Diez Minutos

Rocío Jurado

Es como de la familia, la banda sonora de la vida de muchos españoles. Desde sus comienzos, la artista se coló en nuestras páginas, y 15 años después de su muerte, su recuerdo sigue vivo en esta revista.

- Lola Heras y Documentac­ión

En el Olimpo de las diosas nacionales ocupa un puesto de honor. Desde que comenzó su fructífera y exitosa carrera, a Rocío Jurado la ha acompañado el éxito y el cariño de crítica y público. Su muerte, hace ya 15 años, la metió de lleno en el imaginario colectivo de los españoles, como le sucedió a su amiga y compañera Lola Flores. Y ni las polémicas últimas con su hija y el resto de su familia empañan su recuerdo.

Porque La Más Grande está por encima de todo. Reúne todos los requisitos de las estrellas. Nacida en 1944, en el seno de una familia humilde de Chipiona, en Cádiz, la niña María del Rocío Trinidad Mohedano Jurado llevaba la música en sus venas. Hija de un zapatero y cantante de flamenco aficionado y de un ama de casa que adoraba la música española, desde niña cantaba. Mientras tanto, tuvo que hacerse cargo de la familia, pues su progenitor murió de forma prematura y era ella quien llevaba el dinero a casa trabajando de zapatera o recogiendo fruta. Una vida de película, como las que rodó, y plagada de amores y dramas, como los que cantó. Comienza así la leyenda.

Su voz hizo que ganara varios concursos de radio, de niña, e hizo huelga de hambre hasta que su familia la dejó viajar a Madrid a probar suerte. Siendo menor de edad, actuó en varios tablaos y logró traerse a los suyos a la capital. Su primer álbum fue “Proceso a una estrella”, que publicó en 1966, cuando rodó la película homónima. Aunque antes había lanzado trabajos como “Los Guerriller­os”, también parejo al filme del mismo título, de 1963.

Porque si su carrera musical fue un éxito, sobre todo en los sesenta y los setenta, Rocío también probó suerte en el cine y hasta participó en el mítico espectácul­o “Azabache”, en la Sevilla de la Expo de 1992. Entre sus éxitos, canciones inolvidabl­es: “Como una ola”, “Como yo te amo”, “Se nos rompió el amor”… muchas de Manuel Alejandro.

Si La Jurado se desvivía por su la música, su otra gran pasión era la familia. Huérfana de padre muy pronto, su madre Rosario y sus hermanos Gloria y Amador lo eran todo. A él le veía casi como a un hijo y más adelante pondría su carrera en sus manos.

El amor también jugó un papel importante en su existencia. En 1968 comenzó a salir con el empresario Enrique García Vernetta, que ejerció de mánager y con el que estuvo unos años. Lo suyo se frustró y en 1974 surgió el flechazo con Pedro Carrasco, con el que se casó dos años después. De esa unión nació Rociíto, en 1977, a la que el ya ex boxeador cuidaba cuando la artista salía de gira. Pero se les rompió el amor, se separaron en 1989 y ella cayó en brazos del torero José Ortega Cano. Se casaron en 1995 y adoptaron a dos niños.

Su familia era lo más importante. Se casó dos veces y tuvo una hija, Rocío

Cuando la vida parecía concederle otra oportunida­d (su hija la había hecho abuela dos veces y ella y su segundo marido habían adoptado a dos niños), la enfermedad tocó a su puerta. El 17 de septiembre de 2004 ofreció una rueda de prensa para comunicar que padecía cáncer (como el que se llevó a su madre) y que se trataría en Houston (EE UU).

La noticia noqueó al país, al que hipnotizó en el especial navideño de TVE, en 2005, y que lloró su muerte el 1 de junio de 2006. A su funeral, en Chipiona, acudió media España, entre familia, autoridade­s, compañeros… Dejaba una herencia aún cuestionad­a y un l egado artístico i ncalculabl­e. Ella, La Más Grande.

Belén Alonso/ Fotos: Antonio Cuenca,

Cultivó la amistad hasta su muerte. Así, su funeral fue un desfile de famosos

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