ÁNGEL ANTONIO HERRERA
PENÉLOPE CRUZ
Penélope es una noticia con la melena suelta, que es como decir que resulta muchas noticias en una: matrimonio, anuncios, hijos, estrenos, Oscar, y “pósteres” de la española que más mola. Encima, cumple 43, el 28 de abril.
Uno defendería siempre a Penélope porque con Penélope se suelen meter a veces las cronistas modistillas de plató, que no suelen pasar del trapo. Que siempre entran al trapo de los trapos, que es un vicio en el que Penélope se suele hacer un lío. Aunque ella no necesita defensa alguna, porque siempre está ahí su trabajo, de vitola internacional, y su cuota de participación de lujo en los Oscar, y su marido de apoteosis, y todo el envoltorio de una estrella de cine de ahora y de siempre.
No es fácil, sino más bien improbable, la salida del barrio madrileño, como hizo ella, con sólo un hatillo de ilusión, y acabar posando pronto, con naturalidad, junto a Bob Dylan, o acabar metida en la cama con Charlize Theron, aunque sea por exigencias de guión, y aún mejor si es así. Penélope se ha besado en la boca con Scarlett Johansson y, naturalmente, con Javier Bardem, porque Penélope acabó llevándose a casa al chico de la peli. No faltan quienes dicen que en el extranjero no cuaja por lo alto, pero no para de trabajar, y si fuera mala actriz aún mejor, porque su mérito me parecería doble. Vengo a decir que Penélope ha puesto a triunfar su personalidad, antes que sus oficios o sus talentos, una personalidad que es un cruce vivo de madrugón y encanto, de hechizo y esfuerzo.
Recogió su Oscar a la sombra de Sophia Loren. Las jóvenes de su gremio, y de otros, quieren ser como ella, aunque no lo digan. La chica de Alcobendas agradece insignias de oro en francés, le sube el erotismo a Woody Allen y da a Almodóvar el Oscar con un grito de barrio.