El Confidencial

Dulceida tiene el único empleo en el que ser madre garantiza ganar mucho más dinero

- Antonio Villarreal

Dulceida, una de las personali‐ dades de internet más famo‐ sas de España con sus 3,4 mi‐ llones de seguidores en Insta‐ gram, ha anunciado que está embarazada de tres meses. En cualquier otra profesión, ser madre supone una desventaja, pero afortunada­mente para ella, Aída Domènech -su verda‐ dero nombre- desempeña el único trabajo donde la mater‐ nidad no está penalizada eco‐ nómicament­e, sino todo lo contrario.

Con la llegada del bebé que tendrá junto a su pareja, la también influencer Alba Paul, pasará a convertirs­e en una maminfluen­cer o Instamami, lo que le abrirá las puertas de nuevos contratos, colaboraci­o‐ nes con marcas y, sobre todo, material para sus seguidores. De hecho, ya se habla de un posible documental sobre la gestación.

"En España hay todo un sector dedicado a productos infanti‐ les que mueve cifras milmillo‐ narias y que desde hace ya va‐ rios años está presente en re‐ des sociales y en campañas de marketing con influencer­s", explica a El Confidenci­al Blan‐ ca Rábena, directora en 2btu‐ be, una plataforma de influen‐ cer marketing. "Se trata de un sector maduro y con un largo recorrido en redes sociales". Las mamás dominan actual‐ mente el marketing de influen‐ cers por varios motivos. Cada año, la edad media del usuario de Instagram va creciendo. Los veinteañer­os prefieren Tik‐ Tok y actualment­e, para las mujeres, el mayor grupo de edad se sitúa entre los 25 y los 34 años.

Dulceida en la presentaci­ón de un documental en Amazon Pri‐ me (Efe)

Además, según varios estu‐ dios, son las madres quienes dirigen entre el 70 y el 90% del gasto que se hace en una ca‐ sa, desde la decoración y el menaje hasta la ropa o calza‐ do de toda la familia. Y por últi‐ mo: los niños son un imán pa‐ ra las marcas, que permiten además una segmentaci­ón du‐ rante muchos años. "Son perfi‐ les muy interesant­es para mar‐ cas jugueteras y de ocio, que apuestan por perfiles de ma‐ dres y padres con sus hijos pa‐ ra generar awareness en torno a sus productos", dice Rábena. "Además, cubren distintas eta‐ pas de este periodo: embara‐ zo, posparto, lactancia, educa‐ ción..."

Todo este cóctel de factores ha generado una industria alre‐ dedor de exhibir la maternidad en redes sociales con muchas luces y sombras. Hay madres que se han hecho famosas -a menudo, hablando de expe‐ riencias traumática­s en el pos‐ parto o de detalles que no so‐ lían ser públicos, enriquecie­n‐ do el debate y acompañand­o a muchas otras madres primeri‐ zas- y hay famosas que se han hecho madres, como es el ca‐ so de María Pombo, quizá el paradigma de la influencer que ha sabido utilizar a sus vásta‐ gos para ampliar el abanico del negocio.

La estadounid­ense Sara Peter‐ sen fue una de las primeras en reflejar el peso psicológic­o que este auge de la madre per‐ fecta de Instagram estaba te‐ niendo sobre parturient­as co‐ mo ella. En su libro Momfluen‐ ced, Petersen narra cómo ella se obsesionó con una mamin‐ fluencer en particular llamada Noemi Davis, su Instagram era @Taza, el apodo cariñoso que usaba su marido. Recuerda estar una madruga‐ da a las 5:30 con el sacale‐ ches enganchado a la teta y su recién nacido al lado, envuelto en una manta con velcro y co‐ locado en una mecedora Fis‐ her Price: "Miré mi teléfono. Taza me devolvió la mirada desde un kayak, amplia sonri‐ sa, sentada entre dos niños querúbicos, de los cuales am‐ bos estaban también sonrien‐ do, un hecho que podría no ser particular­mente discordant­e a menos que alguna vez hayas intentado meter a un niño de menos de cuatro años en un chaleco salvavidas. "¿Has vis‐ to a esta mujer?", escribí a mi amiga Steph. "¿De qué va?" Para Petersen, lo peor de Taza no es que la hiciera sentir mi‐ serable, sino que impulsaba su consumismo. Pronto miró a su alrededor y se dio cuenta de cómo ella y otras maminfluen‐ cers la habían persuadido para adquirir de todo, desde la de‐ coración del cuarto de los ni‐ ños a sus productos de belle‐ za. "Taza me hacía querer co‐ sas. Espejos antropológ­icos, extensione­s de pestañas, un marido que a veces llevara pa‐ jarita, un apartament­o en el Upper West Side. Pecas", y lo peor, "a veces me hacía querer estar embarazada. De nuevo". El fenómeno de las 'momfluen‐ cers' es universal. (EPA/Franck Robichon) Curiosamen­te, ya no existe rastro de aquella foto en kayak ni de la cuenta de Instagram de @Taza, considerad­a por muchos una de las pioneras de este tipo de influencer. Ma‐ dre perfecta que hace galletas para sus hijos, mujer atractiva que practica las últimas ruti‐ nas de fitness junto a su mari‐ do y empresaria exitosa. O lo que es lo mismo: tres ventani‐ llas distintas abiertas para co‐ laborar con distintos tipos de marcas.

Muchos se preguntan aún por qué Davis, que llegó a acumu‐ lar más de medio millón de leales seguidores, desapareci­ó de las redes sin dejar rastro. Lo que está claro es que inven‐ tó un modelo que muchas otras influencer­s han seguido y perfeccion­ado con una preci‐ sión escalofria­nte, casi robóti‐ ca. No por sorpresa, el epicen‐ tro de este movimiento está en Utah.

Todo comenzó con las mor‐ monas

En el comienzo, todas las ma‐ minfluence­rs pertenecía­n a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Probableme­nte, nunca habrán oído hablar de Ellie Mecham, Bonnie Hoelleim o Julie Griffit‐ hs Deru. Pese a haber sido pio‐ neras en este movimiento y contar con más de cuatro hi‐ jos, no llegan a los 35 años. Todas parecen cortadas por el mismo patrón: mujeres blan‐ cas, atractivas, que viven en casas ideales con hijos ideales y maridos ideales, todas tienen cientos de miles de seguidores en Instagram y YouTube. An‐ tes de la fama de internet, no se les conocía otra ocupación que la de cuidar de su hogar, aunque todas han acabado abriendo algún negocio dedi‐ cado, principalm­ente, al diseño de ropa, complement­os o rela‐ cionado con el fitness.

Es el mismo patrón, aunque sin mormonismo -aquí tene‐ mos al Opus o a los kikos- que en España han seguido varias maminfluen­cers como la orto‐ doncista sevillana Belén Yñi‐ guez (seis hijos, 133.000 se‐ guidores), la comunicado­ra Pa‐ loma Blanc (nueve hijos, 178.000 seguidores) o Estefi

Unzu, alias Verdeliss, que con sus ocho hijos ha logrado so‐ brepasar los 1,4 millones de seguidores. Hasta la llegada de influencer­s de moda o li‐ festyle como Pombo y próxi‐ mamente Dulceida, Verdeliss era la absoluta referencia de este nicho. Culturalme­nte, el auge de este tipo de maminfluen­cer ha coin‐ cidido también con el de un concepto polémico, las tradwi‐ fes o mujeres tradiciona­les. Este movimiento está protago‐ nizado por mujeres que cele‐ bran su retorno a los roles tra‐ dicionales -anteriores a 1950y han cambiado el escenario de la sala de reuniones por el de la cocina, donde hornean bizcochos y esperan a que su marido o hijos regresen a ca‐ sa. Nara Smith, con sus 2,2 mi‐ llones de seguidores en Insta‐ gram, es quizá la cara más vi‐ sible de este nuevo movimien‐ to, espoleado tanto por la dere‐ cha política como por la indus‐ tria que las apoya. Para las marcas, este tipo de perfiles son un valor seguro: siempre impolutas, sonrientes y sobre todo, predecible­s.

Es esperable que, de forma or‐ gánica, la 'influencer' haga ca‐ da vez más contenido familiar, algo que podría provocar un efecto llamada

Son un modelo muy distinto a Dulceida, por lo que Lorena Macías, creativa publicitar­ia y creadora de la cuenta 'Hazme Una Foto Así', especializ­ada en la trastienda de las redes so‐

ciales, no cree que vayan a competir por el mismo públi‐ co. "No tengo claro que Dulcei‐ da se vaya a tirar al barro de las Instamamis por un tema de marca personal, ella tiene un alcance de más de tres millo‐ nes de seguidores, pero no ne‐ cesariamen­te son madres", ex‐ plica. "Quienes la siguen pro‐ bablemente no compren paña‐ les sino pintalabio­s".

Sin embargo, es esperable que, de forma orgánica, la influen‐ cer haga cada vez más conte‐ nido de tipo familiar, algo que podría provocar un efecto lla‐ mada. "Sí veo que, de repente, una marca de moda la utilice para ampliar a ropa de niña, porque eso sería algo orgáni‐ co", explica Macías, "lo que no creo es que Dulceida se ponga a explicar que una cunita ergo‐ nómica te evita el reflujo gas‐ troesofági­co".

Es la tesis que apoya también Rábena, que lo que probable‐ mente suceda sea "más bien al revés, que haya marcas que incorporen a Dulceida en sus campañas publicitar­ias", por‐ que de repente busquen "co‐ nectar con sus seguidores, lo que segurament­e venga acom‐ pañado de un cambio, por otro lado lógico, del tipo de conteni‐ do que crea".

El lado oscuro de las 'mamin‐ fluencers'

Usar a los niños como reclamo publicitar­io, directa o indirecta‐ mente, resulta muy lucrativo. Pero también hay un abismo peligroso. Muchas de ellas han visto sus carreras terminarse abruptamen­te cuando los ni‐ ños parecen forzados a traba‐ jar para el espectácul­o publici‐ tario, algo conocido como sha‐ renting. La naturalida­d se paga muy bien porque es, precisa‐ mente, lo que salva a las ma‐ dres de ser condenadas por explotació­n infantil, como le sucedió a Ruby Franke, una madre de Utah que esclavizó y maltrató a sus seis hijos para mantener la maquinaria de 'O‐ cho Pasajeros', su canal de YouTube, engrasada con nue‐ vo contenido.

Otro aspecto muy turbio es el que respecta a la intimidad de los menores. La italiana Chiara Ferragni, quizá la influencer más famosa del mundo, está viviendo en estos momentos cómo la ruptura con su pareja, el rapero Fedez, se retransmit­e en directo. Sus hijos han apa‐ recido continuame­nte en su feed. De hecho, su primer reto‐ ño, Leone, nació con una foto‐ grafía en Instagram de sí mis‐ mo, pocos minutos después del expulsivo, que acumula más de tres millones de likes. Sin embargo, hoy, como con‐ secuencia de su separación, Ferragni se está viendo obliga‐ da a retratarlo­s de espaldas. Para poder seguir mostrándo‐ los en sus redes, aparece abra‐ zándolos en un escorzo muy poco natural.

Chiara Ferragni, llegando con sus hijos a una fiesta. (Cordon Press)

El divorcio es solo una de las complicaci­ones que pueden aparecer a una maminfluen­cer que opte por monetizar a la prole. "Si tu modelo de negocio son los niños, los niños van a crecer", dice Macías, "o saldrá una ley que prohíba sacarlos, algo que no debería tardar en salir, porque la diferencia es que los niños de los anuncios en televisión vienen de una agencia, pero del hijo de una influencer sabes su nombre y hasta a qué colegio va". En España, la influencer valen‐ ciana Gemma Marín pasó por algo parecido. Marín, quien además de comunicado­ra es enfermera en Valencia, se se‐ paró del padre de sus hijas po‐ co antes de dar a luz a la se‐ gunda. Sus seguidoras lo en‐ tendieron, pero no así las em‐ presas con las que colabora‐ ba: "¿Qué os parece que mar‐ cas con las que he trabajado durante años ahora no quieran trabajar conmigo porque no saco la cara de mis hijas?", pu‐ blicó en una 'story' en 2022. "Cuando yo empecé no habían tantas como ahora y mi opi‐ nión al respecto ha cambiado a lo largo de los años", explica Marín a El Confidenci­al. "Pien‐ so que una exposición puntual de los niños en momentos es‐ peciales puede no ser dañina, pero que una sobreexpos­ición está vulnerando la intimidad de los menores. Pero esta es mi opinión ahora después de varios años sin publicar a mis hijas". La influencer subraya que ante todo respeta que ca‐ da madre o padre "haga lo que considere oportuno con sus hi‐ jos".

Cuando una 'maminfluen­cer' deja de mostrar a sus hijos, las marcas se alejan de ellas

Ya sin la presencia de sus hi‐ jas, Marín supo diversific­ar su contenido para no notar el ba‐ che. Montó una plataforma de apoyo a embarazada­s llama‐ das 'Nine Months' y a eso le suma otros posts de viajes, li‐ festyle o wellness.

Otras influencer­s, sin embargo, sufrieron una considerab­le pér‐ dida de sus emolumento­s el día en que decidieron dejar de mostrar a sus hijos en internet, o más bien, de utilizarlo­s para vender productos.

En su podcast Influ-realismo Mágico, Macías entrevistó a Sara Inisterra, una influencer que tomó la misma decisión que Marín. Cuando sus hijos tenían seis y dos años respec‐ tivamente, y tras bastantes campañas encima en las que las marcas incluso les hacían decir alguna línea para promo‐ cionar un producto, decidió cortar por lo sano. Cuando iba al supermerca­do o por la calle, la gente saludaba a sus hijos por sus nombres con toda na‐ turalidad -lo cual epataba a los niños- y en un momento de cri‐ sis, una de sus seguidoras le envió un vídeo en el que su ni‐ ña pequeña lloraba por un be‐ rrinche, una pequeña rabieta familiar propia de la edad que nunca debería haber sido emi‐ tida en directo. Inisterra se ate‐ rrorizó al pensar en cuántos desconocid­os de sus cien mil seguidores podrían haber acu‐ mulado material de sus hijos. El cantante Mario Vaquerizo y la 'influencer' Dulceida, en un estreno (EFE / J.P.Gandul) En aquel momento, dos de las marcas con las que más traba‐ jaba cortaron su relación con ella. "Yo les expliqué que como madre y consumidor­a podía seguir hablando de ellas, pero no: querían que salieran los ni‐ ños sí o sí", explicaba en la en‐ trevista. "Poco a poco, las ofer‐ tas de colaboraci­ones más es‐ porádicas fueron desapare‐ ciendo porque la respuesta siempre era negativa". Inisterra explicaba que, incluso con un número de seguidores similar, sus ingresos se redujeron a la mitad.

Para Dulceida este no debería ser, en principio, un problema, ya que su perfil como madre se añadirá a un portfolio muy diverso. Habrá que ver qué es‐ trategia decide tomar a partir del parto, cómo y cuánto ex‐ pondrá al bebé, si se acercará a perfiles centrados en mos‐ trar la maternidad real como el colectivo Malasmadre­s o An‐ drea Ros, si seguirá los pasos de aquellas que muestran mo‐ delos distintos de familia co‐ mo Verónica Sánchez o si se‐ guirá los pasos de María Pom‐ bo y su criatura acabará sien‐ do una pequeña estrella de Instagram antes incluso de dar sus primeros pasos.

Haga lo que haga, Gemma Ma‐ rín enviaría a la megainflue­n‐ cer catalana el mismo mensa‐ je que al resto: "Que duerma cuando el bebé duerme y que disfrute muchísimo, porque crecen muy rápido y se echan de menos esas primeras se‐ manas cuando es un recién nacido".

pro) tras levantar una trama de facturas falsas para que el conjunto castellone­nse se ahorrara más de medio millón de euros en IVA.

Los hechos se remontan a 2004 y 2025, cuando el Villa‐ rreal CF remodeló su estadio, hoy bautizado Estadio de la Cerámica, y en cuyas obras pu‐ dieron cometerse dos delitos de fraude fiscal y otros dos de falsedad. De hecho, este mis‐ mo mes de marzo el presiden‐ te del club, Fernando Roig, tu‐ vo que declarar en el Juzgado de lo Penal número de 1 Cas‐ tellón y admitió que para la construcci­ón de la nueva gra‐ da no se firmó ningún tipo de contrato y fue todo verbal ante la necesidad de que las obras finalizara­n lo más rápido posi‐ ble.

El campo del Villarreal CF, Es‐ tadio de la Cerámica, ya remo‐ delado. (Cedida)

Así, la Fiscalía solicita seis años de cárcel y una multa de un millón de euros para Fer‐ nando Roig, mientras que la acusación particular, represen‐ tada por la Abogacía del Esta‐ do, reclama también seis años de prisión, pero una sanción mucho más alta: millón y me‐ dio de euros.

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