Diez Minutos

ROSA VILLACASTÍ­N

ESTEBAN GONZÁLEZ PONS

- Por Rosa Villacastí­n FOTOS: FERNANDO ROI

No es habitual que un político en activo se despoje de su traje oficial, de esa parte pública de su vida, para hablar del Amor con mayúscula. Tampoco que escriba una novela, “Ellas”, en la que va deshojando historias de amores pasados, de esos primeros besos que dejan una huella profunda en nuestra memoria y que Esteban González Pons, eurodiputa­do del PP, con larga trayectori­a tanto como representa­nte de su partido en Las Cortes valenciana­s, en el Senado y el Congreso, y ahora en el Parlamento europeo, ha rescatado, convencido como está de que es un afortunado al darle la vida una segunda oportunida­d, en lo privado y en lo público como escritor.

-Esteban ¿cuánto hay de autobiográ­fico en “Ellas,” su primera novela?

-Mucho, porque la vanidad es una de las armas de los escritores.

-“Ellas” está inspirada en su experienci­a como diputado en Madrid y Bruselas.

-Así es porque, cuando yo llegué al Congreso de los Diputados y más tarde al Parlamento europeo, me sorprendió ver cómo mis compañeros lo primero que hacían era buscar en Google o en Facebook el nombre de sus primeras novias o novios.

-¿Y eso por qué?

-Porque al salir de su ciudad natal se sienten liberados, y sienten añoranza de su primer amor. Me llamó la atención ver cómo algunos pasaban horas buscando el nombre de esas personas, qué había sido de su vida. Fue así como se me ocurrió la idea de que el primer amor es eterno y dura para siempre en nuestra memoria.

-¿Las cartas de Jaime, el protagonis­ta, son reales o pura ficción?

-Son la excusa para recuperar el contacto con su primera novia. He visto las estrategia­s más peregrinas, amigos y amigas que se apuntan a un club para recuperar el contacto con ese primer amor, otros van a Pilates con la esperanza de invitar a esa persona...

“Cuando llegué al Congreso y al Parlamento me sorprendió ver a mis compañeros buscando en Internet los nombres de sus primeras novias o novios”

-¿En serio?

-Lo que un ser humano puede hacer por amor, Rosa, sólo lo saben los dioses.

-¿La amenaza de suicidio de Jaime es entonces pura estrategia?

-Es una treta que utiliza Jaime Monzón para llamar la atención de la gente, es una excusa, algo que podrá comprobar el lector o la lectora enseguida. Él no tiene la más mínima intención de suicidarse, ama demasiado la vida para cometer esa locura.

-Hay una escena calcada de su propia experienci­a sentimenta­l…

-¿Te refieres a la Nochevieja de 2006?

-A esa misma.

-Yo, en esa época, llevaba barba y había hecho una promesa a mis amigos: me afeitaría la barba si Piluca aceptaba casarse conmigo, pero se lo dijeron a ella. Poco después nos fuimos a pasar la Nochevieja a Venecia y efectivame­nte le pedí que se casara conmigo, y ella, en vez de decirme que sí, me dio con la brocha en la barba. Al día siguiente me la afeité, me hice una foto y se la envié a mis amigos para que vieran que había cumplido mi promesa.

-¿Por qué en Venecia?

-Porque era una ciudad donde nunca había estado y me hacía ilusión ir con Piluca.

-Se casaron y entre los dos aportaron cinco hijos al matrimonio.

-Seis, porque tuvimos en común a Piluca. Para nosotros no hay diferencia entre unos y otros porque a los seis los queremos igual. -¿Y entre ellos cómo se llevan?

-Hay dos claves fundamenta­les para que funcione la relación familiar. Una, la generosida­d, no hacer diferencia­s entre unos u otros, hay que tratarles como si fueran todos hermanos. Dos, hay que respetar a las ex parejas. Si lo haces, es fácil que los hijos se sientan integrados en la misma familia.

-¿Se ama de distinta manera con experienci­a que sin ella?

-Por experienci­a te digo que el segundo matrimonio completa al primero. Si no te hubieras casado la primera vez, no sería igual la segunda. ¿Más maduro el segundo? Todos los matrimonio­s son inmaduros, porque sin un alto grado de inmadurez la gente no se casaría. En los segundos matrimonio­s prendes fuego a lo que te queda de locura.

-¿Quién ha cambiado más a quién: Piluca a usted o usted a Piluca?

-Ninguno hemos cambiado al otro, somos almas gemelas. Yo soy individual­ista radical, creo que todos somos irrepetibl­es.

-¿Las parejas necesitan esa habitación propia que reivindica­ba Virginia Woolf?

-Las parejas necesitan respeto mutuo y

confianza, porque todos queremos intimidad, algo que nuestra pareja debe respetar. Piluca y yo hemos sido muy felices viviendo ella en Valencia y yo en Bruselas, viéndonos sólo los fines de semana, era como al principio de nuestro noviazgo.

-¿La admiración es un ingredient­e necesario?

-El amor es otra cosa, querer es comprender y sentirse iguales, la admiración conlleva cierto complejo de desigualda­d. Yo sé que a algunos hombres les gusta sentirse admirados por una cuestión de vanidad, pero eso no da la felicidad.

-Cuando en “Ellas” habla del primer amor, ¿añora el pasado?

-Puede influir la nostalgia, claro que sí, pero también porque la memoria es selectiva y recuerda ese primer beso como uno de los momentos trascenden­tales de su vida.

Nacer, crecer, amar y morir es lo que nos une a todos los humanos.

-Que se puede amar varias veces, lo demuestra usted.

-Yo creo que hay un sólo amor que lo representa­n varias personas. Diría más, estamos siempre enamorados, aunque cada vez que nos enamoramos sea de una persona diferente. Nuestros abuelos, a los dieciocho años conocían ya a todas las personas que iban a tratar a lo largo de su vida, incluida su esposa o su marido, porque lo normal es que se quedasen viudos/as en torno a los cuarenta años. Imagina la de personas que podemos tratar a lo largo de una semana la gente de nuestra generación. Nosotros vivimos ahora dos o tres vidas más que ellos. -¿Amando locamente?

-Nuestros abuelos tenían un amor para siempre mientras que a nosotros nos da tiempo a tener dos, tres… Pero el sentimient­o del amor es siempre el mismo.

-¿No será que estamos enamorados del amor?

-No necesariam­ente, lo que buscamos es a la otra mitad con la que nos complement­emos: con los años aprendemos a valorar más a las personas por lo que son, no por lo que aparentan, y aprendemos a no hacer daño, sin que eso suponga perder la inocencia, que no debemos perder nunca. Igual que no se pierde el interés por el sexo.

-Hablando de sexo, en su libro hay referencia­s a la sexualidad.

-Porque es una novela en la que la gente de mi generación, los que nacimos en los 60-70, se van a ver retratados ya que somos quienes recibimos la educación sexual que nos enseñaban los curas, con lo que eso implica.

-Explíquese.

-Verás, la diferencia entre las personas que salen en el libro, y que son las que buscan a sus antiguas parejas, y las de esta generación es que no media un siglo pero sí hay un gran salto generacion­al y educaciona­l. -¿Qué recuerdos guarda de su infancia? -Los olores, las luces, los sonidos, el clima de Valencia. Yo miro a mi niñez con muchísima nostalgia. Recuerdo cómo olían las sabanas de casa de mi abuela o cómo sabía el puré que hacía mi madre, o cómo sonaba la flauta del afilador, o la bocina del que venía a vender el pan. Valencia es la tierra donde está enterrado el niño que yo fui.

-¿Queda algo de ese niño a sus 56 años? -Soy el hijo de Esteban González, endocrino y gran lector, fue él quien me inculcó la pasión por los libros. A mis 56 años, te diría que todos los adultos somos ex niños, y a mí me gusta más el ex niño que soy que el adulto en el que me he convertido.

-¿Por alguna razón especial?

-Porque la vida es demasiado corta, demasiado hermosa como para estar mirándonos el ombligo. Lo bonito es disfrutar de las cosas que surgen, pero sin dejar de ser niño, no dejar de ser Peter Pan con chaqueta y corbata, porque es de las mejores cosas que me han pasado en la vida.

-Su padre le inculcó el amor por los libros y usted a su hijo. ¿El talento se hereda?

-No, no tiene nada que ver con la herencia que hayas recibido, porque los padres debemos ser consciente­s de que los hijos deben ser y hacer lo que quieran. A mí me produce risa ver a padres que se quejan de que sus hijos no leen cuando ellos no han leído nunca. Yo tuve un padre lector, yo he sido un padre lector, y mis hijos lo son.

-¿Es cierto que de joven le gustaba Gloria Fuertes?

-Sí, fue un amigo de mi padre, el cardiólogo Rafael Duyos, adscrito a la Generación del 36, quien me puso en contacto con ella. Yo tenía entonces 18 años y empezamos a carteamos, todavía guardo algún manuscrito que me envió.

-¿Cómo lleva Piluca su plena dedicación a la política?

-Lo mismo que la llevaría si fuera conductor de autobuses. Hoy en día para que una pareja funcione tiene que aceptar que sus miembros tengan sus propias profesione­s. -Lleva a Valencia en el corazón.

-Porque es una ciudad muy abierta, muy mediterrán­ea, y porque aquí he nacido, aquí he crecido, aquí me casé por primera vez, he tenido mis hijos, aquí conocí a Piluca, aquí nos casamos y, después, que me haya dedicado a escribir esta novela ha sido muy bien aceptado. Me siento muy querido.

-Escribir es un trabajo solitario al contrario que la política.

-Quizá sea una de las razones por las que me gusta tanto escribir. Son pasiones diferentes: en el Parlamento europeo siento que defiendo los intereses de España, no sólo los de los votantes de mi partido.

-Se sabe poco del trabajo de los eurodiputa­dos españoles, ¿por qué?

-Porque ejercemos nuestra tarea en un Parlamento en el que el idioma no es el castellano, donde hay que saber hablar muy bien inglés y en el que todo se negocia sin confrontac­iones. En cambio, en los parlamento­s españoles todo gira en torno al enfrentami­ento, en Bruselas tenemos el lema: Nada está acordado hasta que todo está acordado. -Pasó de querer ser poeta a la política. -Porque en aquellos años 80 yo admiraba a los políticos de la Transición. Cuando los veía por televisión, me parecía muy importante lo que estaban haciendo. Si yo fuera joven, hoy no me metería en política. -¿Decepciona­do?

-Yo soy de aquellos que creen que el abrazo entre Fraga y Carrillo representa una manera mejor de hacer política en España. -¿Por qué es tan difícil llegar a acuerdos? -No lo sé, en Europa se consigue. En Europa defendemos a España entre todos, no sé por qué no se puede hacer aquí.

-Quizá porque los jóvenes no vivieron el difícil tránsito de una dictadura a una democracia.

-La Transición es la obra política de la generación de mis padres, a los que nadie les había hablado de política. No sabían nada de nada y lo hicieron bien. En cambio, nuestra generación, que lo tenemos todo, informació­n a través de las redes, de los periódicos, las television­es... lo estamos haciendo mal.

-Habrá alguna explicació­n.

-Sí, que la Transición se hizo entre el Rey Juan Carlos, Adolfo Suárez, Felipe González y mis padres. Los primeros por su papel político importantí­simo, mis padres arreglándo­se el primer día que fueron a votar convencido­s de que era un día importante. -¿Cómo lo recuerda usted?

-A mi padre, con corbata, y a mi madre, con todos cogidos de la mano porque quería que fuéramos testigos de cómo votaban.

-¿Estamos reproducie­ndo políticas de los años 30-40?

-Que desgraciad­amente desencaden­aron la Segunda Guerra Mundial: el nacionalis­mo, el autoritari­smo que ha renacido en todas partes y el nacionalis­mo económico que está empezando a renacer.

-Padecemos una pandemia que ha puesto el mundo patas arriba.

-El covid-19 ha seguido despertand­o el fantasma del nacionalis­mo. Si vuelves la vista atrás, hace 75 años, la respuesta que ha tenido el coronaviru­s en EE UU, Brasil, Gran Bretaña, Rusia y China, gobernados por Trump, Bolsonaro, Boris Johnson y Putin, te das cuenta que todos son enemigos de la Unión Europea que está gobernada por dos alemanas.

-¿Eso es bueno o malo?

-Si nuestros abuelos levantaran la cabeza... Necesitamo­s recordar que la Unión Europea es un proyecto que nació para la paz y no para la economía.

-¿Dónde pasó el confinamie­nto?

-En Bruselas, donde tengo un apartament­o, mi mujer y mi hija pequeña viven conmigo allí. Dos hijos de mi mujer que estaban de Erasmus se vinieron con nosotros.

-¿Cambiará la sociedad después de esta experienci­a?

-Ojalá que esto sirva para que los políticos españoles dejen de comparar la Guerra Civil con la pandemia. Lo importante en estos momentos son las personas mayores, las que han muerto y están muriendo solas. Éste es tiempo de dejar las disputas y ocuparnos de lo importante.

-¿Algún deseo para estos meses?

-Me gustaría ver al Congreso debatiendo un plan de reconstruc­ción económica, porque, al igual que ocurrió en la Transición, si queremos salir de ésta, todos tenemos que remar en la misma dirección.

“El amor es sentirse iguales, la admiración conlleva cierto complejo de desigualda­d”

“Todos los matrimonio­s son inmaduros, porque sin un alto grado de inmadurez la gente no se casaría”

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Rosa Villacastí­n y Esteban González Pons, con el último libro del político
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“Nuestros abuelos tenían un amor, a nosotros nos da tiempo a dos o tres...”
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González Pons confiesa que hay mucho de autobiográ­fico en su novela.
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