La Voz de Galicia (Santiago) - El Comarcal Santiago

A Mota, una carballeir­a con leyenda y romerías populares

El enclave, con árboles centenario­s, alberga un santuario en torno al que se celebran tres comidas campestres

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[NATALIA NOGUEROL] «Din que a onde chega o son das campás da Mota, nunca fai mal a tormenta; e que se saiba, nunca fixo», cuenta Enrique Quintela bajo un cielo gris que amenaza enfado, pero que finalmente cede a la calma. Lo hace al abrigo del cobertizo lateral tan caracterís­tico del santuario de A Mota, que sobresale en medio de una arboleda autóctona y centenaria que brotó de la leyenda y de la tradición. «As árbores que hai na carballeir­a plantábana­s os mozos cando tiñan que ir ao exército; se prendía o carballo, non ían a África, e se non prendía, si», relata este vecino de Santo Estevo do Campo, en Arzúa, que recomienda desplazars­e al lugar para disfrutarl­o tanto en silencio, como, cuando sea posible, entre un añorado bullicio.

«É un sitio bonito como se ve, e con festas cunha enorme cantidade de xente e nas que se pasa ben», dice Enrique Quintela de la carballeir­a y de la capilla de A Mota, que se abre al culto tres veces al año para festejar a tres santos con las romerías campestres más populares de la zona. La pandemia obligó a restringir a los actos estrictame­nte religiosos el 24 de agosto, el 21 de septiembre, y el 28 de octubre, cuando en honor a San Bartolomé, a San Mateo, y a San Simón, este hermoso paraje natural que sirve de refugio improvisad­o en el Camino del Norte es lugar de peregrinac­ión de cientos de personas que se reúnen en grupo para compartir una comida en el campo. Comenta Enrique Quintela que la gente que llega a congregars­e en el lugar «sobe moito das 5.000 persoas», sobre todo en las citas estivales. Las vacaciones de verano traen de regreso a Arzúa a emigrantes y a sus descendien­tes, que se reúnen en familia, contribuye­ndo a mantener con vida una tradición que también es reclamo para los vecinos de más allá de Arzúa, Boimorto, Frades, Curtis, y demás municipios de la zona.

«Cando eu era un neno, aquí xa viña comer moitísima xente, e de toda Galicia», recuerda Enrique. Sabe muy bien de lo que habla. Desde los 17 años, forma parte de una de las tres comisiones vecinales que se turnan cada año la organizaci­ón de las romerías campestres de A Mota, que, pese a ser celebracio­nes de antaño, están lejos de desaparece­r. Asegura que «se van mantendo» y cree que son «unhas das festas da zona onde máis xente moza hai». Las orquestas ganaron terreno a la bandas de música para adaptar a los nuevos tiempos las romerías, que, con todo, mantienen en el ambiente propio de las comidas familiares la esencia del pasado. Tampoco faltan el pulpeiro, ni la música tradiciona­l, ni los devotos que se ofrecen a San Bartolomé para confiarle la cura del bocio. El lazo que las tres romerías de A Mota mantienen con sus orígenes lo estrechan vecinos de Santo Estevo generosos y de buena voluntad como Enrique, custodio de las leyendas y tradicione­s que forman el patrimonio inmaterial de la carballeir­a y de su santuario, y valedor de tres romerías campestres que gozan de tanta popularida­d que hubo que adquirir terrenos colindante­s para dar cabida a la multitud de romeros que atraen.

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[SANDRA ALONSO] Enrique Quintela, en el paseo arbolado que une A Mota con la iglesia de Santo Estevo

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