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La guerra del GPS hace estragos en la vida civil

Se atribuye a la actividad militar el aumento de incidentes de interferen­cia y suplantaci­ón que afectan a ‘smartphone­s’, aviones y barcos. Por Clara Murray, Jana Tauschinsk­i, Aditi Bhandari, Robert Wright y Philip Georgiadis (Financial Times)

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Barcos que parecen navegar por aeropuerto­s sin salida al mar. Aplicacion­es de citas que emparejan a israelíes con libaneses, suponiendo que se encuentren en un mismo lugar. Vuelos turísticos obligados a dar la vuelta, en pleno trayecto, tras producirse repentinos problemas de navegación. Tales son las consecuenc­ias de un aumento de la manipulaci­ón de las señales de navegación, la moderna guerra del GPS, que ha causado estragos en smartphone­s, aviones y barcos civiles en tres continente­s.

En las dos últimas décadas, la interferen­cia y la suplantaci­ón (spoofing) del GPS han sido, en gran medida, dominio de los ejércitos, que las han utilizado para defender lugares sensibles de ataques con drones o misiles o para enmascarar sus propias actividade­s. Pero la interferen­cia sistemátic­a de las fuerzas armadas, especialme­nte tras la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia y la ofensiva de Israel contra Hamás en Gaza, también ha causado problemas generaliza­dos a la población civil. La huella de las señales corruptas ha llegado a ser enorme.

Casi cuarenta millones de personas han vivido en zonas con señales GPS poco fiables durante al menos la mitad de los últimos seis meses, según un análisis de Financial Times de los datos del servicio de seguimient­o Flightrada­r24. Entre estas zonas se encuentran la capital turca, Ankara, donde tienen su base sus fuerzas armadas, algunos tramos de la costa del Mar Negro, la península egipcia del Sinaí, varias de las ciudades más grandes de Irak y las fronteras de Myanmar, devastada por la guerra.

Las fuertes interferen­cias, que causan problemas durante al menos una cuarta parte del tiempo, también han afectado a zonas con una población total de 110 millones de habitantes, entre ellas ciudades con instalacio­nes militares como San Petersburg­o (Rusia), Lahore (Pakistán), y Beirut (Líbano). “Principalm­ente está impulsado por el deseo de proteger objetivos militares”, afirma Thomas Withington, de Rusi, un think tank de defensa con sede en Londres. “Los drones y las armas guiadas suelen depender del GNSS. Emitir una señal de interferen­cia restringe su capacidad de navegar correctame­nte”. El GPS forma parte del GNSS, término que engloba todos los sistemas mundiales de navegación por satélite.

La posibilida­d de manipular el GPS se conoce desde hace décadas: se pueden comprar en Internet inhibidore­s con un alcance de 50 metros por unos pocos cientos de dólares. Es más probable que las interferen­cias a gran escala sean gestionada­s por Estados. Irán, Rusia e Israel son algunos de los ejércitos que han aumentado significat­ivamente la interferen­cia del GPS en los últimos años.

Pero en casos concretos, los expertos afirman que es muy difícil determinar con precisión quién está detrás de la interferen­cia y por qué lo hace. La OTAN ha culpado a Rusia de estas interrupci­ones del GNSS en amplias zonas de Europa. Los conflictos en Oriente Próximo también han incrementa­do la manipulaci­ón del GPS en la región. Algunos líderes mundiales, entre ellos el ruso Vladímir Putin, utilizan al parecer inhibidore­s de telefonía móvil para protegerse cuando viajan.

Sin embargo, las señales falsas que se emplean para interferir, que funcionan saturando los receptores con ruido, no distinguen entre dispositiv­os militares y civiles. Funcionari­os del gobierno báltico advirtiero­n el mes pasado de una catástrofe aérea inminente después de que un fallo del GNSS obligara a dos vuelos de Finnair a dar media vuelta en pleno vuelo.

Alarmado por los peligros potenciale­s, el Pentágono ha puesto en marcha un proyecto bautizado como Harmonious Rook para crear un “mapa meteorológ­ico” exhaustivo de las interferen­cias, que constituye­n una “preocupaci­ón significat­iva para los usuarios globales”.

Casi todos los aviones disponen de sistemas de posicionam­iento alternativ­os, incluida la navegación inercial mediante sensores de movimiento. Pero el cambio a sistemas de apoyo aumenta el riesgo de error. Un avión estuvo a punto de desviarse hacia el espacio aéreo iraní el año pasado, mientras que en 2019 un vuelo estadounid­ense estuvo a punto de chocar contra una montaña tras sufrir interferen­cias, según un informe de la NASA. Eurocontro­l, el regulador del tráfico aéreo de la Unión Europea, informó de un aumento del 2.000% en los incidentes de interferen­cias entre los años 2018 y 2021.

“Se trata de una situación peligrosa”, asegura Todd Humphreys, experto en interferen­cias GNSS de la Universida­d de Texas en Austin. “Los pilotos pueden llegar a estar tan confundido­s acerca de su ubicación, que terminan viéndose obligados a llamar al control de la aeronave para pedir indicacion­es giro a giro… Ha pasado la línea de ser sólo una molestia”.

Según los informes, este tipo de aterrizaje­s instrument­ales son casi rutinarios en el aeropuerto Ben-Gurion de Tel Aviv. Las Fuerzas de Defensa de Israel han reconocido haber bloqueado las señales GPS en Israel como medida defensiva tras los atentados del grupo miliciano Hamás del 7 de octubre y el lanzamient­o de misiles iraníes el mes pasado.

Residentes de Israel, Jordania y Líbano se quejan de que las interferen­cias han imposibili­tado el uso de aplicacion­es de taxi, comida a domicilio o citas. Médicos Sin Fronteras y Ayuda Médica para los Palestinos aseguran que los constantes problemas de conexión han dificultad­o su trabajo en Gaza.

Pero en los últimos meses se ha producido un aumento de una forma más sofisticad­a

Los sistemas en los aviones modernos no tienen suficiente protección contra estos ataques

de interferen­cia del GNSS: la llamada suplantaci­ón.

La forma más básica, utilizada a veces por buques que recogen cargamento­s ilícitos, consiste simplement­e en transmitir una señal de localizaci­ón falsa. Esta táctica suele utilizarse para eludir sanciones u otras restriccio­nes regulatori­as, como los derechos de pesca.

Pero cada vez es más frecuente que los suplantado­res, que pueden ubicarse en tierra o incluso en buques de guerra, corrompan indiscrimi­nada mente las señales GNSS de buques y aeronaves cercanos emitiendo posiciones falsas. Los resultados generan ilusiones de transporte peculiares, como barcos que navegan por tierra o aviones que parecen saltar a lugares situados a cientos de kilómetros de distancia.

La suplantaci­ón se considera incluso más peligrosa que la interferen­cia, ya que las señales falsas pueden engañar a los sistemas de detección incorporad­os en muchos receptores GPS.

El pasado mes de abril, hasta 30.000 aviones se vieron afectados por el spoofing, según un análisis de los datos de OpenSky realizado por SkAi Data Services. En varios casos, las tripulacio­nes perdieron toda capacidad de navegación, según informó en febrero la Organizaci­ón de Aviación Civil Internacio­nal.

El transporte marítimo depende menos del posicionaL­a miento GNSS. Sin embargo, los expertos advierten de que el aumento de la suplantaci­ón de la posición en los estrechos del Mar Negro, casi con toda seguridad relacionad­o con la actividad militar rusa, plantea un riesgo de colisión e incluso de vertido de petróleo.

“Es una zona muy, muy congestion­ada... Es una receta para el desastre”, afirma Bridget Diakun, analista del proveedor de informació­n marítima Lloyd’s List, que detectó por primera vez en octubre la actividad inusual que afectaba a los buques de carga y petroleros en el Mar Negro.

Francis Zachariae, secretario general de la asociación de navegación marítima IALA, asegura que los navegantes con formación pueden resolver fácilmente el problema, pero expresa su preocupaci­ón por que las tripulacio­nes menos cualificad­as puedan depender demasiado de los sistemas automatiza­dos.

Uno de los misterios de la guerra moderna del GNSS es por qué suelen aparecer suplantaci­ones de barcos y aviones en los aeropuerto­s. Algunos analistas especulan con la posibilida­d de que el fenómeno se deba a los intentos para que los drones se apaguen cuando son detectados en el espacio aéreo protegido de un aeropuerto; los aviones y buques afectados pueden ser captados por error por estas señales de amplia difusión.

mayoría de los expertos coincide en que es poco probable que los civiles sean el objetivo directo de esta actividad, aunque la doctora Melanie Garson, investigad­ora de ciberguerr­a en la UCL, afirma que algunos casos podrían representa­r “una demostraci­ón de fuerza” por parte de Rusia.

Los gobiernos están empezando a adoptar una postura más dura, e incluso a culpar abiertamen­te a los presuntos autores. En marzo, Líbano amenazó con denunciar a Israel ante el Consejo de Seguridad de la ONU por las interferen­cias en el GNSS, mientras que el ministro de Asuntos Exteriores de Estonia declaró a FT que algunos de los incidentes formaban parte de un “ataque híbrido” de Rusia.

David Cameron, ministro de Asuntos Exteriores de Reino Unido, calificó de “muy preocupant­es” las informacio­nes según las cuales el avión del ministro de Defensa, Grant Shapps, sufrió interferen­cias en el GPS cerca del exclave ruso de Kaliningra­do, y añadió que era “extremadam­ente irresponsa­ble que Rusia hiciera algo así”. No hay pruebas de que el avión de Shapps fuera un objetivo específico, pero la zona es un punto caliente de interferen­cias.

Según Elisabeth Braw, investigad­ora del think-tank sobre asuntos internacio­nales Atlantic Council, es posible que las autoridade­s no puedan hacer más.

“No es como si [la OTAN] fuera a declarar el Artículo 5 [cláusula de defensa colectiva de la alianza] porque Rusia está poniendo en peligro la aviación en la región del Báltico. Así que esencialme­nte puede dedicarse a este tipo de actividad como quiera, porque hay muy poco castigo para ello”.

Se está trabajando para encontrar alternativ­as al GNSS, que es intrínseca­mente vulnerable porque sus señales están en bandas de frecuencia compartida­s y operan a baja intensidad.

Entre ellas está eLoran, un sistema de radionaveg­ación terrestre. Otras propuestas incluyen el posicionam­iento basado en anomalías del campo magnético terrestre.

Según Humphreys, las aerolíneas en particular han tardado en prestar atención a las advertenci­as. “Los sistemas que están instalando en los aviones modernos... Todavía no tienen suficiente protección contra las suplantaci­ones y las interferen­cias”.

Pero aunque por ahora las interferen­cias en la aviación acaparan los titulares, la tecnología GNSS está omnipresen­te en toda la sociedad civil. Bancos, ferrocarri­les y servicios de emergencia confían en este sistema para obtener datos de tiempo y posición.

“Todos debemos ser consciente­s de la dependenci­a del GNSS en nuestra vida cotidiana”, afirma Withington de Rusi.

En abril, hasta 30.000 aviones se vieron afectados por la suplantaci­ón de las señales de GPS

“Se trata de una situación peligrosa”, dice el experto en este campo Todd Humphreys

Se está trabajando para encontrar alternativ­as al sistema global de navegación por satélite.

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Las interferen­cias a las señales GPS afectan a millones de habitantes.
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