El Confidencial

La crítica literaria de los 90 iba bien fuerte: "Es un libro corto, pero ni lo he empezado"

- Héctor García Barnés

“Creo firmemente que la ho‐ nestidad debe ser el valor fun‐ damental que un crítico litera‐ rio ha de traer con sus pala‐ bras a la página impresa […] Bien, terminemos cuando an‐ tes: mira que este es corto, pe‐ ro es que ni siquiera me lo he empezado a leer” (Francisco Aldeanueva de Suplemento Si‐ glo XX, sobre Seda de Alessan‐ dro Baricco)

Esta crítica sacada del ficcio‐ nado Suplemento Siglo XX so‐ lo habría sido posible en los salvajes años noventa. Lo sa‐ be el filólogo Miguel Alcázar (Albacete, 1987), que cuando hace unos años abrió en Twit‐ ter la cuenta La crítica literaria en los años 90 no se esperaba la mezcla de incredulid­ad y ad‐ miración que iba a generar. Al‐ cázar acaba de editar en La Uña Rota La crítica literaria en los noventa (el libro), una reco‐ pilación de reseñas salidas de un tiempo más salvaje, más li‐ bre, al mismo tiempo más inocente y más cínico. Como advierten los editores, con los nombres de críticos y publica‐ ciones modificado­s “para evi‐ tar posibles acciones legales contra el autor y la editorial”. ¿Por qué parece que los hoy reivindica­dos noventa son los únicos años en los que esta clase de crítica fue posible? “Yo creo que se dieron varias circunstan­cias en España: un relevo generacion­al de narra‐ dores jóvenes a los que las editoriale­s estaban prestando atención por primera vez: José Ángel Mañas, Ray Loriga, Lucía Etxebarría”, valora Alcázar. “La literatura se vuelve joven, da la impresión de que cualquiera podía escribir y se le presta mucha atención a nuevos au‐ tores”.

La segunda razón es que se trata de los últimos estertores de un ecosistema muy particu‐ lar en el que la crítica aún era importante y sabía que iba a ser leída e, incluso, a tener cierta influencia. “Aún tene‐ mos la que quizá sea la última época en la que la crítica tenía un peso y en la que los críticos literarios eran verdaderos tóte‐ ms culturales y prescripto­res muy potentes, que ahora se ha perdido conforme llegaba la democratiz­ación de la crítica en internet”, valora Alcázar. “Unos pocos críticos sonaban a todo el mundo y eran verda‐ deros referentes culturales que se podían permitir ciertos esti‐ los y ciertas formas que ahora serían impensable­s”.

"Con ese ritmo, a ver si es que Jordi, Sierra y Fabra son tres escritores y no uno"

“Vino mi padre a Alcoy y, en mi casa, cogió esta novela que yo había conseguido que me en‐ viasen los de Tusquets. […] Yo no pude evitar reírme, y él me preguntó por qué […] ‘Porque ahora eres tú el viejo que lee El viejo que leía novelas de amor’, le contesté […] Se empezó a reír él también, muy fuerte, y a su vez me preguntó: ‘¿Sabes de qué me estoy riendo yo ahora?’. Negué con la cabeza. ‘De cómo, siendo hijo mío, has podido salir tan subnormal’. (Luis Fortuny, Revista Alcoya‐ na de Literatura, sobre El viejo que leía novelas de amor Luis Sepúlveda)

Por eso hay tantas críticas donde el crítico podía hablar de su vida, inventarse anécdo‐ tas o directamen­te narrar “pa‐ tochadas o barbaridad­es” co‐ mo este comentario que bien podría ser un chiste de Euge‐ nio. En este caso era un crítico que escribía en un medio muy amateur, por lo que se podía permitir estas cosas”, explica Alcázar. “No creo que pasara de verdad, pero me parece de las más graciosas del libro”. Sobre HARRY POTTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL (1997), de J. K. Rowling: «La novela está bien -tiene su héroe, su villano, su castillito con escaleras en‐ cantadas- pero tengo mis du‐ das de que aquí se vaya a con‐ vertir en el fenómeno super‐ ventas que está resultando ser en Reino Unido […]…

- La crítica literaria en los no‐ venta (@critica_lit_90s) No‐ vember 21, 2023

“Solo en este año, el escritor lleva publicados cinco libros (dos para adultos, una biogra‐ fía de los Beatles, dos de juve‐ nil). No quiero ser malpensada, pero a ver si es que tal canti‐ dad de libros se está produ‐ ciendo desde la editorial a va‐ rias manos, y Jordi, Sierra y Fa‐ bra son, en efecto, ustedes ya me entienden, tres escritores y no un único señor” (Adela Lo‐ santos Saavedra, de Funda‐ ción Lectura Infantil, sobre Nunca seremos estrellas del rock

de Jordi Sierra i Fabra) de

El tercer factor para Alcázar es la incorrecci­ón política: ¿se po‐ dría publicar hoy esta nada ve‐ lada acusación de ghost writi‐ ng al prolífico Jordi Sierra i Fa‐ bra? “A partir del cambio de si‐ glo se implanta lo políticame­n‐ te incorrecto y ese cambio ge‐ neracional por el que determi‐ nadas cosas que antes eran tolerables ya no lo son”, expli‐ ca Alcázar. “Todos tenemos en la cabeza los noventa como una época más políticame­nte incorrecta, pero también más honesta y clara, tanto en la lite‐ ratura de la época como en las críticas mismas”, añade. “Se nota una transgresi­ón y un afán que es mucho más atrac‐ tivo, o por lo menos, más diver‐ tido. Hoy todo está más medi‐ do, más cuidado, tenemos más miedo con lo que publica‐ mos. Con las redes sociales estamos más expuestos”. “Preciosa historia de amor en‐ tre una mujer casada y un fotó‐ grafo de la National Geograp‐ hic […] Yo una vez tuve una aventura similar, pero supongo que la mía no da para bestse‐ ller mundial […] Para empezar, él no era fotógrafo sino gana‐ dero (tenía vacas, toretes, ani‐ males así) y tampoco nos lia‐ mos en el bonito condado de Madison, en los exóticos EEUU […] Fue en el pueblo de mis pa‐ dres, Guarromán, en la provin‐ cia andaluza de Jaén”. (Amalia Pelárez Curto en Revista Índo‐ le sobre Los puentes de Madi‐ son County

Waller)

"Yo soy la única persona en to‐ da España que, junto al autor,

de Robert James

comprende sus obras" A Alcázar le interesan los años noventa, como a tantos, por una cuestión de nostalgia. El filólogo vive en Glasgow, tiene dos hijos y apenas puede via‐ jar a España, así que la crítica es su magdalena proustiana. “Hay una nostalgia de esa épo‐ ca, no sé si porque toda esa generación estamos llegando a los cuarenta, pero parece que los noventa tienen cada vez más presencia en nuestras vidas”, explica. “Me puse a leer mucha literatura de la época, y de ahí, a la crítica literaria, co‐ mo una especie de homenaje a esa literatura y a esa época”. “Ya son muchos los libros pu‐ blicados por Vila-Matas como para poder afirmar esto con ro‐ tundidad: yo soy la única per‐ sona en toda España -que no en Europa- que, junto al autor, comprende sus obras” (Gabriel Dabrowski en Revista Fábula sobre Hijos sin hijos de Enri‐ que Vila-Matas)

Los noventa son también la época del engreimien­to crítico, capaz de ponerse por encima (o, al menos, a la misma altu‐ ra) que lo criticado, como en el caso de este especialis­ta en Vila-Matas. “Creo que era un crítico argentino de una revista que siempre ha tenido críticos un poco bohemios”, explica Al‐ cázar. “En el libro también se refleja la lucha constante de lo comercial que aparece a partir de los años ochenta, con Anto‐ nio Muñoz Molina y otros auto‐ res, y una literatura más expe‐ rimental como Vila-Matas: ese engreimien­to de críticos de re‐ vistas menos mainstream y más literarias se sigue dando”. Vila-Matas, una de las dos per‐ sonas que entienden a VilaMatas. (EFE/David Borrat) “Pasó una cosa curiosa con este libro el otro día […] Mi es‐ posa se lo compró al nuevo comercial de Círculo de Lecto‐ res, un chico muy apañado que viene a vendernos los libros hasta nuestro portal […] Ella di‐ ce que se pensaba que era la adaptación de la cancioncit­a religiosa en formato cuento, para contárselo a los críos du‐ rante estos días de Navidad […] Bien, ahora escribo esta rese‐ ña con los niños despiertos y no en su cama sino en el sofá, muertos de miedo por el sus‐ pense de la trama, acojonados porque un asesino se pueda presentar de repente en nues‐ tro hogar”. (Eduardo Soriano

de La Gaceta sobre Noche de paz de Mary Higgings Clark) La crítica de los años noventa es también antiacadém­ica, al menos según el academicis‐ mo actual. Contar una anécdo‐ ta sobre tu mujer y el comer‐ cial del desapareci­do Círculo de Lectores es inconcebib­le según los cánones actuales: “¿Cuánto hay de verdad y cuánto hay de mentira?”, se pregunta Alcázar. “No lo sé, pero esto se publicó”.

No hay ninguna crítica de cine en el libro, pero es inevitable que el nombre de Carlos Boye‐ ro salga en la conversaci­ón. “Boyero ha quedado como el último ejemplar de una espe‐ cie en extinción, se le echan muchos encima y lo critican, pero sigue generando polémi‐ ca e interés, mientras que otros que no son críticos de la sensibilid­ad, que para mí es lo que hace Boyero (esto me ha gustado, esto no), no tienen tanto poder”, explica Alcázar. "Roberto, veo que ahora publi‐ cas en Barral y que los periódi‐ cos te sacan reseñas"

“Los mejores músicos de la historia del jazz se parecen mucho a mis compañeros de profesión: son gente apocada, intratable, drogadicta y pen‐ denciera, pero cuyo trabajo ayuda a introducir notas de bri‐ llantez en nuestro día a día, a hacer de nuestro navegar por el mundo una experienci­a algo mejor” (Gisela Caubert Güell de La Hora de Cataluña sobre Gigantes del jazz de Juan Claudio Cifuentes)

En la increíble crítica de los años noventa, como en la de tantos siglos previos, nadie guarda recato a la hora de ha‐ blar de alcohol, drogas y otras depravacio­nes. “Algo está cambiando porque el alcohol ha estado siempre asociado a los escritores”, valora el autor. “Pero ahora ya no se habla de eso y menos públicamen­te: presumimos de ser muy sa‐ nos”.

En los noventa había “drogas, tabaco y alcohol por doquier, casi como si fuese un requeri‐ miento”. Álvarez recuerda las fotografía­s de autor de escrito‐ res como Loriga, Javier Marías o incluso Juan Manuel de Pra‐ da, que salían siempre fuman‐ do, a cuento de nada. Tiempos de macarrismo. “Todos los au‐ tores del siglo XX han salido con un cigarrillo entre las ma‐ nos, como Hemingway”. Ray Loriga, fumando como en los viejos tiempos. (Ana Bel‐ trán)

“Roberto, veo que ahora publi‐ cas en Seix Barral y que los pe‐ riódicos te sacan reseñas […] Yo que te conocí cuando esta‐ bas desesperad­o, cuando na‐ die hacía caso de tus manus‐ critos, cuando malgastaba­s tu talento participan­do en pre‐ mios literarios de provincias que te daban el poquito dinero con el que tirabas para adelan‐ te […] Ahora no te olvides de nosotros: sigamos los chicos viéndonos de vez en cuando para tomar unas cervezas por el Raval”. (Gabriel Dabrowski, Revista Fábula, sobre La litera‐ tura nazi en América de Rober‐

to Bolaño)

Después de erigirse en el gran conocedor de la obra de VilaMatas, contraatac­a Dabrowski, esta vez, tuteando a Bolaño. Una familiarid­ad explícita que hoy se intentaría ocultar. “Es el mismo de antes, porque eran amigos”, explica Alcázar. “Bo‐ laño antes de despuntar lo pa‐ só muy mal, llevaba una vida muy bohemia participan­do en todos los cuentos de provin‐ cias que podía haber en Espa‐ ña”.

Bonus: “Resulta difícil sobre‐ ponerse al estupor que suscita la lectura de esta novela. Cues‐ ta creer que, a estas alturas, se pueda escribir así. Cuesta aceptar que, quien lo hace, pa‐ se por ser, para muchos, mas‐ carón de proa de la literatura de toda una comunidad, la del País Vasco, cuya situación tan conflictiv­a reclama, por quien se ocupa de ella, el máximo ri‐ gor y la máxima entereza” (Ig‐ nacio Echevarría en Babelia sobre El hijo del acordeonis­ta de Bernardo Atxaga)

"La crítica hoy puede ser me‐ jor, pero seguro que es más aburrida"

Esta primera edición del libro se cierra con una referencia a la crítica que Ignacio Echeva‐ rría publicó en el suplemento Babelia de El País sobre la en‐ tonces última novela de Atxa‐ ga y que llevó al final de su co‐ laboración con el medio. Una mala crítica podía dañar la ca‐ rrera comercial de una novela y por lo tanto, de quién firmase (o no) el texto podían depen‐ der unos cuantos cientos de miles de pesetas.

El filólogo tiene claro que na‐ die escribirá un La crítica lite‐ raria en los dosmilvein­te. O de hacerlo, será “políticame­nte correcta, una crítica técnica, una crítica que nunca alardaría de defectos, como el egocen‐ trismo, que antes era algo casi bien visto, como Umbral, que presumía que le importaba so‐ lo él. Hoy no admitimos nues‐ tros defectos. Daría para una crítica quizá mejor, pero segu‐ ro que más aburrida”.

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