La derecha radical europea quiere parecer respetable
El presidente de Agrupación Nacional, el partido de Marine Le Pen, no parece un fanático de extrema derecha. Jordan Bardella tiene 28 años, suele vestir traje y corbata oscuros con camisa blanca, y habla en la televisión como cualquier otro líder francés de su genera‐ ción. Desde que está en cam‐ paña para las elecciones euro‐ peas, hace cosas anodinas, como dar una conferencia en una de las escuelas de nego‐ cios más importantes de Fran‐ cia o cortejar a la élite econó‐ mica del país.
Pero eso era impensable hace no mucho en un partido que se presentaba como el tribuno del pueblo llano en lucha con‐ tra la vieja clase alta liberal francesa. Como señalaba The Economist hace unas sema‐ nas, Agrupación Nacional es cada vez más un partido de los educados y prósperos. Un 26% de quienes tienen estu‐ dios universitarios votaron a Marine Le Pen en la segunda vuelta de las últimas eleccio‐ nes presidenciales.
El último síntoma es su fichaje estrella para las elecciones eu‐ ropeas, que Bardella ha lanza‐ do bajo el lema "Francia vuel‐ ve, Europa renace". Fabrice Leggeri estudió en la Ecole Na‐ tionale d’Administration, de la que salen la mayor parte de los altos funcionarios y mu‐ chos políticos franceses (entre ellos, Emmanuel Macron), y fue entre 2015 y 2022 el direc‐ tor de Frontex, la agencia euro‐ pea encargada de la gestión de las fronteras. Su discurso contra la inmigración, como el de su nuevo jefe, es duro. Y, de hecho, tuvo que abandonar su puesto en Frontex porque fue acusado de maltrato a los in‐ migrantes. Pero es evidente que no le faltan credenciales. Encuestas recientes indican que Agrupación Nacional po‐ dría obtener un 30 por ciento de los votos en las próximas elecciones europeas, diez pun‐ tos más que la formación de Macron.
¿Significa eso que el partido ha abandonado su radicalis‐ mo? En absoluto. En la presen‐ tación de su campaña, Barde‐ lla insistió en que el partido no pretende sacar a Francia del euro y la UE, pero utilizó su vie‐ ja retórica de siempre: "Las na‐ ciones -dijo- deben recuperar el poder que la UE les ha con‐ fiscado". Su partido sigue sim‐ patizando con Vladimir Putin y admira el autoritarismo cris‐ tiano de Victor Orbán en Hun‐ gría. Y no es solamente parti‐ dario de reducir la inmigración, sino que aún cuenta entre sus filas con partidarios del viejo fascismo francés. Alternativa ¿liberal? Quien sí mantiene un discurso duro es Alternativa por Alema‐ nia, el partido de derecha radi‐ cal que tiene magníficas ex‐ pectativas en las elecciones europeas, las tres regionales que se celebrarán en septiem‐ bre y las nacionales del año que viene. Pero su apariencia también ha cambiado. Su colí‐ der, Alice Weidel, es lesbiana y tiene dos hijos con su pareja, una productora de cine proce‐ dente de Sri Lanka. Es doctora en economía. Trabajó para Goldman Sachs y Allianz Glo‐ bal Investors. Y en más de una ocasión se ha definido como una "liberal clásica".
Lo cual es difícil de conciliar con su propio partido. En los últimos meses, la agencia de inteligencia del Gobierno ale‐ mán ha puesto bajo vigilancia a algunos miembros del parti‐ do por su extremismo. A prin‐ cipios de este año, estalló un escándalo cuando se supo que algunos representantes habían hablado con otros miembros de la derecha radi‐ cal europea sobre la posibili‐ dad de expulsar no solo a los inmigrantes ilegales, sino in‐ cluso a nacionales descen‐ dientes de inmigrantes que, a su juicio, no estuvieran integra‐ dos. Weidel también contem‐ pla la posibilidad de sacar a Alemania de la UE: cree que esta se debe reformar desde dentro, pero si no fuera posible lograrlo plantearía un referén‐ dum como el del Brexit, que considera un ejemplo a seguir. En España, Vox ha despedido a sus miembros más conser‐ vadores y ha dado un papel más visible a Jorge Buxadé Pero lo cierto es que Weidel, que viste impecables camisas y trajes de chaqueta como las de cualquier ejecutiva, reviste estas opiniones de respetabili‐ dad burguesa, como si fueran puro sentido común y lo con‐ trario del extremismo. El ejemplo de Meloni Agrupación Nacional y Alterna‐ tiva por Alemania han decidido cambiar su estrategia para se‐ guir el ejemplo de Giorgia Me‐ loni, que ha pasado de militar en el neofascismo radical ita‐ liano a parecer una homologa‐ ble líder de centroderecha. Aunque ambas formaciones tienen buenas expectativas, sus circunstancias son distin‐ tas: en Francia, el centro-dere‐ cha tradicional está en declive, mientras que en Alemania si‐ gue siendo robusto. Pero esta mezcla de convencionalismo y radicalidad hace cada vez más difícil que el resto de partidos mantengan sus "cordones sa‐ nitarios"; de hecho, estos es‐ tán cayendo a toda velocidad en todas partes. Y seduce a amplias clases medias que, a pesar de su enfado, no quieren sentir que votan a nihilistas. Mientras tanto, en España, Vox parece circular en dirección contraria. En lugar de buscar la respetabilidad como sus her‐ manos mayores francés y ale‐ mán, ha despedido a sus miembros más convencional‐ mente conservadores -como Iván Espinosa de los Monte‐ ros- y mejor conectados con la élite empresarial española -co‐ mo Rubén Manso, funcionario del Banco de España-. En lugar de orillar la fuerte influencia de las teorías de la conspiración y el radicalismo nacionalista en‐ tre sus dirigentes, ha dado un papel más visible a Jorge Bu‐ xadé, que cada vez apuesta más por relatos que no tienen puntos de conexión con la cla‐ se media española.
La derecha radical no solo ten‐ drá un buen resultado en las elecciones europeas, sino que cada vez será más decisiva en Francia y Alemania, además de en Países Bajos, Suecia y Finlandia, donde su participa‐ ción en la gobernación es casi inevitable, e Italia y Hungría, donde gobierna. Quizá siga es‐ ta senda de la respetabilidad y la relativa moderación y se convierta en el nuevo centroderecha. Pero no me haría de‐ masiadas ilusiones. Sus nue‐ vos y serenos líderes, como los viejos y excéntricos, no son simples conservadores: son revolucionarios que quieren deshacer buena parte del sis‐ tema político, económico y cultural de Europa. Quizá con‐ venzan a muchos votantes. Pero no por ello serán, como repite Weidel, liberales-conser‐ vadores. A diferencia de estos, no pretenden preservar, sino destruir.