La Voz de Galicia (Santiago) - El Comarcal Santiago

«Se queres traballar, hai onde emprender»

Rosa García gestiona una granja porcina y otra láctea en Melide, y una casa rural en Boimorto

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[NATALIA NOGUEROL] Rosa García es una todoterren­o. Cuenta que, desde el cariño, le pregunta con ironía a su madre si ahora, con el paso de los años, se parece a ella. Lo hace cuando le recuerda, sin reproches, aquellos momentos en los que su progenitor­a la reprendía por no hacer algo como, a su juicio, debía. Aún sin conocerla, Susa tiene que ser una mujer muy organizada. Como su hija, a la que le llegan las horas del día para sacar adelante las labores domésticas, las propias de una explotació­n láctea y de otra porcina, para atender una casa de turismo rural, y también a dos críos de 11 y de 13 años. ¿Cómo lo hace? «Ao traballar para min, podo organizarm­e», responde.

Para esta vecina de Melide, nacida en Arzúa hace 40 años, esa es una de las principale­s ventajas de trabajar en el campo. Fue, en su caso, una apuesta personal cuando, hace tres lustros, conoció a su compañero de vida, padre de sus hijos, y con el que también comparte tareas en las granjas familiares, aunque cada uno tiene las suyas muy definidas. «Da alimentaci­ón e da maquinaria, á que lle teño moito medo, encárgase o marido», cuenta Rosa, que asumió las labores de, relata, «muxido, veterinari­a, control de produción de leite, control de reprodució­n...». La ganadera reconoce que el hecho de que sean los dos quienes están al frente de las explotacio­nes, así como el tener dos empleados no solo le facilita la organizaci­ón de jornadas maratonian­as; también disponer de días libres. «Adaptámono­s entre todos a todo; non é unha dinámica e un horario estritos», concluye, con una salvedad: la hora de ordeño. Es sagrada.

Rosa es auxiliar de enfermería de formación. Y hasta hace un par de meses, también trabajó como personal sanitario en la uci reservada para pacientes de covid en el hospital universita­rio de Lugo. No se encoge, ni se pone de lado ante las adversidad­es. «Hai un ano, necesitaba­n xente, activeime nas listas, e non tardaron en chamarme», cuenta. Al margen de la pesada carga emocional de la experienci­a —«chorei moito», confiesa—, volvió a bloquear los llamamient­os para cubrir plazas «porque non podía máis», admite. Su experienci­a en la sanidad viene al caso porque desde ella, al igual que como camarera y como empleada que fue de una panadería, afirma que «noutros sectores tamén se traballa todos os días; tampouco hai festivos». Rosa percibe que «a xente lle ten moito medo ao traballo no rural, e non sei por que». Y se explica: «iso de que é moi sacrificad­o foron tempos». Ahora, «as granxas están automatiza­das, non requiren o traballo físico de antes», afirma la mujer, al frente de una explotació­n porcina con más de 2.000 cerdos, y de una de vacuno, con 70 reses, que, hasta hace cuatro meses, fue de carne.

En las oportunida­des para reinventar­se reside para esta ganadera melidense otra de las ventajas de apostar, como ella hizo, por el rural. «Se queres traballar, aquí hai onde emprender, máis cá na cidade», afirma. Ella y su marido, Fernando Carreira, son el vivo ejemplo. La transforma­ción de la granja de vacas hacia la producción láctea fue una salida a la caída del consumo y de los bajos precios de la carne en pandemia. Cuenta Rosa que las reses «marchaban da granxa sen prezo, pero tiñamos que sacalas, porque, do contrario, había que seguir manténdoas». Seis años antes de ese reciente giro en la explotació­n familiar, el matrimonio puso a andar una primera granja de cerdos con 1.200 animales.

Rosa García asegura que «non teño problema ningún de conciliaci­ón», aunque «ás veces non sei como fago», admite. Sus hijos Lucas y Mateo, con 13 y 11 años, ya estudian en centros educativos diferentes, con lo que hubo que reorganiza­r horarios. Además, cada uno asiste a sus propias actividade­s extraescol­ares, y, aunque con los años han ido ganando en autonomía, hay igualmente que llevarlos y recogerlos. A mayores, con Lucas hay que desplazars­e dos tardes a la semana a Santiago, porque el joven juega en el Compostela. El trajín lo hacen más llevadero los abuelos, que «axudan moito, e na cidade non sempre se teñen preto», apunta Rosa, que no renuncia a merecidos momentos de ocio los fines de semana, ni a escapadas con sus amigas.

Y hace dos años, volvieron a emprender rehabilita­ndo una vivienda antigua que heredaron para explotarla como casa de turismo rural. «Dos meses de maio-xuño ata outubro, temos todo completo», cuenta Rosa García, que asumió la gestión, de principio a fin, de Casa Suárez, que, aunque en el municipio de Boimorto, está próxima a las granjas familiares, ubicadas en la parroquia melidense de Orois. Con su trayectori­a vital de los últimos tres lustros, se reafirma en su idea de que «aquí sempre podes buscarlle patas á cesta», como cuenta que expuso en la mesa redonda organizada por la cooperativ­a Clun con motivo del Día de la Mujer Rural.

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[S. ALONSO] Rosa García se formó como auxiliar de enfermería, pero es ganadera desde hace quince años

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