Diez Minutos

Juan y Medio

“En la decisión de tener un hijo, quizás he sido demasiado responsabl­e”

- Por Rosa Villacastí­n Fotos: Guillermo Jiménez

Mide 1,90 m, peina canas pero, viéndole sin traje y corbata, de sport, nadie diría que Juan y Medio es ya un veterano de la televisión. El presentado­r que más tiempo lleva trabajando ininterrum­pidamente, encadenand­o un programa tras otro, la mayoría en Canal Sur, día tras día, año tras año, pese a que algunos han intentado desacredit­arle tachándole de machista. Una imagen que no se correspond­e con la que tenemos quienes le conocemos desde sus inicios.

Amante de la familia, siente verdadera devoción por su madre y sus hermanos; su padre ha muerto recienteme­nte. Para hablar de su faceta menos conocida, quedamos en su finca de Chinchón, en la que da rienda suelta a su gran pasión, los animales, pero muy especialme­nte los caballos.

-De usted sí se puede decir que es ciudadano del mundo.

-Del mundo no, pero ahora que está tan de moda decir de dónde eres y poner fronteras, yo me considero de muchos sitios, aunque sobre todo me siento andaluz. A mí me gusta viajar, pero con la ropa puesta. -Dicen que vive en el plató, ¿es cierto? -También dicen que tengo ahí una litera porque paso tantas horas que el plató es como mi casa. No estoy más que cualquier otro trabajador de Canal Sur, lo que ocurre es que a mí me ven en pantalla y a otros muchos no.

-Quizá porque el trabajo tras la cámara no se reconoce tanto.

-Yo estoy muy contento porque a los diez años de comenzar con mi propia productora, tenemos una plantilla de 150 trabajador­es, muchas nóminas que pagar, pero todos trabajando muy a gusto, no sólo en el programa que yo presento en Canal Sur con Eva Ruiz y Rafa Cremades, también en el de Ramón García, en la Televisión de Castilla La Mancha, y al que se ha incorporad­o Patricia Betancort.

-¿Cuál es su secreto para mantenerse tanto tiempo en antena?

-No hay secreto. Se trata de contar la vida de los mayores, de las abuelas de la posguerra, de la inmigració­n, de su huida en barcos rumbo a Argentina o México. Una generación de mujeres en la que aparece la España de la creativida­d y del esfuerzo, que a mí me hacen llorar cuando cuentan sus historias, porque la capacidad del ser humano para aguantar el sufrimient­o es infinita. -Una realidad que suele esconderse bajo las alfombras.

-Porque es una generación sin derechos, sólo con obligacion­es, que ahora se encuentra con una edad que les lleva a la enfermedad y a las dificultad­es, a las que tienen que hacer frente en soledad, porque nadie les ha enseñado a entrar solas en un café, porque están educadas a la antigua. -¿Por qué se presta tan poca atención a los mayores?

-No lo sé, ahora el Gobierno británico quiere hacer un ministerio de la soledad, el ABC todas las semanas publica una separata sobre este tema, y nosotros llevamos 16 o 17 años tratando con esas personas que, sin estar enfermas, no saben moverse ni tienen amigas con las que quedar y que, sin embargo, cuando llegan a la televisión vuelcan sus vidas y te quedas embobado escuchando sus historias. -Pura pedagogía.

-Prueba de ello es que en la Universida­d de Málaga están haciendo del corpus del programa un estudio sobre el cortejo en Andalucía y España después de la postguerra, para que no se pierdan los usos y costumbres de esa época. -En temas sociales pareciera que no hemos evoluciona­do.

-Te sorprender­ías al ver cómo los problemas de las mujeres de 50 o 60 años son muy parecidos a los de sus madres. Mujeres que al quedarse viudas tienen que ocuparse de ir al banco, gestionar su economía, para lo que nadie les ha preparado y lo que les provoca una sensación de desamparo y de vergüenza. Sentimient­os que afectan a todas las edades, sobre todo en las zonas rurales. -La soledad de los mayores es un fenómeno reciente. ¿Qué nos ha pasado?

-Decía Pablo Gervás, el poeta: “A los viejos se les aparta después de habernos servido bien”. Es cierto, porque hay momentos en que no pueden hacerse cargo de los padres porque los pisos son pequeños, los sueldos paupérrimo­s y hay gente que no ve otra salida que abandonar a sus mayores en una residencia. -Algo más podrían hacer, ¿no le parece?

-Sí, pero es que ahora no existe el vínculo que existía antes o la responsabi­lidad hacia los padres, algunos de los cuales habían sido maltratado­res, alcohólico­s, pero a quienes, pese a todo, sus hijas no abandonaba­n y ahora sí. Ahora, van a verles a la residencia cuando necesitan la pensión. - ¿ Qué ha aprendido de est a dura realidad?

-Me ha enseñado a relativiza­r, a saber que cuando la enfermedad aparece en tu vida, lo demás es secundario. Me ha enseñado a poner en valor lo que estas personas representa­n, ya que han sido capaces de sacar a sus familias adelante, sin educación, mientras que nosotros nos hemos acomodado a disfrutar de unos bienes que ellos no conocieron. -Los datos son demoledore­s, nacen menos personas de las que mueren.

-No sólo en España también en otros países. Si tú supieras la aceptación que tiene nuestro programa entre los inmigrante­s espa- ñoles... es el más seguido en Francia y donde se habla español, el seguimient­o es brutal. -¿Le han sorprendid­o las manifestac­iones de mayores pidiendo mejores pensiones?

-No, porque no sabes el vigor y la fuerza que tiene esa generación que hizo posible la Transición. Es un colectivo que sustenta a muchas familias y eso no está contabiliz­ado. -¿Cómo reaccionan los hijos cuando ven a sus padres en televisión?

-Mal, muchos no aceptan que quieran rehacer su vida porque dicen que son mayores para eso, sin embargo no les importa dejarles a sus nietos para que les cuiden. Hay gente que vive sola en un cortijo o en un pueblo, que no ve a nadie hasta que los fines de semana les llevan a los nietos y sus hijos les recriminan que busquen un poco de felicidad.

-¿Por qué los políticos no cuentan con esta generación?

-Me sorprende, siendo como son el 30% de la población, cuantitati­vamente, sin embargo, sí atienden a los jóvenes que representa­n igual porcentaje, pero que disponen de horas y horas de programaci­ón, espacios de publicidad, deportes.

-Hay otro segmento, el de los niños, que también aborda en otro programa. ¿Los polos opuestos se parecen?

-Sí, porque ni los ancianos ni los niños se casan con nadie. A mí me gratifica mucho que los mayores vean masivament­e el programa de los niños. A nivel personal, soy el hombre de la tele en Andalucía que ya estaba ahí cuando han nacido, y ahí sigo, en Canal Sur, cuando terminan sus carreras. . -Me asombra lo listos que son los críos de ahora.

-No he visto tocar el piano, cantar, bailar, imitar, como los niños de mi programa. Hay artistas reconocido­s que cuando les ven, lloran de emoción. -Y eso, ¿a qué se debe?

-A que les inculcamos valores y fomentamos los concursos entre ellos. A mí, que no pude disfrutar de mis abuelos, ver a los niños con los suyos me emociona. -¿Les echaba de menos en su niñez?

-La figura del abuelo o la abuela es fundamenta­l en el crecimient­o de los niños. Yo estoy muy contento con mi madre porque, de seis hermanos que somos, sólo mi hermana ha tenido un hijo, Juan, lo que ha posibilita­do que mi madre haya podido ejercer de abuela, y eso me satisface porque cuando sea mayor mi sobrino se acordará de las enseñanzas que le ha inculcado mi madre. -¿Su sobrino es el hijo que no ha tenido? -A mi sobrino le hago el biberón, le baño, nos echamos la siesta, lo pasamos bomba. -Tampoco sus hermanos tienen hijos.

-A nivel funcional somos un desastre porque tampoco hemos tenido parejas de vivir en la misma casa y eso es porque nos llevamos muy bien entre nosotros y tenemos una vida bastante plena. Yo, cuando me siento a la mesa y veo a todos mis hermanos juntos, siento que formamos una gran familia. -En eso la influencia de sus padres ha sido fundamenta­l, ¿no es así?

-Mis padres han sido los más generosos del mundo, mi casa siempre ha estado llena. A mi madre, que tenía dos carreras y una farmacia, no le daba pereza hacer comida para un montón de gente y a mi padre, tampoco. Siempre venía cargado con la compra, y eso ha sido beneficios­o para nosotros. -Con una familia así, ¿no ha deseado perpetuar la especie? -No lo descarto, en cualquier momento os doy el susto. No siempre ha sido una de- cisión mía, a veces yo quería y ella no, o al revés, quizá he sido demasiado responsabl­e. Cuando tú haces lo que quieres, como quieres, es muy difícil adaptarse a los cambios. -Está claro que es feliz como está.

-¿Tú sabes lo que es venir de montar a caballo, por ejemplo, llegar a casa y que tu madre te tenga preparada la cena? Y al día siguiente me levanto, compro los periódicos, vuelvo a montar a caballo, de verdad te lo digo, llevo una vida normal, pero muy feliz. -No es de fiestas, ¿no le gustan?

-Sólo voy a cosas puntuales, a ver a Juan Diego al teatro, o al Circo del Sol, o a Serrat que no me lo pierdo, porque me gustan mucho las salidas culturales o gastronómi­cas, pero nada más. -¿Qué tal se le da la cocina? -Lo justo para salir del paso, ensaladas, huevos fritos, cosas sencillas. -¿A los hombres se les conquista por el estómago? -Es un complement­o, pero no es decisivo. -¿Cómo le afectan las audiencias?

-No me preocupan pero me ocupan porque no puedo dejar de pensar que conmigo trabajan 150 personas, a los que hay que pagar porque de ese sueldo dependen sus familias. Es una responsabi­lidad muy grande, por eso hago pocas tonterías. -¿No hay nada que le obsesione?

-No, ni las audiencias ni el ranking, nada, también es cierto que he tenido y tengo muy buenas audiencias y eso me ayuda a dormir tranquilo. -¿Dónde pone el límite en su programa?

-Donde acaba el respeto a las personas que van a contar su vida. Un límite que nunca voy a traspasar. -¿Le dolió que le acusaron de machista cuando le cortó la falda a Eva Ruiz?

-Me sorprendió, me descolocó la utilizació­n que hicieron de una broma pactada, que saltó cuando ya habían transcurri­do varios días hasta que se convirtió en viral. Cualquiera que me conozca, sabe que sería incapaz de molestar a Eva Ruiz, a la que adoro. -Se llegó a crear una comisión en el Parlamento. -Me pareció tremendo el juicio al que fui sometido, sin culpa alguna. -¿Estamos desprotegi­dos ante quienes utilizan las redes sociales para insultar?

-Sí, ten en cuenta que muchas de las cosas que suceden en las redes sociales, se producen porque los autores no son responsabl­es. -¿Cómo ha gestionado su dolor tras la muerte de su padre?

-Mi padre era muy generoso, muy austero, era el centro de nuestra vida y, al perderle, nos hemos quedado cojos. De él me quedan muchas cosas: una, sobre todo, la adoración que sentía por mi madre y por nosotros.

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Juan y Rosa, en la finca del presentado­r, en Chinchón.
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Juan y Medio asegura que los mayores de hoy “son una generación sin derechos, sólo tiene obligacion­es”.
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