El Confidencial

La pesadilla de Germán: un empleado de burger atrapado en una telaraña de compra de deuda

- Antonio Villarreal

El pasado 2 de abril, Germán Santos sufrió un ataque de an‐ siedad tras recibir el fallo de la magistrada del Juzgado de Primera Instancia de Madrid, que le condenaba a pagar 1.356 euros más intereses por una deuda que jamás contrajo. Ha sido el penúltimo capítulo de un proceso kafkiano, una pesadilla que comenzó hace unos meses, en otoño de 2023.

Un día, alguien comenzó a lla‐ mar insistente­mente a la puer‐ ta del piso que Santos, de ori‐ gen guatemalte­co y nacionali‐ dad española, comparte con su novia en Carabanche­l. San‐ tos abrió y al otro lado encon‐ tró a una mujer. Decía ser em‐ pleada de Kruk, una empresa dedicada al recobro de deu‐ das. Santos llevaba meses re‐ cibiendo cartas y llamadas de teléfono que le reclamaban aquella cantidad, presunta‐ mente contraída con la finan‐ ciera Cetelem, división de cré‐ ditos personales del banco francés BNP Paribas. Como no sabía nada de aquel préstamo, hizo caso omiso a aquellas co‐ municacion­es pensando que eran un engaño. Aquella mujer le dijo que abo‐ gaba por una "solución pacífi‐ ca", que consistía en pagar esos 1.356 euros que supues‐ tamente Santos debía, más otros cien por "gastos" e "in‐ tereses legales". Santos rehu‐ só. La empleada le dejó su tar‐ jeta y le dijo que estaba de‐ mandado.

Sede de Cetelem en Madrid. La financiera francesa vendió sus deudas al fondo InvestCa‐ pital (EC)

Cuando, el 4 de octubre del año pasado, Santos se presen‐ tó en el tribunal para afrontar el monitorio, la cosa se volvió aún más confusa. El deman‐ dante no era Cetelem, sino In‐ vestCapita­l LTD, un fondo bui‐ tre con sede en Malta que se dedica a comprar deuda a otras empresas, habitualme­nte pequeñas cantidades, de unos pocos miles de euros, y consi‐ derada como incobrable. En España ha adquirido esta "deu‐ da de consumo no garantiza‐ da" a entidades como Carre‐ four, Cetelem o Wizink. Así que, oficialmen­te, ellos eran los dueños de la presunta deu‐ da de Germán Santos. Aquel día pudo ver con sus ojos el contrato que supuesta‐ mente había suscrito con Ce‐ telem.

El supuesto contrato de Ger‐ mán con Cetelem, donde ni el teléfono ni el correo electróni‐ co le pertenecía­n (EC) Su nombre y su DNI eran co‐ rrectos, pero todo lo demás era ficticio. Ni el teléfono mó‐ vil, ni el correo electrónic­o, ni la dirección de residencia, ni el número de cuenta en el que fueron ingresados esos 1.356 euros eran suyos. El contrato también decía que no tenía hi‐ jos a su cargo, cuando tiene una niña de ocho años. Con‐ forme leía, todo se volvía más extraño. Aquel dinero fue utili‐ zado para comprar un teléfono móvil en OnlyMóvil, una tienda de Elche, ciudad que Santos declara no haber visitado nun‐ ca.

¿Qué estaba pasando? Ahí en‐ tró en modo paranoide pen‐ sando quién podía tener acce‐ so a esa informació­n suya. "No sabía si podía haber sido al‐ guien de mi trabajo, o el case‐ ro de mi casa al que también tuve que darle mi DNI y una co‐

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