Diez Minutos

MEGAN MAXWELL

“No he encontrado ningún hombre como los que describo en mis libros”

- Por Rosa Villacastí­n Fotos: ana ruiz Ayudante: javier ramos

La autora de “El proyecto de mi vida” (Ed. Planeta) se sincera con Rosa Villacastí­n. Sobre su faceta privada reconoce: “Nunca he encontrado ningún hombre como los que describo en mis libros”.

Encuentro a Megan Maxwell en el jardín de su nueva casa, una urbanizaci­ón a las afueras de Madrid, recibiendo instruccio­nes de un técnico que le enseña cómo poner en marcha la piscina. Nadie, al verla, podría pensar que se trata de la escritora española que más libros vende, traducida a varios idiomas y con un ejército de “guerriller­as y guerriller­os” que la siguen desde sus inicios. En la distancia corta, Megan es una mujer amable, simpática, desenvuelt­a, que llegó a la literatura después de haber escrito infinidad de relatos y novelas que regalaba a su madre y a sus amigas porque, una tras otra, las editoriale­s la despachaba­n con cierto desdén, convencido­s como estaban de que no había mercado para la novela romántica. Un género menor en opinión de los críticos que le han negado el pan y la sal, en contra de la opinión de millones de lectores que devoran sus libros. El último, “El proyecto de mi vida”, de la editorial Planeta, ya se encuentra en las librerías. -¿Cómo la llamo, Megan o Carmen? -Megan, porque estoy convencida de que si mi vida hubiera sido de otra manera, es el nombre que me habría gustado tener porque es muy especial. El Maxwell lo cogí de un cantante que me encantaba.

-¿De dónde saca tiempo para escribir tres novelas y un relato al año?

-Debo de tener mucha imaginació­n… Lo hago porque me lo piden mis guerreras, aunque no cabe duda de que me exige un gran esfuerzo y mucha dedicación.

-Supongo que escribiend­o tanto alguna vez se habrá quedado en blanco.

-Muchas veces, lo que ocurre es que yo tengo un cuaderno en el que anoto todas las ideas, por ejemplo: veo en una película una escena o una frase que me gusta, tomo nota y, cuando me atasco, recurro a ellas.

-¿Cómo consiguió ser la escritora española que más vende en nuestro país ?

-Gracias a los guerreros y las guerreras que compran mis novelas. Sinceramen­te, a mí también me cuesta creer que se vendan tanto después de años diciéndome en las editoriale­s que no los querían publicar.

-¿Quién fue la persona que creyó en usted y publicó su primera novela?

-Antes de matricular­me en un curso on line sobre novela romántica, yo escribía novelas que regalaba a mi madre y a mis amigas. Ellas eran las que me animaban a seguir escribiend­o, por eso, cuando al finalizar ese curso el profesor nos pidió que escribiéra­mos los tres primeros capítulos de una novela, pasé de entregarle una que ya tenía escrita porque pensé que entre tantas la mía pasaría desapercib­ida. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me llamó para preguntarm­e por qué no le había entregado nada. Se la envié y al

“Los críticos me ignoran porque consideran que lo que hago no es cultura. A mí, a estas alturas, no me preocupa”

día siguiente me volvió a llamar para decirme que qué me parecía si la publicaba porque, además de profesor, era editor. -¿Qué ocurrió después de que le publicaran ese primer libro?

-Tuvo éxito, pero yo seguía erre que erre enviando mis trabajos a las grandes editoriale­s, hasta que La Esfera de los Libros me publicó uno y así hasta que llegó Planeta. -Y le abrieron las puertas del éxito.

-Sin duda alguna. Yo me río mucho con mi editora, Esther Estoriza, porque ella rechazó alguna de mis novelas, según me decía porque no encajaba en el catálogo. Por eso el día que se puso en contacto conmigo me quedé bloqueada. Publicaron “Olvidé olvidarte”, y a los dos meses era un best seller. Poco después publiqué una segunda, hasta que me propuso escribir novela erótica. -¿Qué le contestó?

-Que no, porque creía que no iba a saber hacerlo, aunque en todas mis novelas había guiños eróticos. Pero después lo pensé mejor, me impuse el reto y salió “Pídeme lo que quieras”. -Todas sus novelas tienen un final feliz. -Sí, porque la vida está llena de mierda, de desgracias, y todos nos merecemos te- ner momentos bonitos y finales felices. -Se documenta viendo “SV” y “GH”.

-Sí, a mí no me importa decir que me gustan porque dejan ver lo que de verdad hay en cada uno de los participan­tes. -¿En quién se inspira para las escenas eróticas o porno?

-Mira, Rosa, si te pones a imaginar cómo hacer una tortilla de patatas sin tener idea de cocinar, la haces, pues con el porno pasa igual. Es cuestión de recabar informació­n en Internet y de echarle imaginació­n. Yo siempre digo que San Google nos facilita mucho la vida.

-Hay escenas tan reales que parece que las hubiera vivido.

-Porque las mujeres somos más meticulosa­s que los hombres, nos fijamos más en los pequeños detalles, y si lo que yo busco es gustarte a ti, primero me tiene que gustar a mí. -¿Por qué la ignoran los críticos, siendo la que más vende en nuestro país?

-Porque consideran que lo que hago no es cultura, que es un género menor, de segunda categoría. A mí a estas alturas eso no me preocupa porque, como te decía antes, nadie confiesa que ve “Gran Hermano” y, sin embargo, las audiencias están ahí: con esto pasa igual. -Un fenómeno nuevo es el de sus guerreros y guerreras. ¿Cómo surgió?

-Viene de que todas las mujeres que salen en mis novelas son de armas tomar, guerreras que luchan por lo que quieren. Hace años, cuando empecé en Facebook, abrí un grupo que se llamaba “Guerreras Maxwell”, en el que estábamos mi hija, mis amigas y yo, pero cuando publiqué “Las medievales de las guerreras”, empezó a unirse gente. -¿Qué le aportan?

-Aparte de cariño, me dan mucha energía porque yo, todas las mañanas al levantarme, les digo algo a través de Internet. Suelo conectarme hasta tres veces diarias con ellos, porque me gusta que sepan de mí; tanto me gusta que no me importa robarle horas al sueño para conectarme con los que viven al otro lado del charco. Con algunos tengo una relación más personal. -¿Nacer en Núremberg le ha marcado?

-Para nada negativo, ya que mi padre era militar, estaba destinado en la base americana que había allí y mi madre es española, de Toledo. Mi madre emigró a Núremberg en busca de un destino mejor. Allí se conocieron y allí me tuvieron a mí, pero a los nueve o diez meses mi madre y yo nos vinimos a España, donde me crié. -Sus padres se separaron, ¿no es así?

-Mi padre nos abandonó, es por lo que volvimos a Madrid. De aquellos años recuerdo que leía mucho. Una de mis novelas más queridas es “Hola, ¿te acuerdas de mí?”, en la que la primera parte es real, en la que cuento la historia de amor de mis padres, y la segunda, inventada, porque como te he comentado a mí me gustan los finales felices. -¿En Madrid fue feliz?

-Mucho, yo crecí en Aluche, un barrio donde vive la gente de verdad, que lucha para que en su casa todos puedan cenar. Yo recuerdo que si no tenías para merendar la vecina te lo daba, y cuando alguna vez voy, aunque mi madre ya no vive allí, todavía las vecinas me reconocen. Para mí, ser de barrio es un orgullo. Todavía recuerdo que mi madre siempre quiso que estudiara idiomas, pero como era hija de soltera no me dieron plaza. ¡Hay que ver lo que ha cambiado este país! -¿Su padre sabe de sus éxitos?

-No lo creo. Él desapareci­ó de nuestra vida cuando yo era muy pequeña y no he tenido ningún contacto con él. -¿Lo ha buscado?

-Tampoco. Mi madre sí espera que lo busque porque no sabemos si murió en Vietnam o si se casó: no sabemos nada de él, pero cuando a alguien no lo has tratado, no lo echas de menos. De pequeña sí me hubiera gustado tener esa figura paterna, pero no es algo que me haya marcado. -¿Cómo es su madre?

-Una madre coraje. Imagínate en aquella época, siendo madre soltera y con una hija, lo que debió pasar. Hay una frase que me repetía continuame­nte y que no he olvidado: “Tú no eres menos que nadie.” No ser menos que nadie ha sido una coraza que me ha protegido a lo largo de los años, porque mi madre lo ha sido todo. -En ese aspecto, nuestro país ha dado un giro de 180 grados.

-Porque las mujeres nos hemos dado cuenta de que juntas ganamos más que separadas. -¿Cómo ha logrado compaginar su trabajo con la crianza de sus dos hijos?

-Ha sido complicado, como lo es para todas las mujeres, para todas las madres, porque no sólo tenías que cumplir en tu trabajo, sino que, al llegar a casa, tenías que limpiar, hacer la comida o la cena del día siguiente, poner la lavadora y dejarlo todo preparado. -Los hijos suelen ser los críticos más duros, ¿qué le dicen los suyos?

-Sandra, mi hija, me dice que soy su escritora favorita. En cambio, mi hijo no ha leído ninguna. -¿Les educa en la igualdad?

-Por supuesto. Los dos se hacen la cama, la cena... Que lo hagan cuando se independic­en ya no depende de mí, pero en casa todos somos iguales. -¿El hombre de su vida es como los de sus novelas?

-No, yo siempre digo que los de mis novelas se volatiliza­n cuando pongo la palabra fin. Pero no, no he encontrado ningún hombre como los que describo en mis libros.

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 ??  ?? Rosa Villacastí­n junto a Megan en el despacho donde crea sus novelas.
Rosa Villacastí­n junto a Megan en el despacho donde crea sus novelas.
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Asegura que recurre a Internet para las escenas de cama de sus novelas: “San Google facilita mucho la vida”.
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