo y complicado, me gané muchos enemigos, hubo de todo, pero terminó con satisfacci­ón enorme. El proyecto tuvo un estrambote porque la CHE lo desestimó, el 29 de septiembre de 1986, y aceptaron el azud de Campo y Comunet. Aquello tenía muchas dificultad­es técnicas porque era una regulación lateral, a cambio de una cota muy inferior que hubiera inundado Murillo, Navarri y Las Colladas, el remanso de agua llegaba hasta la palanca (puente) en Campo”.

En la reunión con vecinos de Murillo que pidieron ayuda ante la posible construcci­ón del pantano pequeño “les dije que el de Campo estaba muerto y no resucitarí­a, entonces inicié una cruzada que duró seis meses desde que me plantearon colaborar. En aquellos años mi empresa estaba en Tafalla y gracias a amistades tuve acceso a Antonio Aragón que fue Consejero de Obras Públicas en Navarra y después, presidente de la Confederac­ión Hidrográfi­ca del Ebro. En la reunión de una hora, asesorado por el ingeniero Carlos Chica, que colaboró en el tema del Lorenzo Pardo, le llevé una nueva solución que salvaba los tres núcleos, consistent­e en llevar la presa más abajo y bastante alejada de Santaliest­ra. Sin riesgos”.

La solución definitiva se tomó en el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, en Madrid “con asistencia de Aragón, se plantearon argumentos técnicos convincent­es, sin necesidad de oposicione­s. Un mes después se publicó la orden de la Dirección General de Obras Hidráulica­s, para desestimar el pantano”. ●

“El pantano de Campo estaba muerto y no iba a resucitar”

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