Diez Minutos

Reyes Monforte

“Me enamoré de Pepe Sancho como una imbécil”

- Por Rosa Villacastí­n Fotos: Beatriz Velasco

Es difícil, por no decir imposible, no emocionars­e al leer “La memoria de la lavanda”, la última novela -mitad ficción, mitad realidad-, de Reyes Monforte, en la que ha volcado sus sentimient­os más íntimos. Un duelo nunca superado, porque aún hoy, cinco años después de la muerte de Pepe Sancho, su marido, el actor sigue estando muy presente en su vida.

-Reyes, decía Séneca que hay que echar mano de la fortaleza para resistir el asedio de la vida.

-De la fortaleza, de los recuerdos, de la memoria, porque cuando recibes un golpe tan fuerte como es la muerte de un ser querido, crees que los recuerdos sólo te van a servir para herirte, pero descubres con el tiempo que son los que te abrigan, te acompañan, los que te ayudan a seguir adelante. -La vida es eso, el paraíso y el infierno. -Yo puedo hablarte de dos personas, mi padre y mi marido, que son las dos gran- des pérdidas de mi vida, pero es cierto que todo el mundo ha tenido a alguien que se les ha ido, y todos han aprendido a gestionar el dolor. El día a día, que es lo más difícil, porque hay mañanas que cuando te levantas ves que esto no mejora.

-¿No hay nada a lo que se pueda aferrar para aliviar ese dolor?

-Dice Lena, la protagonis­ta de mi novela, que detesta no cuando le dan el pésame sino esas frases tan repetidas como: “Eres joven y tienes que rehacer tu vida”. Ella piensa, qué más da que seas joven o mayor. Cuando pierdes al amor de tu vida no puedes rehacerla porque estás rota. -¿Tú lo has intentado? -De eso va la novela. Cada uno lo consigue como puede. Unos, dejándose acompañar en ese viaje no sólo por los recuerdos, también por los amigos, incluso por una cierta soledad para poner en orden lo que hay en tu cabeza y en tu corazón. Pero también por la gente que no te quiere.

-¿Porque no le aportan nada bueno?

-Hay una frase con la que yo me identifico: se generan los afectos pero también los odios. Para valorar lo bueno hay que haber conocido lo malo, tú no sabes lo que es el paraíso si no conoces el infierno.

-Tú has vivido a ambos lados.

-He estado muy bien rodeada porque nosotros compartíam­os, desde antes de ser pareja, el 90% de los amigos, y son los que han estado a mi lado en esta trayectori­a, pese a que soy una persona a quien le gusta estar sola, sobre todo hasta que me encuentre bien.

-Dime, ¿cómo estás cinco años después de la muerte de Pepe?

-Me encuentro tranquila, bien, y sobre todo con la fortaleza suficiente para ponerme a escribir “La memoria de la lavanda”, una novela que no es autobiográ­fica, pero sí muy emocional. Yo, desgraciad­amente, para llenar esa biografía no he tenido que documentar­me, porque hay emociones que sólo sienten los que han perdido a un ser querido.

-Será difícil evitar que piensen que hay ficción pero también mucha experienci­a personal en este libro.

-Claro, pero ni Lena soy yo ni Jonás es Pepe. Una persona que ha leído el libro y que había perdido a su hijo me decía: “Describes las emociones como yo las he sentido”. Una de las preguntas que se hace Lena es: ¿volveré a reír? ¿Esa risa que yo tenía volverá a aparecer? Yo nunca creí que volvería a reír, a disfrutar de los amigos mientras nos tomábamos un vino o paseaba por los lugares que paseaba antes.

-¿Lo has conseguido?

-Sí porque son el mapa de los recuerdos, de la memoria...

-Sabes que la memoria es muy selectiva.

-Tengo que reconocer que he sido muy afortunada. Tengo una amiga que perdió a su marido cuando yo a Pepe y sentía que para mí el tiempo se había parado, no remontaba, en cambio ella seguía adelante, y en un determinad­o momento le pregunté: “¿qué estoy haciendo mal para seguir como el primer día, habiendo pasado ya un año de la muerte de Pepe?” Y ella me respondió: “no estás haciendo nada mal, hiciste algo mal”. Yo le volví a preguntar a qué se refería: “a que Pepe y tú os enamoraste­is locamente, él de ti y tú de él, y eso se paga”.

-¿Qué ha cambiado para que te animaras a escribir?

-Nada, que han pasado cinco años, un mes y veinte días. Yo, como escritora, he intentado acercarme a los libros de Joan Didion, que escribió “El año del pensamient­o mágico” tras la muerte de su marido y “Noches azules”, tras la muerte de su hija. Una mujer muy valiente porque los escribió en primera persona, tal y como lo vivió.

-Utilizas la ficción, por qué, para qué.

-He intentado escribir varias veces y tú lo sabes, pero me ponía en el ordenador y no me salían las palabras, era incapaz porque no estaba preparada para vaciarme, hasta que un día hablando con David, tu editor y ahora el mío, me dijo que lo escribiera cuando me sintiera bien.

-¿Qué ha sido lo más difícil de recordar?

-Esperar estos cinco años y encontrar un escenario donde situar la historia. Hasta que no estuve en los campos de lavanda de Guadalajar­a, en Brihuega, no sabía dónde situar la novela, pero al verlos me recordó el Mediterrán­eo y tuve claro que era el lugar.

“Pepe era un ser divertido, culto, inteligent­e, con el que te reías mucho” -¿Crees que a Pepe le gustaría este libro?

-Seguro que sí, aunque es un libro que nunca me hubiera gustado escribir, ni a él que lo escribiera. Pepe era fan mío, nunca le dejaba leer mis libros hasta que no estaban impresos. El primero siempre era para él.

-¿El amor y la admiración van unidos?

-Sí, al menos el que yo he vivido sí, porque si tú no admiras a una persona, no la puedes Amar, con mayúscula.

-¿Cómo era en la intimidad?

-Un ser divertido, culto, inteligent­e, con el que te reías mucho. Nada que ver con quienes le conocían sólo de sus aparicione­s en programas del corazón. Él presumía de tener muy buena relación con la prensa “seria”, prueba de ello es que su libro se lo presentó Raúl del Pozo, el padrino de nuestra boda fue Luis del Olmo, él tenía grandes amigos en los medios, y eso es algo que la gente de la calle entiende bien. Prueba de ello es que cuando salíamos le pedían fotos, le besaban y él les respondía igual.

-Sin embargo, hay otra imagen menos amable.

-A él le gustaba jugar a eso, a enfadarse con los fotógrafos, o los paparazzis. Tú le conociste bien, y qué decir de Agustín Trialasos, que también se fue. Era un hombre con mucha personalid­ad.

-¿Qué te enamoró de él?

-En una ocasión le preguntaro­n a la escritora Ángeles Mastretta cómo se había enamorado, y ella contestó: “yo me enamoro como se enamora toda persona inteligent­e, como una imbécil. Así me enamoré yo de Pepe, como una imbécil”.

-¿Dónde surgió el flechazo?

-En el teatro de Mérida, en agosto de 2003. Pepe estaba haciendo “Medea”, yo estaba con unas amigas en Portugal y fuimos a verle. No sé si fue el escenario, la noche, la voz de Pepe, pero el flechazo fue mutuo. En mi agenda anoté que había conocido al amor de mi vida.

-En tu caminar por la vida te han acompañado amigos imborrable­s.

-Tanto para mí como para Pepe eran nuestra familia. Prueba de ello es que cuando muere Agustín Trialasos, se fueron con él muchos de mis recuerdos, de momentos inolvidabl­es porque Agustín, cada cumpleaños, nos llamaba y nos cantaba una canción. Perderle a él o a familiares de Pepe, te va hundiendo más. “Hay que disfrutar porque en un segundo lo puedes perder todo”

-¿Esas experienci­as te han ayudado a ver la vida de otra manera?

-Siempre la he visto así, quizá porque a los 15 años perdí a mi padre, que era mi referencia en todo, mis raíces y, desde entonces, pienso que hay que disfrutar porque en un segundo lo puedes perder todo.

-¿Deberían prepararno­s para asumir la pérdida de seres queridos?

-Yo creo que si nos preparasen tampoco lo asumiríamo­s. Prueba de ello es que cuando te dicen que una persona está muy enferma, no escuchas porque quieres disfrutar del tiempo que te queda de estar con ella. La naturaleza trata de defenderse del dolor.

-En todos tus libros el amor está muy presente.

-Porque el amor lo es todo, para bien o para mal, porque el amor también te lleva a enamorarte de personas que te arruinan la vida o te la enriquecen. Yo en el amor he tenido una suerte que no sé si me merezco.

-¿La gente necesita creer en el amor a través de los libros?

-Todos hemos vivido una historia de amor, incluso gente como Hitler o Stalin. -Vende más el desamor, ¿por qué? -No lo sé, porque nunca lo he vivido. -¿Has amado mucho? -Muchísimo! -Pese a dar una imagen distante. -¿Lo dices en serio?

-Has protegido mucho tu vida privada.

-Porque soy periodista. Yo me siento más cómoda contando las historias de los demás, pero cuando de repente quieren contar la mía, me niego. Nos pasa a todos, estamos a favor de la libertad de expresión, hasta que la libertad de expresión la utilizan otros para contar algo que nos atañe. Es humano. Yo siempre he tenido cuidado por pudor y, cuando estaba con Pepe, porque al molestarle a él, me molestaba a mí.

-Lo llevabais muy mal.

-Porque yo no me he movido nunca en determinad­os círculos sociales y, debido a eso, el respeto ha sido mutuo. En el caso de Pepe las cosas eran distintas.

-¿No echas de menos la tele o la radio?

-No, no, tengo que agradecer que después de tanto tiempo alejada de los medios me llamen para proponerme alguna cosa. El periodismo está muy tenso y no me apetece entrar en debates de ese tipo.

-¿En algún momento pensaste que te convertirí­as en novelista?

-No, en otra cosa que coincido con Lena, la protagonis­ta del libro, es cuando dice que las mejores cosas que te ocurren en la vida son las que aparecen sin previo aviso. Así aparece el amor, así apareció la radio, que me lo ha dado todo.

-¿Quién esperas que lea “La memoria de la lavanda”?

-Todos, hombres, mujeres, jóvenes, pero sobre todo a quienes les guste leer una buena historia porque nos puede pasar a cualquiera. No hace falta perder a un ser querido para sentir empatía por quienes los han perdido. Esta es una historia de amor, de odio, de traiciones familiares... -¿Te molesta que lo califiquen de literatura feminista?

-No, porque sería una discrimina­ción positiva. Raúl del Pozo me dijo en una ocasión que mis libros parecían escritos por hombres. Me lo tomé como un piropo. Yo creo que hay literatura buena o mala, no de mujeres y de hombres.

-Lo que sí está claro es que hay una vuelta al feminismo activo.

-Yo la defino como la tercera ola del feminismo. Apoyo toda reivindica­ción que se haga con educación y argumentos. En cambio, no sé si sirve de algo ponerse desnuda delante de un obispo, no lo sé. El feminismo es una cosa muy seria para perderse en espectácul­os que desde fuera puedan ser criticados.

-¿Laboralmen­te te has sentido ninguneada por algún jefe?

-En eso he tenido mucha suerte. He trabajado con Luis del Olmo, un maestro. o con Jesús Hermida, y todos me han tratado con mucho respeto siempre.

-¿Qué te da miedo ahora que no te daba antes?

-No me da miedo nada, cuando recibes un golpe así en la vida, todo te da lo mismo. Sólo a seguir perdiendo a gente que quiero, eso sí me da miedo. ENTREVISTA REALIZADA EN EL RESTAURANT­E IL TAVOLO VERDE. CALLE VILLALAR, 6. MADRID. WWW.ILTAVOLOVE­RDE.COM

 ??  ?? Reyes, en un bonito rincón del espacio gastronómi­co y de antigüedad­es Il Tavolo Verde.
Reyes, en un bonito rincón del espacio gastronómi­co y de antigüedad­es Il Tavolo Verde.
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Rosa y Reyes, durante la entrevista en Il Tavolo Verde, Madrid.
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