Cataluña o Euskadi ¿quien está más cerca de la independencia?
Dos autonomías y diversas for‐ mas de abordar el reto territo‐ rial. Es la primera vez que las elecciones vascas y catalanas se producen casi de forma si‐ multánea, evidenciando la di‐ vergencia en las estrategias que guían a los partidos nacio‐ nalistas/independentistas vas‐ cos y catalanes. Las encues‐ tas señalan que mientras en Euskadi, estas fuerzas rozan casi el 75% del apoyo popular, en Cataluña, los niveles de apoyo a los partidos sobera‐ nistas no alcanzan el 45%. Es decir, en Cataluña el apoyo es a la baja, mientras en el País Vasco es creciente, una ten‐ dencia que es inversamente proporcional al empeño de es‐ tos partidos en situar la inde‐ pendencia como un tema de campaña.
En los últimos debates electo‐ rales celebrados en Euskadi, los anhelos soberanistas de Bildu y PNV han estado en un último plano. Obviamente, es‐ tas fuerzas se declaran abier‐ tamente independentistas, sin embargo, ninguna de ellas ha‐ ce esfuerzos por descalificar la otra de traidora o por quedar como más indepe que su rival. La pelea real en la comunidad foral se centra en el eje ideoló‐ gico: izquierda-derecha, y ca‐ sualmente, ambas compiten por su credibilidad para au‐ mentar el Estado del bienestar y la calidad de vida de los vas‐ cos y vascas.
Algo bien distinto está ocu‐ rriendo en Cataluña. Los parti‐ dos políticos independentistas andan en una competición per‐ petua para ver descarrilar a su adversario en la carrera por ver quién es más independentista. De hecho, la precampaña cata‐ lana está siendo un deja vú, una vuelta a los inicios del pro‐ cés, a esas promesas de refe‐ réndum sin viabilidad ni marco legal, ese Puigdemont que vuelve a echar el órdago de la vuelta a Cataluña, un volver a empezar el procés. La agenda social tiene poco espacio en esta precampaña, a pesar de los esfuerzos del PSC o de los Comunes.
Y lo que resulta paradójico es que cuanto más insisten las fuerzas soberanistas en poner la agenda independentista en la agenda pública, menos ren‐ tabilidad electoral tiene; y el ejemplo catalán es evidente. El apoyo independentista ha des‐ cendido desde el 2012 y 2015, cuando las cuotas de mayor apoyo a las fuerzas indepen‐ dentistas rozaban el 50%. Así como en Euskadi la agenda que prima en el discurso públi‐ co es la social, la del Estado del bienestar: la educación, la sanidad… etc., en Cataluña la tracción del liderazgo de Puig‐ demont impide los esfuerzos de ERC por intentar volcar el peso político en la gestión. Así, que los de Pere Aragones han picado el anzuelo de Junts y han decidido volver a cargar el discurso principal sobre los anhelos soberanistas de la po‐ blación, volviendo a plantear un referéndum y "troleando" al Senado en Madrid. Mientras en Euskadi hay un 'procés' silente, Cataluña ya no tiene más argumentos que vol‐ ver a empezar todo de nuevo Las dos estrategias, la catala‐ na y la vasca, tienen dos for‐ mas de abordar el tema tam‐ bién muy diferente. Mientras que los catalanes han hecho de las grandes performances, declaraciones de intenciones, sobre actuaciones retóricas su modus operandi; los vascos poco a poco de forma silencio‐ sa, sin grandes alharacas, ni declaraciones incendiarias van seduciendo a partes cada vez más amplias del electorado vasco.
Imagine el lector, que en Eus‐ kadi se confirmaran los resul‐ tados que afirman que el 74% del total del electorado votaría al PNV y Bildu, y que estas fuerzas deciden pactar y go‐ bernar el País Vasco con un único punto en común en la le‐ gislatura: la independencia vasca. O mírelo de otra mane‐ ra, ¿qué harían en Cataluña si entre ERC y Junts alcanzaran ese porcentaje de votos en las próximas autonómicas? Son dos escenarios que parecen poco probables, pero sin duda, evidencian con rotundidad que la coyuntura catalana y vasca es tan dispar como paradójica. La conclusión parece clara, mientras en Euskadi hay un procés silente, invisible que es‐ tá alcanzando a unos porcen‐ tajes de población muy mayo‐ ritarios; en Cataluña, la exalta‐ ción independentista va men‐ guando su apoyo electoral, con un relato desgastado que ya no tiene más argumentos que volver a empezar todo de nue‐ vo. Así, que según están los números, Euskadi tendría unas bases sociales mucho más só‐ lidas para una supuesta inde‐ pendencia, pero como son co‐ nocedores de todo lo que su‐ puso en Cataluña, igual prefie‐ ren mantener una narrativa de baja intensidad y un alto apoyo electoral.