Antonio Chaparro “La familia Blasco se dio cuenta de que cuidaba con mimo al cliente”
Nacido en Badalona, pero oscense de adopción, vino a Huesca a hacer la mili, y poco antes de licenciarse conoció a la que hoy es su mujer y por amor decidió quedarse en la ciudad
CRECIÓ junto al mar pero con 18 años vino a Huesca para hacer el servicio militar y se sintió muy cómodo en la ciudad. Cuando iba a regresar a su Badalona natal, se enamoró, se quedó a las faldas de la sierra de Guara y se ha convertido en un oscense que disfruta de la capital, sus gentes y su vida tranquila.
Antonio Chaparro (1973) retiene en su memoria muchas imágenes de “una infancia muy divertida”. Él era el séptimo de 11 hermanos y no recuerda un momento de “aburrimiento”.
Toni, como le conoce todo el mundo, siempre estaba gastando bromas a sus hermanos, y cuenta que solía esconderse “detrás de las cortinas tras ver una película de terror para asustarles”. También había peleas que se solucionaban al ver asomar la zapatilla de su madre.
De ella dice con cariño que era “una sargento” que enseñó a todos sus hijos “la importancia del orden en casa, recoger la habitación, poner la mesa, ir siempre impolutos al colegio...” y sobre su padre comenta que “trabajaba en Alemania y volvía a casa a pasar unos días cada dos o tres meses”.
Estudió en Badalona “en el colegio Bori Fontesta” y cuando terminó EGB “quería continuar estudiando un ciclo formativo de delineante” pero le fue imposible, ya que su padre enfermó y decidió “buscar trabajo para ayudar en casa”.
Lamenta “no haber podido ir a la universidad” ya que le gustaba estudiar, pero era una época en la que “no había becas ni ayudas como ahora”.
Tras incorporarse al mundo laboral tuvo varios empleos, aprendió mucho de la gente mayor con la que compartía tareas, ellos le conocían como “el niño” y siempre destacaban que estaba “dispuesto a hacer de todo”.
Comenzó en el gimnasio del Club Joventut Badalona y así pudo conocer a históricos del baloncesto como “Tamayo, Villacampa... y otros famosos”. Lo compaginó trabajando como extra de camarero en un hotel, época en la llegó a servir “al rey Juan Carlos, a Lola Flores y a mucha gente conocida”.
También había ratos libres para el disfrute que pasaba “en la playa o en el gimnasio”.
Gracias a su tío entró “en las cocinas del Casino de Badalona y al ver que era espabilado” muy pronto pasó “de ser pinche a servir el office y más tarde a ser camarero de sala”.
Era el año 1996 cuando con 18 años le llamaron para entrar a filas y su destino fue Huesca, una ciudad en la que desde el primer momento se sintió “muy bien acogido”.
En el cuartel, relata, enseguida vieron su habilidad para estar en la cocina y esa fue su ocupación. E indica que le gustaban mucho “las maniobras en la montaña”. Cuando estaba a punto de terminar el servicio militar conoció a la que hoy su mujer, y por esa razón decidió “vivir en Huesca”.
Junto a Sara Giménez, la oscense que actualmente ocupa el puesto de directora general de la
Fundación del Secretariado Gitano, ha formado una bonita familia con dos hijos: “el mayor, de 21 años, que está estudiando fuera, y la pequeña que está a las puertas de la Evau”. Y explica que siempre ha llevado muy bien “ser el marido de una mujer muy viajera” y que en estos años ambos han apoyado “las carreras profesionales del otro”.
Tras licenciarse estuvo trabajando en el bingo como camarero, luego se cambió al sector de la alimentación, en Eroski (actual Carrefour) ejerció de jefe de sección donde hizo diversos cursos que le aproximaron “a la gestión, el manejo de maquinaria, la atención al cliente, etc”. Después trabajó en Distribuciones Blasco en el almacén y finalmente como responsable de una tienda en ‘La Correría’ de la que actualmente es propietario.
Agrega que “la familia Blasco se dio cuenta de que cuidaba con mimo al cliente y manejaba bien la tienda” así que llegaron a un acuerdo y se la traspasaron. “Era una de mis aspiraciones profesionales”, apostilla.
Estando en su negocio le ha tocado vivir “tiempos duros, sobre todo la pandemia”, si bien al ser una tienda de alimentación no cerró nunca e intentó “facilitar a los clientes más mayores que tuvieran sus productos llevándoselos a casa”.
Una de sus grandes satisfacciones es que gracias a sus productos “las familias y amigos se reúnan y disfruten de un buen rato”.
Haciendo gala del sentido del orden y la organización que aprendió de su madre, al entrar a “Delicatessen La Correría” se aprecian los productos perfectamente ordenados en las estanterías y mostradores, y se muestra muy orgulloso de contar con “una hoja de cálculo con todas las referencias que recoge todo tipo de detalles”.
Presume de buenos amigos, muchos de ellos empezaron como clientes, a los que siempre recibe con una sonrisa. Y comenta que disfruta con “los pequeños momentos” como el café con sus compañeros de ‘La Correría’. Una de sus pasiones es el fútbol, y se reconoce gran seguidor del Huesca, que ahora le hace “sufrir”. ●