Diez Minutos

Paloma San Basilio ‘‘Reconozco que he sido muy rompedora’’

- Por Rosa Villacastí­n Fotos: Guillermo Jiménez Ayudante: Idoia Vitas

Cercana como pocas grandes artistas, Paloma me recibe en el chalet de unos amigos, ya que hace tiempo que vendió la casa que tenía en una lujosa urbanizaci­ón de las afueras de Madrid. Después de un impasse de tres años, que necesitaba para oxigenarse y dedicar más tiempo a su hija y a sus nietos que viven en los Ángeles, Paloma ha vuelto con un nuevo CD, “Más cerca”, en el que incluye canciones de Serrat, Manzanero, Céspedes, Lennon y McCartney. Un disco que se convertirá en un gran espectácul­o que va a pasear el próximo año por España, lo que le permitirá pasar más tiempo en el Sur, donde creció, enamorada de sus gentes, de la luz y el ritmo que se respira tanto en Sevilla, donde pasó parte de su infancia, como en el Puerto de Santa María, Cádiz, donde ha estrenado una nueva casa frente al mar.

-¿De quién está “Más cerca” Paloma?

-De mí, porque estoy en un momento en el que me estoy reencontra­ndo con mi propia esencia, después de todos estos años de idas y venidas, de experienci­as… porque yo vivo en un experiment­o constante.

-¿Buscando qué?

-Quería estar más cerca de la gente para demostrarl­es que soy el resultado de lo que ellos han visto después de tantos años de trabajo, de conciertos, de musicales....

-¿Es una de las razones por las que decidió retirarse?

-Así es, porque cada etapa de la vida hay que vivirla desde los inicios y, a veces, por acumulació­n de trabajo no nos da tiempo a disfrutar lo que hemos conseguido. Con este cambio de vida yo lo que intentaba era buscar la oportunida­d de ser una persona distinta, única, sin mirar al pasado ni anclarme en nostalgias que no conducen a nada.

“El talento es como una lucecita que tienes dentro y se enciende en determinad­os momentos. Por mucho que se fabrique a un personaje, si no vale, cae”

-¿Qué ha hecho en estos tres años sabáticos que no hiciera antes?

-Muchas cosas: he pintado mucho, he hecho exposicion­es, estrené en el Teatro de Mérida “La décima musa”, una obra maravillos­a de la mitología griega, escrita en clave de humor; hice una gira con los chicos del Coro Saint Marc... He hecho muchas cosas, pero las he hecho aisladamen­te y no han tenido tanta repercusió­n como cuando sacas un disco.

-Creí que iba a darse a la buena vida.

-También me he dedicado a vivir, a no hacer nada, he cambiado de casa, que es una de las cosas que más me apasiona y me he comprado una en el Puerto de Santa María, frente al mar.

-Tenía necesidad de volver a cantar, ¿no?

-Sabes qué pasa, que la música me oxigena, y había momentos en los que pensaba: si no sigo cantando voy a perder la voz, porque la voz es un músculo que yo he seguido trabajando. Y cuando me puse a preparar un proyecto tan importante como Sunset Boulevar, me di cuenta de que no podía dormirme en los laureles.

-¿Sintió que podía perder facultades?

-Cuando tienes treinta años, tienes unas facultades que puedes hacer lo que quieras con la voz. Yo a esa edad podía no dormir en toda la noche aunque al día siguiente tuviera que dar un concierto, porque sabía que cuando salía al escenario la voz no se había resentido, pero con el paso de los años, todo hay que trabajarlo más y la voz no es una excepción, igual que el cuerpo y la cabeza: si no los ejercitas leyendo, moviéndote, te quedas anquilosad­a.

-No parece que usted lo esté.

-No, no lo estoy, al contrario, lo que he descubiert­o son registros nuevos, que me han permitido hacer este CD con mis facultades intactas.

-¿Qué tiene de especial “Te reencontra­ré”, una de las canciones que incluye en este disco?

-Que la ha compuesto mi hija Ivanna para mí, eso tiene de especial. Lo hizo cuando estábamos en Los Ángeles preparando un monólogo que voy a hacer el próximo año y que voy a ilustrar con algunas de las canciones que han tenido relación con mi vida y con la música.

-¿Introducir­á aspectos de su vida personal?

-Por supuesto, hay momentos muy divertidos, otros en los que hablaré de mis nietos, es la desmitific­ación de la artista, que pasa de estar en un sitio distante a un lugar más cercano.

-Una idea muy novedosa.

-Es la razón por la que incluyo canciones de Serrat, Céspedes, Lennon, Manzanero, digamos que es la banda sonora de mi vida.

-Si tuviera que elegir una sola canción que definiera su vida, ¿cuál sería?

-Pues no lo sé porque yo me crié en Sevilla, y esa etapa tuvo una influencia brutal en mi vida, ya que en aquella época yo imitaba a las

folklórica­s, unas señoras con unas voces espectacul­ares que no necesitaba­n más que una bata de cola y un abanico para triunfar. Cuando iba a verlas pensaba: eso es lo que yo quiero hacer.

-Con otro estilo, lo consiguió.

-Es por lo que en este disco empiezo cantando unas pinceladas del Sur, una copla. Ya lo hice en el anterior trabajo, en un homenaje a Lola Flores, la imitaba cantando “Pena, penita, pena”.

-Cuando surge este proyecto del monólogo, ¿en qué momento emocional se encontraba?

-Es difícil de describir, es como si de pronto surge un latido, una luz que se enciende cuando voy paseando por la playa, que es cuando más cosas se me ocurren. Recuerdo que cuando estaba escribiend­o El océano de la memoria, había historias que las pergeñaba mientras paseaba. Y es curioso cómo determinad­as cosas las visualizas después de mucho tiempo. Es cuando me preguntaba: ¿por qué no hago un monólogo cantado con todas estas experienci­as?

-¿Todavía tiene algo que demostrar?

-No. La gente sabe cómo soy, cómo ha sido mi vida.

-¿Sigue sintiendo mariposas en el estómago antes de salir al escenario?

-Lo que siento es emoción, curiosidad, pero es cierto que hay una etapa de tu vida en la que siempre tienes que demostrar algo: que puedes con todas esas funciones que te echan encima, ante lo cual me pregunto: ¿qué quiero conseguir con esto? Nada más y nada menos que mi sitio, mi espacio, porque nadie te regala nada.

-Usted ha sabido sacarle partido a la vida.

-Yo reconozco que he sido muy rompedora.

-Tanto, que fue la primera en apostar por los musicales cuando aquí no había tradición.

-Cuando yo hacía musicales decían que era una vedette porque no tenían ni idea de lo que era un musical. Y cuando nadie llevaba bailarines en sus espectácul­os, yo los llevaba. A mí siempre me ha gustado cambiar de personajes, por eso cuando veía musicales me fascinaban porque quería ser como las actrices americanas.

-¿Cómo fue la experienci­a de trabajar junto a José Sacristán en “El hombre de La Mancha”?

-Maravillos­a, adoro a Pepe, es uno de mis referentes porque siempre está apostando por algo, no se conforma, ya que entiende esta profesión desde el compromiso.

-¿Qué les unía?

-La admiración y el respeto. Aprendí mucho con él, y de ahí se creó un vínculo de cariño, respeto y admiración. Pepe puede hacer lo que le echen, porque cuando ese señor se sube a un escenario hay que verle actuar, hay que verle dejar de fumar, ir a dar clases para colocar la voz… Esos son los grandes, los que tienen un proyecto y luchan por hacerlo realidad.

-Sacristán pertenece a esa generación de actores que fueron ninguneado­s y hoy son motivo de culto.

-Porque hay que tener en cuenta una cosa: hay un momento en el que el marketing no existía, existía gente con talento capaz de hacer lo que fuera. Y la gente se quedaba enganchada con esas personas, y así surgían las estrellas que permanecía­n, algunos permanecen todavía.

-También lo suyo es vocacional.

-Mira, Rosa, recuerdo que de pequeña lo que quería, aunque fuera mi abuela o sus amigas que venían a tomar café, que alguien me escuchara cantar o contar historias.

-¿Los actores nacen o se hacen?

-El talento es como un soplo, una lucecita que tienes dentro y se enciende en determinad­os momentos. Por mucho que se fabrique a un personaje, si no vale, cae.

-No es su caso evidenteme­nte.

-Porque yo sigo investigan­do, me gusta renovar. Cambio continuame­nte los muebles de sitio, es una de las razones por las que me cambio tanto de casa.

-Yo ya he conocido tres diferentes.

-Ja, ja, así voy. A veces me pregunto si seré capaz de estar quieta en algún sitio.

-¿No sintió vértigo cuando abandonó Madrid?

-No, el día que me fui no sentí ningún dolor ni pena.

-¿Se fue por alguna razón especial?

-Era una etapa superada, y necesitaba pasar página porque en cada etapa de la vida, necesitas un espacio diferente.

-¿Qué ha encontrado en Los Ángeles, donde pasa largas temporadas?

-Primero que ahí vive mi hija con mis nietos y su marido. Si estuvieran en Alaska yo me iría allí, aunque me gusta mucho California. Cuando me levanto lo primero que veo son las montañas, los pájaros, todo es muy idílico.

-¿Qué pasa en EE UU para que un personaje como Trump haya llegado a presidente?

-El problema que tenemos en la actualidad es el de la post verdad. La verdad ya no importa, sólo lo que se dice en las redes sociales, que son capaces de desestabil­izar un país. Si dentro de nuestro país nos manejan, imagínate lo que pueden llegar a conseguir los que trabajan desde fuera.

-Tiene nietos de 16 y 20 años, ¿cómo ven ellos el mundo en el que vivimos?

-Es un mundo que les ofrece muchas oportunida­des, con sobreinfor­mación y al mismo tiempo les sumerge en una cierta impotencia y una sensación de qué va a ser de mí. Yo veo a esta generación que hacen muchas cosas, pero a la vez hay un gran bajón porque se les exige ser números

uno, y no saben cómo llegar ahí.

-¿No será que no se les prepara para el fracaso, para ser uno más?

-Así es, porque vivimos en una sociedad que les da mucho y les facilita disfrutar de la abundancia, pero no de las dificultad­es para conseguirl­o. Yo recuerdo que en mi casa muchas veces veíamos la televisión desde la terraza porque el que tenía un aparato era el vecino y no nosotros.

-¿Qué le aportan sus nietos, a usted que fue madre muy joven?

-Me aportan mucho. Yo cada día aprendo de ellos, sobre todo, cómo se manejan en este mundo, cómo me comunico con ellos, cómo me miran como si yo fuera una extraterre­stre, cómo me ponen en el coche la música que les gusta y yo hago grandes esfuerzo para entenderla…

-¿Son consciente­s de lo famosa que es usted como artista?

-Yo creo que sí porque han ido a verme cantar muchas veces, pero también creo que valoran más a la abuela dialogante, que se pone las zapatillas de deporte y se va con ellos a comprar unos bastones para subir al monte. A la abuela que no les censura ni les corta su libertad.

-¿Usted hace de poli bueno?

-De alguna manera sí, porque estoy convencida de que lo que más facilita la comprensió­n con el otro es el amor.

-El suyo por sus nietos es incondicio­nal.

-Por supuesto, también hay que ponerles fronteras pero hablando mucho. Fíjate, la relación madre hija es diferente.

-¿Por qué?

-Porque tú estás ahí para hacerles comprender que cualquier cosa que les pase, les servirá en un futuro. Ese diálogo y hacerles tomar conciencia de cosas que quizá otra persona no podría hacerles comprender, es lo que te permite que vivan su vida y sus dramas de otra manera.

-¿Hay mucha diferencia entre la educación americana y la española?

-Sí, por ejemplo, en cuestión de valores y respeto, no en nuestro caso porque mi hija habla mucho con ellos y les enseña a reflexiona­r las cosas. Lo que ocurre que nosotros teníamos otro tipo de educación, donde las formas eran más importante­s. En mi casa todos poníamos la mesa, nadie comía antes de que mis padres lo hicieran, pero hablábamos mucho. Cada uno contaba sus cosas, y eso nos unió mucho. Mi padre era una persona que siempre nos proponía cosas, y a mí madre le encantaba cambiar los muebles de sitio, una práctica que yo he heredado.

-¿Siente nostalgia de su infancia?

-Mucha, porque éramos una familia muy unida y feliz.

“Mis nietos saben que soy artista, pero valoran más a la abuela dialogante, la que se pone las zapatillas de deporte y se va con ellos a comprar bastones para subir al monte”

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Rosa Villacastí­n y Paloma San Basilio posan durante la entrevista.
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Su siguiente proyecto es un monólogo con canciones que hablarán de su vida.
 ??  ?? Actualment­e vive a caballo entre Los Ángeles, donde residen su hija y sus nietos, y el Puerto de Santa María, Cádiz.
Actualment­e vive a caballo entre Los Ángeles, donde residen su hija y sus nietos, y el Puerto de Santa María, Cádiz.
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