Vuelven las horcas
Si tomamos un poco de distan‐ cia, tardaremos poco en poder apreciar que la polarización po‐ lítica está cebando la violencia social. Por el momento, es de baja intensidad. Pero va a más. Tenemos al país preso de una secuencia que comenzó enve‐ nenando la convivencia, nos tiene ya instalados en la discor‐ dia, y amenaza con llevarnos a un estado de brutalidad que to‐ dos terminaremos lamentando. Ya nos ha pasado antes. Apliquemos, por lo tanto, un distanciamiento racional, que nos devuelva al territorio del pensamiento crítico, de lo indi‐ vidual, y nos aleje de la identifi‐ cación tribal que diluye la res‐ ponsabilidad personal y nos lle‐ va a escandalizarnos selectiva‐ mente, en función de quién sea el agresor en cada caso, que nos fuerza a pensar que el pro‐ blema está solo en los otros, en lugar de a reflexionar sobre la naturaleza del riesgo que nos concierne a todos. La polarización opera para que el sujeto de lo político sea la tri‐ bu y no el ciudadano, promueve la formación de identidades grupales uniformadas, despro‐ vistas de los matices que pue‐ blan a cada ser humano, para que nos percibamos como par‐ te de un "nosotros" frente a un "ellos". Es decir, crea el ambien‐ te propicio para la hostilidad. Una hostilidad que requiere no ya la transformación en enemi‐ go de quien mantiene una opi‐ nión distinta a la nuestra, sino la conversión en peligroso sos‐ pechoso del que se atreva a du‐ dar alguna vez sobre cualquier materia. En ese proceso de de‐ monización, la degradación es doble, deshumanizamos al otro y nos deshumanizamos a noso‐ tros mismos.
El siguiente paso de la sectari‐ zación, se activa diariamente, a través del "scroll infinito" en nuestros dispositivos móviles Aceptamos, por ejemplo, y sin demasiados reparos, que pue‐ dan producirse escraches. Esa fórmula de señalamiento e inti‐ midación, que importó Pode‐ mos de Iberoamérica, y que busca eliminar la función de in‐ termediación que tienen los re‐ presentantes políticos, aplican‐ do el hostigamiento y la barba‐ rie.
Nada, por cierto, que no haya‐ mos visto también en Cataluña, donde el simple hecho de de‐ fender la Constitución ha bas‐ tado para ser increpado.
El PSOE denuncia ante Fiscalía el apaleamiento al muñeco de Sánchez: "Incitan a un magnici‐ dio"
Alejandro Requeijo El partido pi‐ de que los hechos en Ferraz tengan reproche penal porque “exceden de la crítica política” El siguiente paso de la sectari‐ zación, de la anulación de la in‐ dividualidad, se activa diaria‐ mente, a través del "scroll infini‐ to" en nuestros dispositivos móviles, de las cámaras de eco. Por medio de ese recurso, la verdad de las cosas, la infor‐ mación de los hechos, va sien‐ do lenta, pero firmemente susti‐ tuida por el de la exposición constante de opiniones que re‐ fuerzan nuestras propias creencias nos hace menos to‐ lerantes a las opiniones diver‐ gentes y aumentan la descon‐ fianza en las instituciones de‐ mocráticas (que son nuestro punto de encuentro).
Poco a poco, la falta de con‐ fianza en la democracia va in‐ centivando y legitimando la vio‐ lencia simbólica como una for‐ ma de expresar el descontento. Nada que no hayamos visto cuando se rodeó el Parlamento español en 2016 durante la in‐ vestidura de Rajoy, o cuando se cercó el Parlamento andaluz en 2019 tras la salida de la izquier‐ da del poder.
Tanto en el "nosotros" como en el "ellos" debe ser rotunda la impresión de que la propia inte‐ gridad está en el punto de mira del otro bando
Una vez que los sentimientos identitarios tribales están firme‐ mente asentados, se procede al tercer paso: la inyección de una emoción, la sensación de amenaza existencial. Tanto en el "nosotros" como en el "ellos" debe ser rotunda y acuciante la impresión de que los valores más fundamentales y hasta la propia integridad están en el punto de mira del otro bando. Para conjugarlo, ya no basta solo con la inflamación retórica, ni con la exigencia dogmática de infalibilidad del líder, han de removerse además las entra‐