La Voz de Galicia (Santiago) - El Comarcal Santiago
Carmen y Dolores Ferro: genética centenaria en O Pino
Las hermanas, de la parroquia de Gonzar, suman 199 años
[n. nOguerOl] En la familia Ferro Seijo, de O Pino, no faltan velas para soplar. Aunque cuando se trata de celebrar, cierto es que nunca sobran. Cerca de 200 años —199, concretamente— suman Carmen y Dolores, dos hermanas de la parroquia de Gonzar que figuran en el padrón de habitantes entre los vecinos de más edad del municipio. La mayor es Carmen, con 103 años de vida, y, con 96, Dolores avanza, con paso firme, hacia el primer centenario de su nacimiento.
Las hermanas Ferro Seijo fueron retratadas juntas en el último encuentro de la tercera edad de O Pino, que recuperó, después de dos años de pandemia, una celebración que reunió, en el área recreativa de A Madanela, a unos novecientos mayores. Entre todos ellos, Dolores, nacida en abril de 1926, es la mayor de los cuatro vecinos homenajeados por el Concello en la que fue la vigésimo cuarta edición de la fiesta. No faltó a la celebración su hermana Carmen, que, en su día, confesó que trabajar y echar un baile son su secreto para alcanzar el siglo de vida. La pandemia de la covid no mermó el ánimo de la mayor de las hermanas Ferro, que reside, en el lugar de Amarelle, con su hija, María Isabel, con su yerno, Arsenio, y con su nieto Josecho.
A Carmen le vinieron peor dadas en la adolescencia. Tenía 15 años cuando se quedó sin padre, y tuvo que hacer piña con su madre para sacar adelante a sus siete hermanos. Entre ellos, a Dolores, que también reside en el lugar de Amarelle, y que, al igual que su hermana, tuvo un único descendiente: Manolo, con quien vive, además de con su nieta, Loli, y con su nuera, Consuelo. Es esta última la que cuenta que Dolores y Carmen se ven con cierta frecuencia, y entre ellas «acórdanse moito da vida de antes». A su suegra, que es amiga de estar en casa, le gusta pasar las horas por las tardes cosiendo. «Enfía a agulla ela, e de marabilla», apunta Consuelo, quien también cuenta que, pese a los problemas de asma, los 96 años que carga Dolores a sus espaldas no son impedimento para una mínima autonomía personal. Por las mañanas, cuenta, «peitéase, lávase, e fai a súa cama; eu só lle dou o medicamento e o almorzo».
«Non dá traballo ningún», resume Consuelo, a la que no le falta ni ápice de razón cuando dice que la mayor fortuna de su suegra es que «está moi ben de sentido. Iso —afirma— vale moito».