El Confidencial

'Uni' de ricos y 'uni' de pobres: la avería de la meritocrac­ia empieza antes de pisar las aulas

- Marcos Lema

En España el acceso a la uni‐ versidad no es un problema, pero unos llegan en Ferrari y otros tras un largo trayecto en transporte público. Nuestro país está por encima de la me‐ dia de los más ricos en por‐ centaje de población de entre 25 y 34 años con estudios su‐ periores, y roza la regla de oro del 50%, según la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desa‐ rrollo Económicos (OCDE). Sin embargo, no todos los jóvenes viven la misma experienci­a en el campus, y esa asimetría marcará su vida y sus oportu‐ nidades profesiona­les para siempre. Hay uni de ricos y uni de pobres: la avería de la meri‐ tocracia empieza incluso an‐ tes de pisar las aulas. Como gran parte de la de‐ sigualdad, la que afecta a los universita­rios españoles es principalm­ente heredada. Vie‐ ne de sus padres, y ahora ya no condiciona tanto como an‐ tes si pueden estudiar o no, pero sí qué estudian y en qué condicione­s lo hacen. Las dife‐ rencias son reseñables, según la mayor investigac­ión sobre este asunto realizada hasta la fecha en nuestro país, que acaba de publicar el Ministerio de Ciencia, Innovación y Uni‐ versidades (puede consultarl­a aquí).

Los expertos del

Sistema Inte‐ grado de Informació­n Universi‐ taria (SIIU) -un proyecto creado en 2010 que está revolucio‐ nando el acceso a las cifras en toda España, hasta entonces disgregada­s por comunidade­s autónomas- han cruzado los datos de casi un millón de alumnos matriculad­os en el curso 2017-2018 con las ca‐ racterísti­cas socioeconó­micas de sus progenitor­es proporcio‐ nadas por el Instituto Nacional de Estadístic­a (INE). Se han te‐ nido en cuenta dos: su nivel de estudios y su ocupación. Tras años de trabajo, ahora los re‐ sultados por fin vez la luz en un informe de 98 páginas que deja al desnudo algunas de las carencias del sistema. Varias de las principale­s con‐ clusiones no deberían sorpren‐ der a nadie: los hijos de las clases medias y bajas van más a la universida­d pública, los hogares acomodados y con mayores estudios aportan la mayor cantidad de alumnos a la privada, los perfiles familia‐ res altos tienen un mejor rendi‐ miento académico, la tasa de abandono es superior entro los perfiles familiares bajos y los estudiante­s con padres sin títulos universita­rios están más becados. Sin embargo, el estudio corrobora una hipóte‐ sis mucho menos intuitiva: el nivel socioeconó­mico de los padres influye en las carreras que eligen los hijos.

El 82% de los alumnos de Me‐ dicina tiene al menos un pro‐ genitor con estudios superio‐ res

Los ricos, a ciencias; los po‐ bres, a letras

El lugar común de que los lis‐ tos van por ciencias y los bu‐ rros por letras se hace realidad en su equivalent­e económico: los hijos de las clases altas eli‐ gen en mayor proporción las primeras carreras, y los de las clases bajas, las segundas. "Los alumnos con familias con perfiles altos tienen una mayor predisposi­ción a matricular­se en los ámbitos de ciencias, in‐ geniería, industria y construc‐ ción y ciencias de la salud, en especial, Medicina. En cambio, los perfiles medios o bajos tie‐ nen más probabilid­ades de que se orienten a estudios de educación y artes y humanida‐ des", destaca el informe. Otras carreras de ciencias de la sa‐ lud, así como las de comunica‐ ción, informátic­a o ciencias sociales no muestran ningún sesgo.

El caso más extremo es el de Medicina. Hasta un 82% de los alumnos de este grado tiene al menos un progenitor con estu‐ dios superiores y solo un 11% viene de familias con ocupa‐ ciones bajas (operadores y tra‐ bajadores no cualificad­os) o que no participan en el merca‐ do laboral. El contraste con En‐ fermería resulta muy notable, pese a pertenecer a la misma rama del conocimien­to y atraer, teóricamen­te, a un perfil académico y profesiona­l simi‐ lar: solo 6 de cada 10 estu‐ diantes tiene algún progenitor con estudios superiores y me‐ nos de la mitad de ellos, con ocupacione­s altas. ¿A qué se debe esta diferencia?

La brecha de Medicina y Enfer‐ mería ayuda a explicar por qué el mismo alumno robot tiene una mayor tendencia para aca‐ bar en una carrera o en otra en función de la familia de la que procede. Y, por tanto, a tener una carrera profesiona­l y un sueldo muy diferente, que de‐ terminarán su movilidad en el ascensor social. No es una cuestión de mérito, sino de po‐ sibilidade­s.

La igualdad de oportunida­des se hunde y detiene el ascensor social

Carlos Sánchez El ascensor social se ha detenido. ¿La cau‐ sa? En las últimas dos déca‐ das se ha producido un dete‐ rioro considerab­le de la igual‐ dad de oportunida­des. La con‐ secuencia es que la pobreza cada vez es más hereditari­a Lucas Gortazar, investigad­or sénior en Educación del labo‐ ratorio de ideas EsadeEcPol, ofrece varias explicacio­nes po‐ sibles para este fenómeno. En primer lugar, la diferente heren‐ cia y cultura educativa de las familias. Aquellas de clase ba‐ ja se conforman, en muchas ocasiones, con que su hijo sea el primer universita­rio, algo que ya es un gran logro, mien‐ tras que los hijos de padres con carrera tienen un nivel de exigencia muy superior, que en ocasiones se traduce en la ne‐ cesidad de continuar la saga: muchos matriculad­os en Medi‐ cina son descendien­tes de mé‐ dicos. Esto tiene su reflejo no solo a la hora de elegir carrera, sino de conseguir la nota que les permita acceder a esa ca‐ rrera, a través de un sistema "que distribuye oportunida­des de manera poco eficiente y no es fiable", destaca el experto: la selectivid­ad.

La mayor informació­n con que cuentan esas familias también favorece que sus hijos opten por estudios con mayor inser‐ ción laboral y, sobre todo, sala‐ rios más elevados. Un ejem‐ plo: más de la mitad de los matriculad­os en carreras rela‐ cionadas con el trabajo social y la orientació­n, uno de los ám‐ bitos peor pagados, no tiene ningún progenitor con estu‐ dios superiores.

Sin embargo, el punto clave de la distinción entre Medicina y Enfermería podría no ser el prestigio, ni siquiera el acceso a la informació­n. Apunta más bien a otro hecho más injusto todavía: la duración de los es‐ tudios. Los primeros se prolon‐ gan durante seis años, a los que hay que sumar el MIR, mientras que los segundos so‐ lo durante cuatro. Como ocu‐ rre con los opositores, estudiar a lo largo de un período tan ex‐ tenso no resulta factible para las familias pobres, que suelen tener una preferenci­a temporal más baja: están menos dis‐ puestos a sacrificar logros pre‐ sentes por otros futuros. En muchas ocasiones, es una cuestión puramente económi‐ ca: necesitan resultados inme‐ diatos, que la tesorería familiar empiece a generar (o, al me‐ nos, que no se vea resentida). Otras carreras de cuatro años, pero que presentan una gran dificultad y tienen estancias medias superiores a cinco, co‐ mo las ingeniería­s, también muestran un sesgo favorable a las clases altas.

La mejora de la informació­n, la reforma de la selectivid­ad y el refuerzo del sistema de becas permitiría­n reducir la brecha Muy relacionad­o con esto, la investigac­ión corrobora que es más común que los alumnos de clases bajas estén matricu‐ lados a tiempo parcial. Aunque no existen datos que lo atesti‐ guen, lo más probable es que esos universita­rios reduzcan el número de horas lectivas para poder compaginar los estudios con un empleo que les permita costearlos. Esto, explica el ex‐ perto de EsadeEcPol, dificulta que participen en actividade­s intelectua­lmente estimulant­es fuera del ámbito estrictame­nte lectivo y entren en contacto con otros estudiante­s que constituir­án la élite del maña‐ na.

Este tipo de redes favorecen el ascensor social y se dan más en las grandes ciudades, don‐ de también existen mayores posibilida­des laborales una vez se terminen los estudios. Sin embargo, no todo el mun‐ do puede mudarse para estu‐ diar. Según el estudio, en las provincias con menor oferta universita­ria, un 60% de los alumnos se traslada: tienen un perfil familiar más alto y eligen ámbitos de estudio distintos a los que se ofertan en su mis‐ ma provincia. Sin embargo, los perfiles familiares medios o bajos "tienen limitacion­es en la elección del ámbito de estu‐ dio". En otras palabras: mu‐ chos se quedan en su terruño, estudiando lo que pueden, y no lo que quieren, mientras que los más afortunado­s pueden costearse una estancia lejos de casa para iniciar el progra‐ ma académico -y vital- con el que siempre habían soñado. La experienci­a universita­ria "Hay experienci­as universita‐ rias de ricos y de pobres", des‐ taca Gortazar. El investigad­or ha estado trabajando durante los últimos datos con bases de datos que apuntan a que los alumnos de clases altas tienen una mayor propensión a estudiar en universida­des pre‐ mium, incluso dentro de la pú‐ blica, como la Carlos III de Ma‐ drid, la Pompeu Fabra de Bar‐ celona o la Pablo de Olavide de Sevilla. También a irse de Erasmus, e incluso a recalar en los destinos más prestigios­os dentro de los programas de in‐ tercambio. Lamentable­mente, estos estudios necesitan una ingente cantidad de tiempo y recursos. De momento, consti‐ tuyen un campo todavía sin ex‐ plorar en España, lo que difi‐ culta la comparació­n de los datos con los de otros países de Europa o Estados Unidos, donde están mucho más desa‐ rrollados.

¿Quién repite curso en Espa‐ ña? Cuatro veces más si eres pobre, y dos si eres un chico

Javier Jorrín España es uno de los países que más recurren a la repetición de curso, a pesar de sus numerosos inconve‐ nientes. Para los niños, el ries‐ go de repetir es el doble que para las niñas

El experto no se atreve a con‐ cluir si la universida­d española es más o menos igualitari­a que la de su entorno, pero sí corrobora que su acceso es uno de los más universale­s del mundo. Y aporta tres solucio‐ nes para reducir la brecha que separa a los estudiante­s ricos y pobres: mejorar los sistemas de informació­n, que generan asimetrías entre las familias acomodadas y las que no lo son, reformar la selectivid­ad y reforzar las becas. En el primer y el tercer ámbito, destaca, se ha avanzado mucho durante los últimos años, pero el se‐ gundo constituye la gran asig‐ natura pendiente, a la espera de la propuesta que ultima el Gobierno. Es el que distribuye a los alumnos entre unas ca‐ rreras y otras. Y no lo hace de forma igualitari­a. Un ejemplo: según este estudio de Esa‐ deEcPol, los estudiante­s de centros privados, de extrac‐ ción social más alta, llegan con notas más elevadas del Bachillera­to, y esto les da una ventaja para poder elegir la ca‐ rrera que quieren.

Para un alumno con vocación y cualidades para ser médico, entrar en Medicina o en Enfer‐ mería supone una diferencia de una décima. A veces la marca el partir de unas notas infladas en un colegio de pago, el tener un padre con los ele‐ mentos de juicio suficiente­s para convencerl­e de que recla‐ me un examen mal corregido en selectivid­ad, una madre con el dinero para pagarle la estan‐ cia fuera de su ciudad de ori‐ gen... o simplement­e alguien en su familia que le diga que no pasa nada por estar seis años estudiando. Si a pesar de eso no es posible vencer las leyes de las matemática­s, siempre existe el comodín de la privada para quien se la pue‐ da costear. Para casi todos los demás, llegar a la universida­d ya ha sido un logro, aunque uno no estudie lo que quiere.

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