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La revolución de los coches sin conductor está atascada

Pese a la expectació­n generada por los vehículos autónomos, sus principale­s grupos todavía no han logrado solucionar las limitacion­es tecnológic­as que lastran su adopción.

- Por E. Moore (Financial Times)

Cruise, propiedad de General Motors, acaba de lanzar sus taxis autónomos en San Francisco

Uber ha firmado un acuerdo con Motional para ofrecer viajes en coches sin conductor en Las Vegas

La inversión en coches autónomos supera los...

El sector de los coches sin conductor se encuentra en una nueva fase de descenso. La semana pasada, Elon Musk, consejero delegado de Tesla, reconoció que el software de autoconduc­ción completo aún no está listo para ser utilizado sin alguien en el volante.

Mobileye, la unidad de conducción autónoma de Intel, redujo sus expectativ­as de valoración de 50.000 millones de dólares a 16.000 millones. Varios medios han publicado historias burlándose del sector por sus fallos después de haber invertido miles de millones de dólares.

Lo curioso es que todo esto ha ocurrido justo cuando los robotaxis han llegado a las calles de San Francisco. Por unos diez dólares se puede coger un coche sin conductor desde Alamo Square hasta los bares de Nob Hill. El plan de prueba lo ha puesto en marcha Cruise, una empresa de vehículos autónomos que es propiedad mayoritari­a de General Motors. Al igual que Uber, tiene una aplicación con la que puedes llamar a un coche para que te recoja. Los precios también son similares, aunque es de suponer que serán más baratos si despega.

Es desconcert­ante ver que un coche sin conductor se pare a tu lado y escuchar que una voz robótica te diga que te pongas el cinturón de seguridad y disfrutes del viaje. Pero yo no he tenido ningún problema en todos los viajes que he hecho.

Los coches son prudentes cuando detectan obstáculos, lo que resulta muy tranquiliz­ador para los pasajeros nerviosos. Quizá por esa razón ha habido noticias de coches atascados en la carretera que bloqueaban el tráfico. Tras un accidente con un vehículo que circulaba a gran velocidad, Cruise retiró sus robotaxis y actualizó el software. Ahora planea ampliar su servicio a Austin y Phoenix.

Ir en un coche sin conductor para ir de una parte a otra de la ciudad es como vivir en el futuro. Los vehículos autónomos, un sector ambicioso, difícil y que puede cambiar la vida, son un ejemplo tangible del progreso tecnológic­o.

Lentitud

Su desarrollo ha sido muy caro. McKinsey calcula que la inversión total ha sido de más de 100.000 millones de dólares desde 2010. Solo el año pasado se superaron los 12.000 millones, según CB Insights.

Su desarrollo también ha sido mucho más lento de lo que se esperaba. El sueño de los coches sin conductor ha estado presente casi desde que se inventó el automóvil. En la era moderna, el primer proyecto de autoconduc­ción fue el de Google, ahora Waymo, que comenzó en 2009.

Cuando llegué a San Francisco en 2018 parecía que los coches sin conductor iban a estar en todas las carreteras en cuestión de meses. Uber afirmaba que pronto prescindir­ía de los conductore­s humanos, mientras que Waymo y Lyft lanzaron planes de robotaxi en Phoenix y Las Vegas. Todas las compañías querían invertir en vehículos autónomos.

Sin embargo, desde entonces el sector ha decaído. En 2018 un coche autónomo de Uber mató a una mujer que cruzaba la calle en Arizona. Las pruebas se detuvieron y el optimismo se desplomó. Dos años más tarde, Uber vendió su unidad de coches sin conductor a la start up Aurora.

El reto que hay que superar es importante. Los coches sin conductor no sólo tienen que controlar la mecánica del vehículo, sino que tienen que entender el mundo que les rodea y tomar decisiones rápidas cuando las circunstan­cias cambian. Tampoco hay un consenso sobre cómo deben funcionar. Cruise mapea las carreteras por las que circula mezclando los datos de las carreteras obtenidos de cámaras y de sensores de láser.

Las carreteras están llenas de tráfico y desorden y de conductore­s que toman decisiones irracional­es. Los coches no sólo deben ver el obstáculo que tienen delante, sino saber si está a punto de moverse y, si es así, en qué dirección.

Limitacion­es

La prueba del robotaxi de Cruise es bastante conservado­ra. Los coches sólo pueden circular entre las 10 de la noche y las 5:30 de la mañana. Si quiero mostrar a los amigos que me visitan las maravillas de los vehículos autónomos, tengo que esperar a que sea de noche y asegurarme de estar en la parte adecuada de la ciudad.

Aun así, el dinero sigue llegando. Parece que el comienzo lento no se considera un obstáculo para su eventual adopción. Uber ha firmado un acuerdo con Motional, la start up que trabaja con Lyft para ofrecer viajes en vehículos autónomos en Las Vegas. La filial de software para automóvile­s de Volkswagen, Cariad, está invirtiend­o 2.000 millones de dólares en una asociación con el fabricante de chips chino Horizon Robotics. Waymo planea ampliar su servicio de robotaxis a Los Ángeles y Cruise espera obtener la aprobación para los robotaxis sin pedales ni volante.

Ha sido un camino lento y costoso. Todavía pueden pasar años antes de que los coches autónomos sean algo habitual. Pero para muchas de las mayores empresas del mundo son algo que llegará inevitable­mente.

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Uber, Lyft, Tesla, GM y Volkswagen, entre otras, compiten en este mercado.
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Los vehículos deben entender el mundo que los rodea y decidir en segundos.

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