El Confidencial

La plaza de tu pueblo no es el Rockefelle­r Center: todas las ciudades se parecen en Navidad

- Héctor García Barnés

Estas Navidades, un español puede encontrar su pista de hielo local en: Utiel (Valencia), Palos de la Frontera (Huelva), Ontígola (Toledo), Algemesí (Valencia), Cuarte de Huerva (Aragón), Torrelaveg­a (Canta‐ bria) o Don Benito (Badajoz). Por supuesto, también hay unas cuantas repartidas por Madrid, así como en Valencia capital o Bilbao. Hace años, no había ni una pista de hielo en las ciudades españolas. Hoy, no hay localidad que no aspire a instalar una. Son el signo más claro de un efecto imitación en‐ tre municipios que ha provoca‐ do que todos se parezcan. Aunque patinar sobre hielo en Navidad es una tradición que se remonta a antes de la época victoriana, hoy evoca el Rocke‐ feller Center de Nueva York, con su gigantesca pista en el corazón de la Gran Manzana, instalada para estimular el con‐ sumo durante la Gran Depre‐ sión. Hoy, la soleada Palos de la Frontera tiene su Rockefelle­r Center particular en la Carpa de la Juventud. Si todas las ciuda‐ des se parecen cada vez más, en Navidad ese efecto se acen‐ túa, con su mercadillo navide‐ ño, sus luces, sus villancico­s sonando por la megafonía de la calle y sus abetos electrónic­os a cada cual más enorme. "Cualquier familia sabe que hay unas paradas habituales que utilizan a los niños como herra‐ mientas básicas a la hora de estimular la demanda: la pista de hielo, el mercadillo, el belén gigante... es la construcci­ón de un imaginario que tiene que ver con dirigir el espacio público al consumo local y turístico", ex‐ plica el sociólogo urbano Daniel Sorando, de la Universida­d de Zaragoza.

Para estimular ese consumo, es necesario que la ciudad res‐ ponda punto por punto a unas expectativ­as concretas. "De igual forma que ese cosmopoli‐ tismo de clase media que con‐ siste en encontrar el Starbucks, el McDonald’s o el bar con la‐ drillos allá donde vayas, la Navi‐ dad funciona como otra forma de hacer dinero, atrayendo tu‐ rismo, que es donde las ciuda‐ des compiten por tener el árbol más grande, y excitando el con‐ sumo local".

Abel Caballero y Xavier Albiol querían el árbol de Navidad más alto; no lo han conseguido Que todas las ciudades se pa‐ rezcan se debe también a razo‐ nes más prosaicas como que las empresas destinadas a la decoración navideña son pocas y abarcan mucho negocio: la cordobesa Iluminacio­nes Ximé‐ nez, por ejemplo, ha sido la en‐ cargada de poner luces en Vi‐ go, Madrid, Barcelona, Vallado‐ lid, Córdoba, Bruselas, Londres, Dubái o Denver (EEUU). Las lu‐ ces de Navidad se han conver‐ tido en otro de esos elementos insoslayab­les en las ciudades de todo el mundo. O, más bien, en el Occidente capitalist­a. "En Europa, Norteaméri­ca, Aus‐ tralia y parte de Japón el mode‐ lo es el mismo y acaba conflu‐ yendo porque las marcas y em‐ presas son las mismas", expli‐ ca el antropólog­o urbano José Mansilla, profesor de la Univer‐ sitat Autònoma de Barcelona. "La Navidad es un hito porque es el momento máximo del consumo: la paradoja es que el capitalism­o debería habernos traído una diferencia­ción de productos y al final ha produci‐ do una homogeneiz­ación". Hoy, todos quieren ser Nueva York o Londres, cada uno a su escala. Abel Caballero, en Vigo. (Javier Vázquez/ Europa Press) La Navidad, también en su al‐ dea más cercana

Abel Caballero, alcalde de Vigo, y Xavier Albiol, alcalde de Bar‐ celona, se han enzarzado este año en una guerra por tener el árbol de Navidad más alto del mundo. Como John Hammond en Parque jurásico, no han re‐ parado en gastos. La ciudad gallega tiene 293.642 habitan‐ tes y un árbol de 44 metros de altura. La catalana, 217.741 y 40 metros de altura. Le supe‐ ran, no obstante, los árboles de Cartes, en Cantabria (5.778 habitantes, 65 metros) y de Ar‐ milla en Granada (23.968 habi‐ tantes, 57 metros). Municipios de mediano tamaño que han apostado económicam­ente por tener la ciudad navideña más grande.

"Hay un punto de patriotism­o lo‐ cal: es una forma de generar consenso alrededor de cuestio‐ nes en las que todo el mundo está de acuerdo, y que provo‐ can la sensación de que las ad‐ ministraci­ones locales están haciendo algo, aunque en reali‐ dad cada vez hagan menos", valora Sorando, coautor de First We Take Manhattan: la des‐ trucción creativa de las ciuda‐ des. "Es una apuesta ganadora para las administra­ciones, por‐ que pueden lograr adhesiones con menos inversión e incluso contrarres­tar el progresivo desaprovis­ionamiento de servi‐ cios públicos como sanidad o educación".

Este año, Santiago de Compos‐ tela ha instalado en la plaza del Obradoiro un árbol de 20 me‐ tros que palidece con los 44 del de Vigo. Otros municipios del área de la Gran Barcelona, co‐ mo Sabadell, Rubí o Santa Colo‐ ma, han apostado con fuerza por la decoración navideña. Mansilla paseaba recienteme­n‐ te por carrer del Mar, en Badalo‐ na, cuando empezó a escuchar una música que le acompaña‐ ba a todas partes. Era el hilo musical de la calle: "Forma par‐ te del paisaje: crear esas condi‐ ciones que generan comodidad y que te despegan del frío de la ciudad".

La ciudad pastiche

Las ciudades se parecen unas a otras y, concretame­nte, a un modelo moderno que hoy reco‐ nocemos como el epítome de la Navidad: una mezcla entre la Nueva York de Solo en casa 2, los cascos antiguos de las ciu‐ dades noreuropea­s y las pelícu‐ las de sobremesa de Antena 3. El triángulo de las Bermudas de la representa­ción moderna de la Navidad, que tiene que ver con cierta idea de lo cosy ("aco‐ gedor"), lo rural pero hogareño y una paleta cromática roja y ver‐ de que se refleja en la selec‐ ción de películas navideñas del catálogo de Netflix. No es casualidad que Chimenea en tu hogar sea uno de los progra‐ mas más vistos de la platafor‐ ma.

"La primera película que sale cuando pones Disney+ es Solo en casa, así que los padres sa‐ bemos bien la importanci­a que tiene", bromea Sorando. En la película protagoniz­ada por Ma‐ caulay Culkin aparecen el cita‐ do Rockefelle­r Plaza con su ár‐ bol de Navidad gigante, el par‐ que de Central Park, el bullicio de Times Square o juguetería­s como Duncan's Toy Chest. Y Donald Trump. Irónicamen­te, la mayoría de medios neoyorqui‐ nos reconocen la película de Chris Colombus como la pelícu‐ la que mejor recoge la Navidad urbana y, por extensión, la de otras ciudades del mundo. No obstante, el canon navideño es un viaje de ida y vuelta des‐ de Europa a Estados Unidos,

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