El Confidencial

El enemigo equivocado

- Jaime Pérez-Llombet

Antes de que el turismo se cru‐ zara en el camino de la emigra‐ ción, que separó y marcó a mi‐ les de familias durante déca‐ das, tiempos teñidos de gris por la falta de oportunida­des, por la escasez, por la nada que obligó a tantos canarios a dejar atrás a los suyos para buscar al otro lado del océano el futuro que la precarieda­d les negaba. Antes de aquella realidad, en definitiva, antes de que los tu‐ ristas permitiera­n un cambio sin precedente­s, generando economía, creando empleo, mejorando la conectivid­ad, im‐ pulsando las infraestru­cturas, antes de aquello, de que Cana‐ rias se zafara de su pasado pa‐ ra mirar al futuro, en las Islas lo único verdaderam­ente sosteni‐ ble era la pobreza generaliza­da. Así de sencillo, tal cual. Ahora, décadas después, otra sosteni‐ bilidad empapa discursos y es‐ trategias, alcanzando la cate‐ goría de mantra que muchos abanderan con una profundida­d tan epidérmica como cerámica, cual estribillo pegadizo de la canción de moda. Toca refor‐ mular algunos aspectos del modelo turístico, repensarlo, re‐ definir determinad­as metas u objetivos, dejar de contar turis‐ tas y, sobre todo, contarlo de otra forma, pulir el relato, hacer la pedagogía que hace falta pa‐ ra desmontar argumental men‐ te a quienes han creído encon‐ trar en el sector turístico —en la mano que directa o indirecta‐ mente da de comer a la inmen‐ sa mayoría de los canarios— al culpable de todos los males in‐ teriores.

Han visto en él la causa univer‐ sal que les ayude a focalizar desahogos o enfados, al enemigo imaginario sobre el que volcar la explicació­n de los problemas que afronta la re‐ gión. Olvidan, quienes siembran o alimentan la ola de rechazo al turismo, y al turista, que jugar con fuego es un hobby que suele tener un final infeliz. Sien‐ do tentador y cómodo construir un enemigo imaginario, están encañonand­o al enemigo equi‐ vocado, al turista, al sector que tira de la economía, del empleo, de la región.

La paradoja de Canarias: deba‐ te si tiene muchos habitantes y no para de recibir turistas

Darío Ojeda El Parlamento ha creado una comisión parlamen‐ taria para estudiar el reto demo‐ gráfico y el equilibrio poblacio‐ nal, 20 años después de que un comité ya estudiara el tema Canarias tiene importante­s desafíos, ecuaciones compli‐ cadas. Las dificultad­es para encontrar una vivienda, un sis‐ tema sanitario al que faltan ma‐ nos, habitacion­es y batas para dar una respuesta más eficien‐ te a una población que no deja de crecer, un parque móvil ca‐ paz de atragantar una y otra vez las mejoras o ampliacion­es de las autopistas —especialme­nte en las dos islas más pobladas,

Tenerife y Gran Canaria— y, so‐ bre todo, una mano de obra in‐ suficiente­mente cualificad­a, desganada a ratos y víctima de programas de desorienta­ción profesiona­l, resumen la encru‐ cijada donde las Islas acampan a estas alturas de siglo. Con este puzzle, culpar al turismo de los dolores patrios dibuja un atajo tan tentador como irres‐ ponsable e inexacto, infantil. El verdadero dilema

El turismo es la solución, no el problema. Es cierto que el mo‐ delo que ha permitido a Cana‐ rias pasar del blanco y negro al color —de la emigración a una región con una capacidad más que notable de generar puestos de trabajo— está pidiendo a gri‐ tos acelerar el tránsito de la cantidad a la calidad; un trasva‐ se que, ojo, debe materializ­arse sin pausa pero sin excesivas prisas, haciéndolo de otra for‐ ma, contándolo de otra manera, celebrando la facturació­n, cre‐ yendo en turistas que gasten más ocupando menos, y enten‐ diendo que el éxito ya no está asociado al número de clientes que apuestan por el destino, no es eso, ya no. Institucio­nes y empresas, acto‐ res públicos y privados, deben ir de la mano en el objetivo compartido de responder a la marea negra con la que algu‐ nas voces, más por quedar bien que por hacerlo bien, pretenden demonizar al turista, otorgándo‐ le así la condición de enemigo al enemigo equivocado. Es inaplazabl­e que Canarias apueste por actividade­s econó‐ micas alternativ­as, que se im‐ pulsen no tanto a golpe de dis‐ curso como aterrizánd­olo con hechos y decisiones tangibles, con mejoras fiscales que no pueden tardar porque otras re‐ giones están comiéndole la tostada audiovisua­l a unas Is‐ las que pierden músculo en ese terreno sin que nadie, o pocos, caigan en la cuenta. Canarias tiene uno de sus pun‐ tos fuertes en el sector turísti‐ co. (EFE/Alberto Valdés) El archipiéla­go debe crecer con otras actividade­s, pero solo el turismo garantiza no volver al siglo pasado y, sin tener que ir‐ se tan lejos atravesand­o el tú‐ nel del tiempo, solo los turistas evitarán que las islas regresen al abismo de la quietud, de la parálisis, de la vida sin turistas que se vivió durante el confina‐ miento. La memoria está pro‐ gramada para olvidar los peo‐ res tragos, las escenas indi‐ gestas.

La pandemia puso a Canarias frente al espejo de lo que se‐ rían las Islas sin turistas. Cuan‐ do se empezó a abrir la mano, poco después del encierro, a los canarios solo nos faltó aplaudir desde los balcones con la llegada de los primeros aviones cargados de turistas. Oxígeno. Economía. Contratos de trabajo. Fue lo que siguió al cero económico que decretó el maldito virus. Un abrir y cerrar de ojos después, hay quienes parecen haber olvidado aquella pesadilla y puede que sintién‐ dose mejor recurriend­o al pla‐ cebo del enemigo común —del enemigo equivocado— agitan una línea argumental que sa‐ ben permeable, inconscien­tes consciente­s, ideólogos de la personaliz­ación (en el turista) de los problemas que los cana‐ rios se cruzan en su día a día cuando van a un centro de sa‐ lud, cogen el coche o buscan casa.

Reparto equitativo

Hay que dar más de una vuelta a la redistribu­ción de la riqueza, sin perder de vista la necesidad de mejorar productivi­dad, for‐ mación y orientació­n. Debe cre‐ cerse sin crecer, mejorando al‐ gunos espacios y estableci‐ mientos que están tardando en hacerlo, explorando fórmulas que ayuden a que la economía vaya a más pero no necesaria‐ mente sobre el territorio, creer en el sector primario o en la in‐ dustria, innovar; en definitiva, hacerlo mejor sin dejar de ha‐ cer, proponer sin destruir, avan‐ zar sin caer en el error de con‐ formarse con desahogars­e so‐ bre un enemigo equivocado. Si algo está fallando, se analiza y cambia. Cualquier cosa menos caer en el espejismo de que Canarias pueda permitirse prescindir de un sector que igual que le ha dado la vida pue‐ de quitársela.

Los actores principale­s deben sacudirse la tentación de dejar‐ lo estar. Más vale encarar, sin bajar la mirada, la marea que demoniza al turismo y, en esa idea, deben hacerlo de forma desacomple­jada, sin encoger‐ se ni flirtear con discursos que pasarán factura si no se con‐ trarrestan con pedagogía, inteli‐ gencia, responsabi­lidad y ma‐ durez. Antes del turismo lo úni‐ co sostenible era la pobreza ge‐ neralizada.

Décadas después, la dificultad sigue sacudiendo a miles de familias, es cierto, pero sin el motor turístico la pobreza se multiplica­ría, arrastrand­o a las islas de regreso al siglo ante‐ rior. El enemigo son las estrate‐ gias equivocada­s o los discur‐ sos acomplejad­os. El turismo, con las reformulac­iones que hagan falta, no es el problema sino la solución. Se está a tiem‐ po (o no, si no se ponen en ello) de reconducir la percepción de que el turista es la causa de to‐ dos los males, y no. Algunos están girando el foco de las culpas hacia el enemigo equi‐ vocado.

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EFE

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