El Confidencial

La hipótesis de dos psicólogos de Oxford: hablar más de salud mental empeora nuestra salud mental

- Héctor García Barnés

Imagínese que tiene 16 años y, un buen día, abre un periódico digital. Por ejemplo, El Confi‐ dencial. En él, lee que uno de cada cinco jóvenes sufre un problema de salud mental y que, según la OMS, el 25% de la población padecerá alguno a lo largo de su vida. Entonces, visi‐ tará una librería y verá que las estantería­s están abarrotada­s de libros sobre psicología, car‐ teles en el metro que dicen "el peor síntoma es el que queda en tu mente"

y leerá en redes sociales que "todos debería‐

mos ir a terapia".

Si se siente un poco nervioso, triste o preocupado, es posible que empiece a preguntars­e si a lo mejor usted también sufre un problema de salud mental. Al fin y al cabo, las cifras lo apo‐ yan. Entonces se mete en inter‐ net y teclea "ansiedad", y de re‐ pente descubre que muchos de esos síntomas encajan con lo que está sintiendo. Además, le pregunta a su amigo el que va al psicólogo cómo empezó él y se da cuenta que le está ocu‐ rriendo algo parecido. En ape‐ nas un par de horas ha llegado a la conclusión de que usted también sufre ansiedad, aun‐ que no haya pasado por las ma‐ nos de ningún especialis­ta. Esta es la base de la "sobrein‐ terpretaci­ón" que se encuentra en el corazón de lo que la doc‐ tora Lucy Faulkes, autora de Lo‐ sing Our Minds: The Challenge of Defining Mental Illness (St. Martin Press) y Jack Andrews, dos investigad­ores del Depar‐ tamento de Psiquiatrí­a de la Universida­d de Oxford, han bau‐ tizado como "la hipótesis de la inflación de la prevalenci­a" en un trabajo publicado en New Ideas in Psychology, que viene a decir que la penetració­n del lenguaje de la salud mental en nuestra vida diaria, así como las campañas de conciencia‐ ción, está provocando paradóji‐ camente que los casos se dis‐ paren en un círculo vicioso. Los psicólogos comenzaron a plantearse que esto podía estar ocurriendo tras investigar dis‐ tintos colegios que habían adoptado diferentes programas de salud mental. Faulkes vio cómo en los colegios ingleses que habían adoptado el mind‐ fulness habían empeorado los síntomas de los alumnos que tenían algún problema previo. Andrews, por su parte, participó en un estudio australian­o que arrojó resultados semejantes

con la terapia cognitivo-con‐ ductual.

"Piensan que sufren un proble‐ ma mental cuando tal vez solo tienen un mal día"

"Eran programas de conciencia‐ ción, así que concluimos que lo que podía estar ocurriendo es que ser más consciente­s de la salud mental y de su lenguaje podía estar agudizando estas tendencias", explica Andrews, que atiende a El Confidenci­al por videollama­da. PREGUNTA. ¿Qué dice la hipó‐ tesis de la inflación de la preva‐ lencia? RESPUESTA. La idea es que la mayor prevalenci­a de proble‐ mas de salud mental, especial‐ mente entre jóvenes, se debe a dos factores. El primero es que en los últimos años ha aumen‐ tado la identifica­ción de los pro‐ blemas de salud mental que ya existían anteriorme­nte. Eso es positivo, porque significa que están localizand­o sus proble‐ mas, enfrentánd­ose a ellos y, posiblemen­te, buscando ayuda. El segundo factor es más preo‐ cupante y se debe a lo que en la hipótesis llamamos sobrein‐ terpretaci­ón. Los jóvenes tie‐ nen más posibilida­des de pen‐ sar que sufren un problema mental cuando puede que sim‐ plemente estén de mal humor o pasando un mal día. Intepretan como problemas severos de salud mental emociones nega‐ tivas que, en algunos sentidos, son saludables y buenas. Es un problema, porque está inflando las cifras.

P. ¿Cómo funciona esa sobrein‐ terpretaci­ón?

R. Nuestra premisa es que hoy hay mucha informació­n sobre salud mental entre jóvenes y adultos. Recienteme­nte, hemos visto campañas donde cual‐ quier clase de emoción negati‐ va es vista como algo malo o carteles en estaciones de tren que dicen que si sientes ansie‐ dad, mal humor o necesitas dormir, debes buscar ayuda. Puede ser cierto en algunos ca‐ sos, pero en otros simplement­e has tenido un mal día, has su‐ frido una ruptura o has discuti‐ do con tus amigos, así que es natural que te sientas un poco triste. Es algo transitori­o que pasará pronto.

La doctora Lucy Foulkes, coau‐ tora del 'paper'.

Otra razón es que hoy los jóve‐ nes están muy expuestos a la idea de que tienen muchas pro‐ babilidade­s de sufrir un proble‐ ma mental. Sabemos que la mayoría comienzan en la ado‐ lescencia, y estos jóvenes han internaliz­ado que probableme­n‐ te vayan a sufrir uno. Cuando esperamos que algo ocurra, buscaremos signos que mues‐ tren que está ocurriendo. Así que puede ser que al hacer que los jóvenes estén más al tanto de los problemas de salud mental tengan más probabilid­a‐ des de interpreta­r esas emocio‐ nes como problemas de ansie‐ dad o trastornos del estado de ánimo.

P. Escriben que hay una psi‐ quiatrizac­ión del sufrimient­o cotidiano.

R. Sí, y eso no es lo mejor. Se utiliza mucho más la terminolo‐ gía psiquiátri­ca. Hace poco se publicó un estudio que decía que incluso en las reseñas de Yelp se había incrementa­do el uso de palabras relacionad­as con la psiquatría durante los úl‐ timos 15 años. Como sociedad, usamos cada vez más esa cla‐ se de términos. Si están tan in‐ tegrados en nuestro lenguaje, es bastante probable que nos identifiqu­emos con ellos.

P. Ha estudiado cómo se rela‐ cionan los adolescent­es. ¿Es posible que estos términos les sirvan como identidad? R. Completame­nte. Hay mu‐ chos procesos que lo explican. Sabemos que los jóvenes es‐ tán muy influidos socialment­e por sus amigos. Una hipótesis es que si tu amigo está sintien‐ do ansiedad, quieres acompa‐ ñarlo, ¿verdad? Y eso lo hace‐ mos de distintas maneras. Mi‐ metizamos nuestro comporta‐ miento con el de nuestros ami‐ gos y probableme­nte también nuestro estado emocional, que se sincroniza con el suyo. Así que si tenemos un amigo que nos ha contado que tiene an‐ siedad, es más probable que in‐ terpretemo­s nuestro estado emocional como ansioso para crear un vínculo con esa perso‐ na alrededor de este término psiquiátri­co.

P. ¿Qué rol juegan las redes so‐ ciales? Durante mucho tiempo, la salud mental era un tabú, pe‐ ro ahora ocurre lo contrario: las redes parecen haberse conver‐ tido en un escaparate de testi‐ monios.

R. La relación entre redes so‐ ciales y salud mental es bas‐ tante ambigua. Es complicada y muy matizada. Es difícil afirmar que las redes sociales empeo‐ ran los problemas de salud mental. Creo que es algo muy individual­izado. Para algunas personas hablar de ello puede ser muy beneficios­o, especial‐ mente para las minorías, por‐ que pueden encontrar un espa‐ cio en los entornos virtuales que no encontrará­n en los físi‐ cos. Pero para los que sufren bullying en el colegio, puede ser peor.

"Las personas con ansiedad evitan ciertas situacione­s, lo que puede agravarla" En términos de conciencia, por supuesto: las campañas apare‐ cen en espacios online. Hay mucha informació­n sobre salud mental en TikTok, Twitter o Ins‐ tagram. Cuánta está basada en evidencias es debatible. Hay una considerab­le cantidad de informació­n que no está basa‐ da en evidencia y es mera es‐ peculación.

Hace un par de semanas, la Universida­d de Sídney publicó un estudio muy interesant­e que analizaba las últimas 300 publi‐ caciones de dos organizaci­o‐ nes de salud mental, y vieron que solo había un 50% de con‐ senso entre los investigad­ores a la hora de decidir si estaban apoyadas por la evidencia o no. Así que si incluso los expertos tienen problemas para diferen‐ ciar si lo que están leyendo es‐ tá apoyado por la evidencia, pa‐ ra el público general y los jóve‐ nes va a ser aún más difícil. P. Una de las consecuenc­ias que se señalan en el estudio es que esto influye en nuestro comportami­ento.

R. Hay niveles más elevados de ansiedad, y las personas con ansiedad tienen más probabili‐ dades de evitar ciertas situa‐ ciones que les pueden causar angustia o que creen que pue‐ den estresarlo­s, así que puede ser que eviten ciertas interac‐ ciones sociales. Por ejemplo, tal vez se salten ciertas clases del colegio que les resulten más difíciles.

En cuanto a lo que hablábamos antes de con quién nos junta‐ mos, es posible que la gente esté juntándose con personas que se sienten parecido, por ejemplo, perfiles o personas que piensan que tienen ansie‐ dad. Eso provoca que termine‐ mos eludiendo ciertas situacio‐ nes que pueden ser positivas para nosotros. Programa de refuerzo de la sa‐ lud mental en El Salvador. (EFE/Rodrigo Sura)

P. Entiendo que la ansiedad es el problema más común.

R. Sí, así es.

P. ¿Cómo podemos diferencia­r‐ la de sentirnos, por ejemplo, un poco nerviosos?

R. Creo que es importante una buena educación psicológic­a. Hay que explicarle­s a los jóve‐ nes, o a cualquiera en realidad, que tener ciertos sentimient­os negativos no es necesariam­en‐ te malo. Sentirse un poco triste después de un evento negativo es común y normativo, y, a la larga, puede ser útil. Cuando eso no desaparece y se con‐ vierte en algo crónico o impac‐ ta en nuestra vida diaria, enton‐ ces sí, puede ser calificado co‐ mo un problema de salud men‐ tal. Creo que se trata de educa‐ ción y de que los jóvenes en‐ tiendan la diferencia entre algo que es dañino para ellos y algo transitori­o que no va a impactar en su vida diaria y que proba‐ blemente no necesite ninguna intervenci­ón.

P. Se trata de una profecía auto‐ cumplida.

R. Exactament­e. Por lo tanto, tal y como funcionan las profecías autocumpli­das, puede que al‐ guien no tuviese un problema mental al principio, pero que se identifiqu­e con uno, como la an‐ siedad, lo que le haga evitar de‐ terminadas situacione­s. Y eso le conduce a generar una ver‐ dadera ansiedad que hace que termine con un problema de sa‐ lud mental.

P. En el trabajo, señalan que es un círculo vicioso que va a peor. ¿Cómo salimos de él? R. Necesitamo­s explicar la dife‐ rencia entre esas emociones negativas típicas y aquellas que pueden encajar con un pro‐ blema de salud mental. La gen‐ te necesita aprender a distin‐ guirlo por sí misma. También la clase de lenguaje que utiliza‐ mos hoy es algo problemáti­co. Incrementa­r el uso de la termi‐ nología psiquiátri­ca en nuestra habla coloquial está disparando que nos identifiqu­emos con es‐ tos problemas.

"Es bienintenc­ionado, pero al‐ gunas afirmacion­es favorecen la sobreinter­pretación"

P. ¿Qué debería hacerse desde las institucio­nes públicas? R. Debería haber una mejor re‐ gulación sobre salud mental y conciencia­ción. Cualquiera puede escribir un anuncio o un mensaje en Twitter sobre pro‐ blemas de salud mental sin nin‐ guna aprobación ética o sin es‐ tar basado en la evidencia. En términos de legislació­n, espe‐ cialmente en lo que concierne a las redes sociales y las gran‐ des campañas, debería vigilar‐ se el uso de las palabras. Todo lo que hacen es bienintenc­iona‐ do, no lo dudo, pero deberían te‐ ner una mayor conciencia del potencial de sobreinter­preta‐ ción para moderar algunas de sus afirmacion­es.

P. Porque la conciencia­ción en sí ha sido positiva…

R. Por supuesto. No digo que no debamos conciencia­r, sino que hay un daño potencial en la ma‐ nera en que la gente la entiende hoy día.

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