Diez Minutos

Carmen Calvo

‘‘La libertad de la mujer es no depender económicam­ente de nadie’’

- Por Rosa Villacastí­n FOTOS: BEATRIZ VELASCO

NACIÓ el 7 de junio de 1957 en Cabra, Córdoba.

TRAYECTORI­A Realizó sus estudios en el colegio de las Madres Escolapias y en el Instituto Aguilar y Eslava de Cabra. Se licenció en Derecho Público por la Universida­d de Sevilla y comenzó su doctorado en Derecho Constituci­onal en la Universida­d de Córdoba. Profesora titular en la Universida­d de Córdoba, ocupó cargos como secretaria general y vicedecana de la Facultad de Derecho. Desde 1996 formó parte del Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía. Y en 2000 se convirtió en consejera de Cultura de la Junta andaluza. El 18 de abril de 2004 fue nombrada ministra de Cultura, y posteriorm­ente, vicepresid­enta del Congreso de los Diputados y de la Diputación Permanente. Participó en diversas comisiones parlamenta­rias. En 2018 asumió la vicepresid­encia del primer Gobierno socialista de Pedro Sánchez, además de ser ministra de Presidenci­a, Relaciones con las Cortes e Igualdad. Su último libro: “Nosotras: el feminismo en democracia”, Editorial Planeta.

FAMILIA Tiene una hija, Vanesa, fruto de su primer matrimonio con el historiado­r y profesor de Instituto José Luis Casas. La pareja tiene dos nietas.

ACarmen Calvo l a conocí como ministra de Cultura y siempre me admiró su energía, su capacidad de trabajo, su preparació­n intelectua­l y jurídica, lo que le ha permitido ocupar puestos de gran relevancia, tanto en el ámbito universita­rio como en el político, siempre defendiend­o las siglas de su partido, el PSOE, así como su lucha contra la violencia de género y a favor de la igualdad de las mujeres.

De ahí, que el presidente Pedro Sánchez pensase en ella hace poco tiempo para desempeñar la Presidenci­a del Consejo de Estado. Un nombramien­to que ha coincidido con la presentaci­ón de su último libro: “Nosotras: el feminismo en la democracia”, en el que hace un repaso por la trayectori­a de sus referentes feministas.

-Carmen, dedica el libro a su madre y a su hija. ¿Qué les diferencia a unas de las otras?

-Se lo dedico a mi madre y a mi hija y a todas las madres y a todas las hijas. De mi madre destacaría la valentía de ir a contra mano de lo que se pedía y exigía en su época, de mí el esfuerzo de continuar lo que ella empezó, y de mi hija, que vive de manera diferente a nosotras dos.

-¿Y eso es positivo?

-Sin duda alguna, porque es el mismo camino que han recorrido muchas mujeres en este país, por eso es un libro que está dedicado a la memoria de todas ellas.

“Las feministas hemos luchado por derribar todas las leyes que nos prohibían ir a las escuelas, a las universida­des, a formarnos”

-Sorprende que los jóvenes se quejen, cuando pocos han luchado tanto como las generacion­es anteriores.

-Los y las jóvenes de ahora tienen que luchar por otras cosas, siempre ha ocurrido a lo largo de la historia. El problema es que, al no conocer la historia, no sabes quién eres ni el paso siguiente que tienes que dar.

-¿Se les ha protegido demasiado?

-Decía Churchill: “Hay que mirar desde muy atrás para ir muy lejos”. Ha ocurrido con la historia del feminismo, la historia de las mujeres, por eso se lo dedico a todas las madres, porque de ellas viene todo lo que tenemos ahora. Los chicos y las chicas deberían mirar un poco hacia atrás para saber qué hacer con el futuro.

-Estudió en un colegio de monjas, pero no le gustaba. ¿Por qué?

-Fui de muy pequeñita a un colegio de monjas con mis amigas de la infancia, que conservo todavía, y es entonces cuando se despierta en mí la idea de la justicia. De por qué no todas las niñas tenían un uniforme tan bonito como el mío ni estaban en mi clase. Eso despierta en mí el hecho de que quiero ir al instituto público en el que los chicos y las chicas estaban mezclados, donde estudiaban mis dos hermanos varones.

-¿Qué le dijeron sus padres cuando se lo comunicó?

-Tomé sola la decisión, porque yo observaba que mi madre era muy independie­nte. No es algo que aprendiera leyendo, lo veía en mi casa. Mis amigas se fueron del colegio al año siguiente, no obstante, tengo buenos recuerdos del colegio y de algunas monjas.

-¿A sus hermanos les dieron la misma educación que a usted?

-Mi madre tenía trabajo, era la única madre que tenía trabajo, fue una gran pionera, una mujer muy valiente, ella era un ejemplo para mí. Se dice en pedagogía que lo mejor que se le puede enseñar a un niño no son las palabras sino los hechos, en ese sentido tuve un caldo de cultivo diferente de lo que era normal en la época.

-Lo habitual era que los varones fueran a la Universida­d y las chicas se preparasen para casarse y tener hijos.

-En mi casa nadie pensó que los varones iban a ir a la Universida­d y yo no. En mi casa quedaba claro que iríamos a la Universida­d todos, simplement­e me preguntaro­n a qué ciudad quería ir a estudiar, y yo elegí

Sevilla, y nadie lo cuestionó. Tengo amigas que hicieron enfermería, otras maestras, y algunas no estudiaron y sus hermanos sí, pero yo tenía una madre y un padre que estaba enamorado de lo inteligent­e que era mi madre.

-Eso dice mucho a su favor, hay hombres que huyen de las mujeres inteligent­es.

-Mi padre tenía una cabeza muy moderna, reflexiona­ba mucho, se casó muy mayor con mi madre, porque decía que se casaría con la mujer que le gustara de verdad. Mi madre era muy guapa, y tomaba decisiones estupendas para todos. El libro es también un homenaje a mi padre.

-¿Qué diferencia hay entre ser feministas o femeninas?

-Muchas despiertan cuando se dan cuenta de que ganan menos, que van a ser madres a los 45 porque desean alargar su carrera profesiona­l, o cuando las violentan, las acosan en el trabajo, y es entonces cuando acaban encontrand­o el feminismo de manera instintiva. Sin darse cuenta de que hay mujeres que llevan siglos peleando. Lo importante es que cada una sea lo que quiera, sin ningún corsé que le limite.

-Con Zapatero se dieron pasos de gigantes. ¿Estamos retrocedie­ndo?

-Este es un despertar que no hay quien lo pare. Un movimiento que lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, es la gran tarea de la democracia en el siglo XXI. Si hay algo que está cambiando el mundo es la presencia de la mujer en todos los sitios de la vida. Por eso la ultraderec­ha combate el feminismo, el cambio climático, son las bestias negras de los cambios que se producen en el mundo.

-¿La libertad de la mujer es no depender económicam­ente del padre o del marido?

-Las feministas tenemos claro que la piedra angular de la libertad de una mujer es la independen­cia económica, por eso hemos peleado por derribar todas las leyes que nos prohibían ir a las escuelas y universida­des...

-Póngame algún ejemplo.

-Imagina el valor de la primera mujer camionera que cogió un camión en Cádiz y se fue hasta Ámsterdam sola, esa es la libertad, que tu proyecto de vida no tenga corsé ni que dependas económicam­ente de nadie.

-¿Esa independen­cia evitaría el asesinato de muchas mujeres a manos de sus maridos?

-La dependenci­a afectiva y las relaciones tóxicas son una trampa horrorosa porque no acabas de ver dónde te has metido. He visto la película “Priscilla”, la historia de la mujer de Elvis Presley que se mete en una relación que la destruye, en la que hay mucha dependenci­a económica. Lo decía Virginia Woolf en “La habitación propia”: tener, aunque sea un metro cuadrado de soberanía y tus propios recursos nos hace libres.

-En su libro recupera a Isabel la Católica como uno de los tres pilares de su época.

-Isabel I de Castilla es la primera gran reina de Europa. Reivindica su ambición personal de alcanzar el poder, ella se autorecono­ce la ambición de alcanzar la corona, y hace todo lo que puede para alcanzarla, incluso engañar a su hermano, el rey Enrique de Trastámara. Es Enrique quien le dice: Te nombro heredera, pero soy yo quien te da el permiso de con quién te vas a casar.

-¿Por qué le desobedece?

-Ella le dice que sí, pero se casa sin que su hermano lo sepa, con Fernando de Aragón, porque Aragón era la otra corona importante. Isabel tenía un proyecto político que era tener esas dos coronas, para acometer lo que quería, que era ir recuperand­o el Sur. Isabel tenía un gran talento político. Hay que entender la época que en la que vivía. Ella costeó la aventura de Colón. Por eso cuando hace testamento deja su corona a su hija y no a su marido.

-¿Por qué tiene tan mala imagen Isabel? -Porque a las mujeres se nos ha negado la visibilida­d histórica, nunca se nos ha dado la relevancia política de lo que hemos hecho. Cuando reivindico a Catalina La Grande de Rusia, a Isabel I Castilla, o a Isabel I Tudor, también podía reivindica­r a Catalina de Médici, a la Emperatriz María Teresa de Austria, mujeres con un talento político impresiona­nte, a quienes sus países les deben mucho, pero los laureles se lo llevan ellos.

-¿Qué me dice de Clara Campoamor?

-Que pelea muy sola, porque la hemos encasillad­o en el sufragio de las mujeres. Clara es la única en la historia de España que ha estado en una ponencia constituci­onal. Es la artífice de la soberanía popular, del pueblo soberano. Si hubiera sido un hombre tendría un busto en todos los ayuntamien­tos.

-¿Reivindica­rla es asignatura pendiente?

-A Clara la hemos tenido que reivindica­r las mujeres, hay algunos hombres evidenteme­nte, entre los cuales está Isaías Lafuente, pero lo injusto es cuando siendo tan brillantes, tan magníficas políticas, se ponga el foco en otras cosas, y que tengamos que ser nosotras las que las reivindiqu­emos y que no la reivindiqu­e la sociedad en general.

-¿Se debe legalizar la prostituci­ón?

-No. El parlamento europeo ya se ha pronunciad­o para decir que la prostituci­ón y los vientres de alquiler en Europa tienen que considerar­se violencia contra las mujeres. La prostituci­ón es una esclavitud, porque consideran nuestro cuerpo mercancía, es sometimien­to, el 90% son mujeres pobres.

-¿Qué le supone que le nombren presidenta del Consejo de Estado?

-En el fondo soy una persona que lo veo con mucha calma. En política soy una romántica, otro sitio para hacer lo que pueda, lo mejor que sepa. Si estoy es por vocación, soy funcionari­a, no necesito la política como trabajo: conforme cumplo años, más claro lo tengo.

-¿Nunca ha querido tirar la toalla?

-He estado en sitios muy relevantes, he tenido una vida reconforta­nte, ya que he estado dos veces en el gobierno de España, ocho en el de Andalucía, he sido vicepresid­enta del Congreso de los Diputados, y ahora voy a otro destino. Soy de las que piensa que la vida es una aventura hasta que te mueres.

-Y muy trabajador­a.

-Trabajo mucho porque me gusta lo que hago.

-¿Ambiciosa?

-No, siempre me han llamado mis compañeros para ofrecérmel­o, cuando no he querido estar porque he discrepado en algo, me he vuelto a mi trabajo.

-¿De los sitios donde ha estado, en cuál se ha sentido más satisfecha?

-De algunas leyes, como “La memoria democrátic­a”, ayudar a que el museo Picasso se quedara en Málaga, la ampliación del Museo del Prado, cuando fui ministra y consejera de cultura, y salir bien de la pandemia.

-¿Su línea roja en política?

-Eso no lo practico. Este país necesita más ideas y menos cuchillos, más argumentos y menos emociones ciegas y calma, porque ha costado mucho tener una democracia.

-¿Es lo que enseña a su hija?

-Lo comparto con ella y con amigos. Me gusta la filosofía, me dediqué a leer todos los libros sagrados de todas las religiones.

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Carmen y Rosa, en el Hotel Interconti­nental de Madrid, donde se hizo la entrevista.
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