El Confidencial

El yin y el yang de Pedro Sánchez

- Carlos Sánchez

A Pedro Solbes le gustaba decir que todos los gobiernos son de coalición. En concreto, soste‐ nía, entre el ministro de Hacien‐ da y el resto de los departa‐ mentos. Pedro Sánchez, tras la última remodelaci­ón de su Eje‐ cutivo, ha dejado claro que no es así. El hecho de que la mi‐ nistra de Hacienda se haya convertido en vicepresid­enta primera deja muy claro que el resto de ministros deberá aca‐ tar lo que decidan el presidente del Gobierno y Montero, que, precisamen­te, forman la mis‐ ma bicefalia que gobierna en el PSOE. La primera conclusión es obvia: el margen de manio‐ bra de Ferraz y del resto de mi‐ nistros es nulo o cercano a ce‐ ro.

En esto hay una primera dife‐ rencia respecto de lo que suce‐ dió en el primer Gobierno de Fe‐ lipe González, en 1982. Es ver‐ dad que por entonces el núme‐ ro dos de Moncloa y Ferraz era el mismo, Alfonso Guerra, pero en aquellos años la vida interna del partido socialista, con co‐ rrientes internas, era más rica, y las discrepanc­ias se podían observar a la legua. Hoy, no. El PSOE es un partido hecho a imagen y semejanza de su líder y no hay que esperar una posi‐ ción autónoma respecto de lo que diga Moncloa, que ya ni si‐ quiera reivindica esa autonomía que reclamaba para sí Gonzá‐ lez porque sabe que la tiene. Hasta la portavoz del consejo de ministros es la misma que la de Ferraz, lo que significa fundir en una misma entidad partido y Gobierno, lo que es más propio de sistemas que ignoran la fun‐ ción de los contrapode­res. La segunda diferencia es toda‐ vía más evidente. Carlos Cuer‐ po, el nuevo ministro de Econo‐ mía, por su irrelevant­e peso po‐ lítico, no es Boyer, lo que le lle‐ vó a echarle un pulso a Guerra, con quien finalmente perdió y le obligó a salir del Gobierno. Esto hace que también el ministro de Economía se vaya a conver‐ tir en un complement­o técnico de la labor política que hagan Sánchez y Montero, lo cual tie‐ ne algo de novedoso. Solchaga, que es quien sustitu‐ yó a Boyer como ministro de Economía, tenía infinitame­nte más peso político que Cuerpo, lo que explica que pudiera en‐ frentarse, incluso, con los sin‐ dicatos o la patronal, siempre con el respaldo de González, al‐ go que no podrá hacer el nuevo ministro de Economía, que se‐ rá, en realidad, un ministro de Exteriores para asuntos econó‐ micos, ya que será quien lleve las negociacio­nes con Bruse‐ las. Su alter ego, de hecho, será Manuel de la Rocha, con cate‐ goría ya de secretario de Esta‐ do, y con hilo directo con Sán‐ chez al ser el responsabl­e del departamen­to de Asuntos Eco‐ nómicos de Moncloa, lo que achica todavía más su campo de juego.

Un modelo híbrido Estamos, por lo tanto, ante un modelo híbrido de Gobierno. Por un lado, un titular de Economía de carácter técnico, sin peso político, encargado de las rela‐ ciones con el exterior, donde se pretenderá trasladar la imagen de un Gobierno más centrado; y, por el contrario, una ministra de Hacienda con una fuerte carga política que será, en reali‐ dad, bajo la batuta de Sánchez, quien llevará las riendas de la economía nacional.

Las dos formas de entender el Gobierno, como el yin y el yang taoista, se complement­an, y, sobre todo, permiten a Sánchez contrapone­r esa imagen de lí‐ der radical que Feijóo busca construir alrededor de su perso‐ na, no solo en España, sino también en Europa. Otra cosa es que lo consiga.

Carlos Cuerpo será, en realidad, un ministro de Exteriores para asuntos económicos, ya que llevará las negociacio­nes con Bruselas

El hecho de que el nuevo minis‐ tro de Economía vaya a presidir la Comisión Delegada de Asun‐ tos Económicos puede parecer a priori que le otorga a Cuerpo poderes adicionale­s, pero en realidad es más simbólico que real, en la medida en que la titu‐ lar de Hacienda, María Jesús Montero, ha sido ascendida a vicepresid­enta primera, lo que en la práctica le concede el control de la Comisión.

Se trata, por lo tanto, solo de una señal de falsa autoridad, pero sin apenas consecuen‐ cias prácticas. Entre otras razo‐ nes, porque tampoco en el res‐ to de departamen­tos hay minis‐ tros con peso político. Ni si‐ quiera lo tendrá en esta legisla‐ tura Sumar. Yolanda Díaz, en aras de mantener el número de ministros que logró Iglesias, cinco, lo que se hubiera visto como una degradació­n, ha aceptado tener carteras de es‐ caso valor político, salvo la de Trabajo, cuya influencia en esta legislatur­a será sensibleme­nte menor tras quedar atrás la re‐ forma laboral. Sumar, de hecho, está ausente de todas las car‐ teras de Estado, lo que en la práctica le confiere escaso pe‐ so político, pese a que es indis‐ pensable para sacar adelante la legislatur­a.

Sánchez aparece ante la opi‐ nión pública española como un líder neto de izquierdas, mien‐ tras que en Bruselas muestra un perfil más moderado

En el modelo Rajoy, tanto Mon‐ toro como de De Guindos te‐ nían una jerarquía similar, y era el propio presidente del Go‐ bierno quien dirimía las nume‐ rosas diferencia­s, pero este no es el caso. La ministra de Ha‐ cienda, al ser vicepresid­enta primera, tiene mayor rango que

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