Diez Minutos

Niña Pastori “Los aplausos no me han vuelto loca como a otra gente”

- Por Rosa Villacastí­n

Dicen, y debe de ser cierto, que la suerte tiene que cogerte trabajando. En el caso de Niña Pastori, en los escenarios, en los estudios de grabación, dando siempre lo mejor de sí misma. Fue así como conoció con tan sólo 12 años a Camarón de la Isla, un mito del flamenco. El encuentro tuvo lugar en el Teatro Andalucía de Cádiz. Camarón se quedó tan impresiona­ndo al oírla cantar, que le pidió que actuara con él. Un encuentro que marcó su carrera y no sería el único, ya que a los 17 la descubrió otro artista internacio­nal, Alejandro Sanz. Con unas dotes especiales para llegar al corazón del público, Niña Pastori vuelve con un nuevo disco, “Bajo tus alas”.

-¿A quién lleva Niña Pastori bajo sus alas?

-A mucha gente, Rosa, pero para mí la suerte es estar bajo las alas de un público que siempre me ha sido fiel, que lleva más de veinte años siguiéndom­e, en una época difícil en la que sale tanta gente nueva y en la que todo va demasiado deprisa, lo que hace más difícil mantenerse.

-Empezó a cantar a los cuatro años y ahora tiene 40.

-¿Sabes que a veces tengo la sensación de que no he hecho nada? Debe de ser porque soy muy exigente, muy ambiciosa en el mejor sentido del término, y quiero que todo me salga perfecto, como a mí me gusta. Sólo cuando repaso mi carrera me doy cuenta de todo lo que he hecho y de todo lo que he conseguido. -¿Ha vivido demasiado deprisa? -A veces sí, porque trabajo mogollón, aunque no me puedo quejar, ya que incluso durante la crisis que tanto ha afectado al sector, a mí no me ha ido mal. Si lo pienso, doy gracias a la crisis, porque hemos aprendido muchas cosas, porque tengo una niña muy chiquitita y al trabajar menos podía estar más tiempo con ella.

Le doy las gracias porque me ha permitido estar con mis niñas, verlas crecer, ya que en esta profesión te pierdes muchas cosas.

-¿Es por lo que se han ido a vivir al Puerto de Santa María?

-Me fui porque allí tengo a toda la familia, a mis padres, que pueden echarles a mis hijas, una mirada cuando nosotros no estamos, aunque tengo una muchacha que me ayuda, pero ahí está siempre su abuela, mi madre, y a mí me encanta que esté con ellas.

-¡Qué sería de este país sin las abuelas!

-Mi madre es una súper porque les cuenta historias, les distrae, es maravillos­a. Y las niñas con su yaya están encantadas.

-¿Les está metiendo el gusanillo del cante como hizo con usted?

-Bueno, tú sabes, ellas lo viven porque su padre y yo somos artistas, pero no, llevan una vida muy centrada en el colegio, en jugar con sus amigas, pero inevitable­mente somos quienes somos y no lo podemos cambiar.

-¿La educación ahora es muy diferente a la que usted recibió?

-Mucho, ahora a mi madre le hacen perrerías, hacen lo que quieren con ella y ella, encantada. Son unas niñas muy buenas y ella les consiente mucho.

-¿Cómo recuerda su infancia con su madre por los teatros?

-Era más estricta conmigo que lo es con mis niñas. A mí me corregía con mi cante, pero siempre ha sido muy cariñosa. Yo recuerdo que siempre nos estaba besando a mis cuatro hermanos y a mí. Nos besaba los pies, las manos, son cosas que no se olvidan nunca.

-¿Tiene la sensación de haberse perdido parte de su adolescenc­ia por ser artista?

-Algo me he perdido, seguro, pero he ganado muchas otras cosas. Yo a los 20 tenía claro lo que quería: cuidar mi voz, intentar llevar una vida sana para estar bien. He sido muy responsabl­e en todo porque al empezar de tan chica el éxito no me ha llegado de la noche a la mañana, y eso me ha permitido ir creciendo poco a poco. A mí, los aplausos no me han vuelto loca, los he agradecido pero no he perdido la cabeza como le ha ocurrido a otra gente.

-¿Cómo compaginab­a los juegos con las actuacione­s?

-Cuando tocaba ir al cole o a jugar con mis amigas, lo hacía, y cuando tenía que actuar, también. En eso no ha cambiado tanto mi vida. Ahora me ocurre igual, si tengo que cantar voy donde sea, y luego vuelvo a mi casa para estar con mis hijas, con mi gente, para hacer una vida normal como la que he hecho siempre. Antes, las artistas lo eran las 24 horas del día, ahora no.

-Ha sabido llevar sin alharacas su vida personal.

-Porque yo no tengo problema de hablar de mis niñas, de mi marido, no tengo nada que ocultar. Quizá son cosas que no interesen a nadie pero si tú me preguntas, ¿por qué no te voy a contestar?

-Conoció a Camarón de la Isla.

-Por haber nacido en su propia tierra, en San Fernando, y haber estado a su lado en numerosas ocasiones.

-¿Cómo era?

-Aparte de sacarme a cantar con él cuando yo apenas tenía 12 años, le he visto muchas veces en la feria, en la plaza de toros, donde todos querían estar a su lado, tocarle, hacerse una foto con él. Era una persona muy querida, y aunque yo era muy pequeña cuando le conocí, he tratado a su familia y a mucha gente de su entorno, y todos coinciden en que era muy amigo de sus amigos. A Camarón le gustaba ayudar a los que empezaban.

-¿Y en el plano artístico?

-En el flamenco, Camarón era un genio. Hay cantaores muy buenos pero ninguno como él. Lola Flores también era única, o Rocío Jurado, todos tenían algo especial.

-Ha sido jurado en La Voz, ¿le sorprende la cantidad de artistas que hay en este país?.

-Yo sufría muchísimo en ese concurso porque quiénes somos nosotros para decir “tú no, tú sí”. Es complicado, todos cantan bien, pero al final tienes que elegir no sólo al que mejor lo hace, también al que tiene un estilo propio. Hay tantos, y tan buenos...

-¿Antes era más fácil triunfar que ahora?

-Era otra época, otro momento. Recuerdo una frase que decía: para triunfar el 50% tiene que ser talento, el 49 % estar en el sitio apropiado, y el 1% es el que más importa porque es gracias al cual puedes llegar o quedarte en el camino.

-Qué complicado.

-Cuando hacía poco que había muerto Camarón, ya habían salido los Ketama, Antonio Flores, el flamenco fusión y, de repente, aparecí yo, una niña con un aire fresco, que no llevaba bata de cola, sino un pantalón vaquero y una camiseta, fue mi momento.

-Los puristas son muy críticos en su manera de entender el flamenco.

-Cuando yo empecé era muy niña y no tenía nada claro por dónde ir, ni cuáles eran mis metas. Yo todo lo hacía con mucho amor y respeto, que era para mí lo más importante.

“Cuando tocaba ir al cole o jugar con mis amigas, lo hacía, y cuando tenía que actuar también”

-¿En qué momento toma conciencia de que ha triunfado?

-Con el “Cañaílla” empezaron a mirarme de diferente manera, aunque yo nunca me he confiado porque pienso que la vida puede darte un giro que lo cambie todo. Y eso es algo que puedes aplicar a lo personal.

-¿Lo dice por experienci­a?.

-Hace dos años una prima murió a los 37. Nunca había estado enferma, pero un día se levantó y sufrió lo que llaman muerte súbita. Fue un dolor muy grande, que te descoloca y hace que te replantees las cosas.

-¿Qué le mueve a levantarse por la mañana?

-Tengo la suerte de que me encanta mi profesión. A mí, cantar me da algo que no me da nadie. Después, tengo mis dos niñas que me quitan el ‘sentío’ porque son dos bombones, y un marido maravillos­o, unos padres, hermanos, sobrinos y familia, que lo son todo para mí. Y un público que me quiere y me sigue desde hace años. No puedo pedir nada más.

-¿Qué le aporta Chaboli, su marido?

-Estamos muy compenetra­dos en lo personal y en lo profesiona­l y eso hace que cuando le llamo porque estoy de gira, me anime a seguir adelante, algo que no les ocurre a otras amigas que también son artistas. Nos entendemos muy bien.

-¿Le da estabilida­d?

-Es la única manera de que una relación funcione y funcione bien. Yo no podría soportar un hombre celoso que quiera controlar todo lo que haces.

-En lo artístico, ¿quién aconseja a quién?

-Como él es productor, la comunicaci­ón entre ambos, con los músicos, con la compañía, es total. Chaboli es muy bueno, no sólo como artista, también como consejero.

-¿No hay celos profesiona­les?

- Nunca, porque nos a dmiramos mutuamente.

-En su nuevo disco colaboran grandes artistas.

-Manuel Carrasco, que hace una versión maravillos­a de “La habitación”, Vanesa Martín, que tiene una sensibilid­ad súper bonita, Pablo Alborán, que tiene grandes cualidades y los Guaco, un grupo venezolano que son dioses en su país.

-La moda son los directos, ¿por qué?

-Porque las discográfi­cas han cambiado mucho, y el público también. Ahora además de tener los CD, a la gente le gusta verte en directo, y eso es algo muy bonito porque el contacto con el público es muy gratifican­te para nosotros.

-En Starlite la gente se volvía loca con usted.

-A mí lo que más me gusta es el direc- to, porque tienes otros recursos para llevarte al público al huerto. El calor del público te obliga a entregarte, a veces son ellos los que te van marcando las pautas. En cambio, en las grabacione­s no, porque transmitir emociones a través del disco es más difíci.

-¿Qué ocurrió en el programa de Bertín para que se echara a llorar?

-Le canté una canción de Cádiz, mi tierra y la suya, que le emocionó mucho porque se le vinieron a la mente recuerdos de Sandra, su mujer, de sus orígenes, también se emocionó mucho Alejandra, su hija, que trabaja con él. Fue un momento maravillos­o. Esa es la magia de la música, que consigue remover los sentimient­os.

-¿De dónde le viene la amistad con Carmona?

-A Antonio le conozco desde hace muchos años, mi marido iba de percusioni­sta con él cuando eran Ketama, luego Chaboli se vino conmigo, pero la amistad sigue ahí. A Mariola, su mujer, la quiero un montón y somos como una gran familia porque hemos vivido muchos momentos maravillos­os. Y como artista, lo admiro profundame­nte porque tiene mucho gusto cantando.

-Como madre, como mujer, ¿qué le preocupa?

-Muchas cosas, me gustaría que existieran políticos que mirasen por todos nosotros, que nos cuidasen más a los ciudadanos, pero sobre todo que amen nuestro país. Es muy importante ponerse en el lugar del que sufre, del que lo pasa mal...

-¿Qué sería para usted la Marca España?

-El flamenco, porque es algo que sólo tenemos nosotros. Y eso es algo que deberían saber quienes ostentan el poder.

-¿Le preocupa el manejo que hacen los niños de las redes sociales?

-Me preocupa pero también creo que hay que ir con los tiempos que nos toca vivir, lo que no impide que haya que controlar a los menores, a la infancia en general. Es una de las cosas que más me agobia; por esa razón, mis hijas van a un colegio en el que hay un ambiente muy sano.

-¿Educación privada o pública?

-La mejor es la de los padres, porque lo que ven en casa es fundamenta­l.

-¿Qué valores les transmite?

-Amor, respeto, ser honradas, esforzarse y luchar por lo que queremos. Nosotros somos una familia que nos apoyamos en todo, que estamos ahí para lo que necesiten, independie­ntemente de que cada uno tenga su vida. Mi madre siempre nos ha inculcado la igualdad.

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Rosa y Niña Pastori, durante la entrevista en el hotel Vincci Capitol, de Madrid
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