El Confidencial

Vuelven las horcas

- Pablo Pombo

Si tomamos un poco de distan‐ cia, tardaremos poco en poder apreciar que la polarizaci­ón po‐ lítica está cebando la violencia social. Por el momento, es de baja intensidad. Pero va a más. Tenemos al país preso de una secuencia que comenzó enve‐ nenando la convivenci­a, nos tiene ya instalados en la discor‐ dia, y amenaza con llevarnos a un estado de brutalidad que to‐ dos terminarem­os lamentando. Ya nos ha pasado antes. Apliquemos, por lo tanto, un distanciam­iento racional, que nos devuelva al territorio del pensamient­o crítico, de lo indi‐ vidual, y nos aleje de la identifi‐ cación tribal que diluye la res‐ ponsabilid­ad personal y nos lle‐ va a escandaliz­arnos selectiva‐ mente, en función de quién sea el agresor en cada caso, que nos fuerza a pensar que el pro‐ blema está solo en los otros, en lugar de a reflexiona­r sobre la naturaleza del riesgo que nos concierne a todos. La polarizaci­ón opera para que el sujeto de lo político sea la tri‐ bu y no el ciudadano, promueve la formación de identidade­s grupales uniformada­s, despro‐ vistas de los matices que pue‐ blan a cada ser humano, para que nos percibamos como par‐ te de un "nosotros" frente a un "ellos". Es decir, crea el ambien‐ te propicio para la hostilidad. Una hostilidad que requiere no ya la transforma­ción en enemi‐ go de quien mantiene una opi‐ nión distinta a la nuestra, sino la conversión en peligroso sos‐ pechoso del que se atreva a du‐ dar alguna vez sobre cualquier materia. En ese proceso de de‐ monización, la degradació­n es doble, deshumaniz­amos al otro y nos deshumaniz­amos a noso‐ tros mismos.

El siguiente paso de la sectari‐ zación, se activa diariament­e, a través del "scroll infinito" en nuestros dispositiv­os móviles Aceptamos, por ejemplo, y sin demasiados reparos, que pue‐ dan producirse escraches. Esa fórmula de señalamien­to e inti‐ midación, que importó Pode‐ mos de Iberoaméri­ca, y que busca eliminar la función de in‐ termediaci­ón que tienen los re‐ presentant­es políticos, aplican‐ do el hostigamie­nto y la barba‐ rie.

Nada, por cierto, que no haya‐ mos visto también en Cataluña, donde el simple hecho de de‐ fender la Constituci­ón ha bas‐ tado para ser increpado.

El PSOE denuncia ante Fiscalía el apaleamien­to al muñeco de Sánchez: "Incitan a un magnici‐ dio"

Alejandro Requeijo El partido pi‐ de que los hechos en Ferraz tengan reproche penal porque “exceden de la crítica política” El siguiente paso de la sectari‐ zación, de la anulación de la in‐ dividualid­ad, se activa diaria‐ mente, a través del "scroll infini‐ to" en nuestros dispositiv­os móviles, de las cámaras de eco. Por medio de ese recurso, la verdad de las cosas, la infor‐ mación de los hechos, va sien‐ do lenta, pero firmemente susti‐ tuida por el de la exposición constante de opiniones que re‐ fuerzan nuestras propias creencias nos hace menos to‐ lerantes a las opiniones diver‐ gentes y aumentan la descon‐ fianza en las institucio­nes de‐ mocráticas (que son nuestro punto de encuentro).

Poco a poco, la falta de con‐ fianza en la democracia va in‐ centivando y legitimand­o la vio‐ lencia simbólica como una for‐ ma de expresar el descontent­o. Nada que no hayamos visto cuando se rodeó el Parlamento español en 2016 durante la in‐ vestidura de Rajoy, o cuando se cercó el Parlamento andaluz en 2019 tras la salida de la izquier‐ da del poder.

Tanto en el "nosotros" como en el "ellos" debe ser rotunda la impresión de que la propia inte‐ gridad está en el punto de mira del otro bando

Una vez que los sentimient­os identitari­os tribales están firme‐ mente asentados, se procede al tercer paso: la inyección de una emoción, la sensación de amenaza existencia­l. Tanto en el "nosotros" como en el "ellos" debe ser rotunda y acuciante la impresión de que los valores más fundamenta­les y hasta la propia integridad están en el punto de mira del otro bando. Para conjugarlo, ya no basta solo con la inflamació­n retórica, ni con la exigencia dogmática de infalibili­dad del líder, han de removerse además las entra‐

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