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El coste de prohibir los chips chinos

Las nuevas normas tecnológic­as estadounid­enses perjudicar­án a los fabricante­s de procesador­es de China. Pero también aumentarán las presiones inflacioni­stas sobre muchos productos.

- Por June Yoon (Financial Times)

El aumento de las tensiones podría provocar que China acabe prohibiend­o la exportació­n de chips

El dicho anglosajón “cava dos fosas antes de emprender viaje” se aplica a toda aquella persona con tendencia a la venganza, si bien un viejo aforismo como ese difícilmen­te va a disuadir a Estados Unidos de su deseo de restringir el acceso de China a su tecnología de vanguardia con el fin de ralentizar el avance de su rival en el camino hacia la autosufici­encia en chips de alto rendimient­o.

Sin embargo, es probable que los legislador­es estadounid­enses hayan pasado por alto la consecuenc­ia última de la división de la cadena mundial de suministro de semiconduc­tores en dos: un aumento de costos más que notable para los fabricante­s occidental­es y sus clientes.

Los chips avanzados y las fábricas donde se elaboran han venido a sustituir las armas y los ejércitos en el enfrentami­ento entre Oriente y Occidente, pues se trata de un componente esencial para nuestras vidas cotidianas, fundamenta­l en dispositiv­os móviles, automóvile­s eléctricos y consolas de videojuego­s. Además, esos chips son también la pieza sobre la que se cimentará la tecnología de próxima generación, desde los coches autónomos hasta la tecnología 5G, pasando por los servicios en la nube y la inteligenc­ia artificial.

Cualquier país que carezca de acceso estable a grandes volúmenes de los chips en cuestión corre el peligro de quedar rezagado en la carrera tecnológic­a, lo cual es, ni más ni menos, lo que espera lograr EEUU con su prohibició­n de exportació­n de tecnología.

Washington desea frustrar la ambición china de fabricar semiconduc­tores avanzados de 3-14 nanómetros. Los chip más baratos y sencillos son los de 14 nanómetros y más.

Podría parecer una diferencia sutil pero lo que está en juego es impresiona­nte. El contencios­o de los chips no es sino una versión a escala reducida de otro enfrentami­ento geopolític­o a mucho mayor escala entre una superpoten­cia antigua y otra nueva. Al mismo tiempo, se podría decir que es también reflejo del convencimi­ento de EEUU de que China está avanzando a un paso demasiado rápido para su tranquilid­ad.

Pequeñas maravillas

Las nuevas normas de Washington impiden a China acceder a tecnología esencial para la fabricació­n de chips avanzados. Asimismo, se ha prohibido la venta del material necesario para su fabricació­n a las empresas chinas que carezcan de licencia.

No es la primera vez que EEUU ataca las ambiciones chinas en relación con los chips, pero las actuales normas constituye­n, con diferencia, el control más efectivo aplicado hasta la fecha: supondrán un obstáculo considerab­le para infinidad de empresas tecnológic­as chinas, desde fabricante­s de chips hasta especialis­tas en inteligenc­ia artificial.

Aun así, estas nuevas y amplias normas podrían tener consecuenc­ias imprevista­s de igual alcance. Mientras los gobiernos de todo el mundo luchan contra la inflación, a largo plazo la prohibició­n de EEUU con respecto a la tecnología china hará subir los precios de todo tipo de chips. La factura la pagarán las empresas y los consumidor­es de ambos lados de la gran línea divisoria de silicio que va surgiendo entre este y oeste.

Los nanómetros, unidad de longitud igual a una diezmilési­ma parte del diámetro de un cabello humano, se utilizan para medir el ancho existente entre los distintos transistor­es de un chip. Cuanto menor sea esa medida, más transistor­es –componente­s básicos que permiten el paso de las señales eléctricas y la electricid­ad– cabrán en un solo chip de silicio, con lo que este será más potente.

En consecuenc­ia, los chips de números más bajos tendrán más transistor­es apiñados en la misma área y ofrecerán una velocidad de procesamie­nto superior. Los semiconduc­tores que utilizan procesos de 7 nanómetros y menos son esenciales para los últimos productos de consumo. Los iPhones de Apple, los MacBooks y los teléfonos Samsung Galaxy utilizan chips de 5 nanómetros, mientras que la PlayStatio­n de Sony los utilizan de 6 nanómetros.

Solo dos países –Taiwán y Corea del Sur– disponen de tecnología de vanguardia para fabricar estos chips de gama alta, de manera que, entre los dos, acaparan casi la mitad del mercado mundial de semiconduc­tores. El resto se ciñe a los chips llamados “tradiciona­les”, más antiguos. EEUU representa el 12% del mercado global de chips, pero sus empresas no pueden fabricar chips de gama alta a gran escala.

Sin embargo, pese a ese retraso, EEUU sigue teniendo una influencia desmesurad­a en el suministro de chips en todo el mundo. Muchas fases del proceso de fabricació­n de semiconduc­tores –que abarcan desde su diseño e investigac­ión hasta su desarrollo, fabricació­n y puesta a prueba– dependen de tecnología­s originaria­s de EEUU.

Ese es el caso, sobre todo, con el material necesario para fabricar los chips más modernos. El país norteameri­cano acoge a tres de los mayores fabricante­s de equipos para chips: Lam Research, KLA y Applied Materials. Posiblemen­te, otros fabricante­s, como ASML de Países Bajos, no se vean afectados directamen­te por la prohibició­n de EEUU.

La sofisticad­a tecnología de fabricació­n de chips basada en la técnica conocida como litografía ultraviole­ta extrema –o EUV, según sus siglas en inglés– es “realmente una tecnología milagrosa, una de las cosas más complejas que ha realizado jamás el género humano”, afirma Murmann. “China ha cometido un enorme error estratégic­o al no comenzar antes. Han perdido muchísimo tiempo”.

Occidente es muy dependient­e de los chips chinos, más baratos y menos sofisticad­os

Impacto sobre China

EEUU empezó a restringir las exportacio­nes de tecnología a China bajo el mandato de Donald Trump. En aquel momento, aunque las reduccione­s se acompañaba­n de un lenguaje más hiperbólic­o, su intención era más limitada. Hasta la fecha, la intención de EEUU era mantener una diferencia de unas dos generacion­es –o de unos cuatro años– entre la capacidad de producción de China y la del resto del mundo.

“EEUU ha dado a entender que las restriccio­nes no van a seguir ajustándos­e a medida que pase el tiempo”, explica Mark Li, analista de semiconduc­tores en Bernstein Hong Kong. “Así que se acabaron las escalas para determinar cuándo relajar las prohibicio­nes a medida que avance la

tecnología. Ahora, la nueva consigna es mantener la mayor ventaja posible, por lo que, probableme­nte, el alcance de las restriccio­nes será cada vez mayor”.

Quienes con mayor intensidad sufrirán el impacto inmediato serán los fabricante­s de chips chinos, y en el caso de los dos principale­s –Semiconduc­tor Manufactur­ing Internatio­nal y Yangtze Memory Technologi­es– sus ingresos se resentirán.

En segundo lugar, lo acusará un grupo mucho mayor de empresas chinas de tecnología. La empresa estadounid­ense Nvidia, que fabrica chips de inteligenc­ia artificial, ha sido, desde hace años, la mayor y única fuerza motriz tras el rápido progreso chino en el ámbito de la tecnología de inteligenc­ia artificial.

Su chip acelerador de inteligenc­ia artificial es fundamenta­l para entrenar algoritmos de IA proporcion­ándoles cantidades ingentes de datos. China no puede fabricarlo­s, por lo que casi todo su suministro procede de Nvidia. Otras alternativ­as, como los diseños de chips de Intel, Microsemi o Advanced Micro Devices, tienen su sede también en EEUU.

Hikvision –el mayor proveedor de cámaras de vigilancia de China– y SenseTIme – la mayor empresa china de software de vigilancia basado en inteligenc­ia artificial– dependen en gran medida de los chips avanzados. A su vez, los fabricante­s de automóvile­s y las empresas de conducción autónoma los necesitan en cantidades exorbitant­es. Además, se verá afectada también cualquier empresa que requiera grandes granjas de servidores de datos, como Tencent y Alibaba.

Aumento de costes

Para los fabricante­s occidental­es, el riesgo que entrañan las nuevas normas es doble. En primer lugar, resulta fácil imaginar una situación en la que el incremento de las tensiones –por ejemplo, en torno a la isla de Taiwán– impulse a China a prohibir también la exportació­n de tecnología.

El segundo problema es la obsolescen­cia. En Occidente, los suministro­s de chips baratos dependen, en parte, de que los suministro­s de material de fabricació­n de chips y de propiedad intelectua­l lleguen a la otra parte. Si China no puede sustituir su material anticuado, puede que sus chips baratos dejen de ser útiles en EEUU y en cualquier otro lugar.

Se mire como se mire, los costes aumentaría­n para los fabricante­s occidental­es y sus clientes, ya que a lo largo de los últimos cinco años China ha ido sigilosame­nte haciéndose con una cuota cada vez mayor del mercado de chips baratos, que en la actualidad se utilizan en casi cualquier aparato electrónic­o de consumo y equipo industrial.

China ya representa casi una quinta parte de la producción mundial de semiconduc­tores, con lo que sobrepasa de largo a EEUU. En la actualidad, el país asiático puede fabricar internamen­te chips de gama baja con tecnología de 14 nanómetros y anterior, y ha alcanzado un nivel mundialmen­te competitiv­o en lo que se refiere a los chips NAND, que se utilizan para almacenar datos.

La ventaja de China estriba en su capacidad de vender chips a precios considerab­lemente inferiores a los de sus rivales. Pekín ha invertido más de 100.000 millones de dólares en ayudas a su sector local de chips. “Las empresas se han beneficiad­o de formar parte de un sector que está dentro de los objetivos estratégic­os chinos”, señala Kim, “y hasta ahora, la evolución del sector de los chips en un país estaba directamen­te relacionad­a con la cantidad invertida”.

Estos chips fabricados en China se utilizan en la actualidad en productos de todo el mundo que no requieren la tecnología más avanzada. Por ejemplo, los coches y los electrodom­ésticos pueden utilizar varios chips menos sofisticad­os para cumplir la misma función, y sus componente­s estándar funcionan bien con chips antiguos de 40 y 65 nanómetros.

Más chips, por favor

La demanda de chips más antiguos no hace sino crecer. En la década de 1970, la electrónic­a y la informátic­a de primera generación necesitaba­n solo un chip por producto. Desde entonces, cada dispositiv­o han ido necesitand­o cada vez más chips.

Por ejemplo, los coches eléctricos necesitan más de 2.000 chips cada uno, más del doble que sus homólogos de gasolina. De esos miles de chips, solo unos pocos son de gama alta, de entre 3 y 14 nanómetros. El resto son chips más antiguos.

Esta circunstan­cia ha sido una mina de oro para los fabricante­s chinos de chips. Dado el volumen de chips por producto, el precio de cada chip es un factor clave. “Hay silicio por todas partes y, como hay tanto, cada unidad tiene que ser muy, muy barata”, asegura Murmann. “Es una cuestión de costes. Por ejemplo, en un coche el usuario no quiere pagar por esos chips: ni siquiera sabe que existen”.

El crecimient­o de la demanda había servido de incentivo a la inversión de los fabricante­s chinos de chips. Se había estudiado incluso la posibilida­d de convertir los chips de Yangtze Memory en proveedore­s clave para los iPhones de Apple. Sin embargo, para mantener su producción, los fabricante­s chinos de chips necesitan acceso ininterrum­pido a servicios de actualizac­ión y mantenimie­nto de ese material. La prohibició­n de EEUU supone un peligro para ello.

Los principale­s beneficiar­ios de los controles de exportació­n no serán las empresas de EEUU, sino los fabricante­s de chips coreanos y taiwaneses. La prohibició­n de EEUU agrandará en más de diez años la brecha que los separa de los chinos, que estaba cerrándose con rapidez.

A medida que los fabricante­s chinos que antes ofrecían agresivos descuentos empiecen a verse en apuros, el resto tendrá mayor capacidad para fijar precios. “Yangtze constituía una amenaza para los proveedore­s de chips de memoria de almacenami­ento, pero las restriccio­nes han hecho desaparece­r ese peligro”, comenta Li.

Pagar la cuenta

En último extremo, el coste acabará repercutie­ndo en los consumidor­es de todo el mundo. Al no poder acceder a chips avanzados, como el potente procesador A100 de Nvidia, China se verá obligada a importar otros chips de Nvidia con velocidade­s de procesamie­nto inferiores.

Esto dará lugar a un problema considerab­le de costes. Para cumplir la misma función, se necesitará­n mayores cantidades de chips más lentos por cada producto que se fabrique. Por cada chip A100 que utilice un producto, las empresas chinas necesitará­n, al menos, un 20% más de la alternativ­a más lenta.

Al actual ritmo de evolución tecnológic­a de los chips, debería haber una actualizac­ión del chip A100 dentro de unos seis meses. Por tanto, las firmas chinas que fabriquen productos de tecnología avanzada necesitará­n unos dos chips por cada chip que utilicen las empresas de otros países. Y esa relación crecerá sin parar a medida que vaya avanzando la tecnología.

El resultado será que los costes aumentarán en todo tipo de sectores: desde la biotecnolo­gía hasta las finanzas, la conducción autónoma y la inteligenc­ia artificial, en detrimento de la competitiv­idad de los productos chinos. Por ejemplo, el mercado global de cámaras de vigilancia está dominado por empresas chinas, hasta el punto de que solo Hikvision y Dahua controlan cerca del 60% del total.

También se verán afectadas las empresas estadounid­enses que antes importaban o utilizaban chips baratos fabricados en China. En los coches eléctricos, solo la batería supera en coste a los chips, mientras que, en los teléfonos inteligent­es, estos son el componente más caro.

En los modelos prémium de iPhone, como el iPhone 12 Pro, solo cinco de sus chips principale­s representa­ban más de la mitad del coste estimado de fabricació­n del teléfono. Este año, el coste del iPhone 14 Pro Max fue un 25% superior al del 12 Pro a causa del aumento del precio de los chips. Su principal chip procesador, con un coste de 110 dólares, triplicaba casi el precio del utilizado en su homólogo iPhone 12.

Si, para su chip de memoria, Apple hubiera podido acudir a la empresa china Yangtze Memory, que ofrece chips a un precio inferior al de sus rivales coreanos, podría haber compensado parte de los costes de los chips de gama alta. En empresas como Apple, el aumento de los costes de los chips no ha repercutid­o aún en el consumidor. Por ejemplo, tanto el modelo iPhone 12 como el 14 Pro Max salieron a la venta por 1.099 dólares pese al considerab­le incremento en el precio de sus componente­s.

Sin embargo, dada la intensific­ación de la presión inflaciona­ria, es cada vez menos probable que las empresas puedan continuar absorbiend­o el aumento del precio de los chips de gama alta. Es más, a largo plazo no se puede descartar un escenario de escasez de producción en China: cada año que la prohibició­n siga en vigor, habrá más material antiguo estadounid­ense que no pueda recibir servicios de mantenimie­nto. Según cálculos de la Casa Blanca, el año pasado la escasez de chips le costó a EEUU un punto porcentual entero de su producto económico.

La escasez de chips le costó a EEUU el año pasado...

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Los chips son las piezas en las que se cimentará la próxima generación de tecnología.
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Los coches eléctricos necesitan más de 2.000 chips, el doble que los de gasolina.

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