El Confidencial

¡Hasta luego, Maricarmen! Los del español afrontan su jubilación

- Alfredo Pascual Margarita García

ha pasado cuatro décadas vendiendo muebles en el centro de Ma‐ drid. El año que viene, si le cuadran las cuentas, echará el cierre para gozar de una mere‐ cida jubilación. Los vecinos de Antón Martín perderán a Mar‐ ga, la de la tienda de muebles, pero su lugar lo ocupará al‐ guien con un nombre más mo‐ derno. Porque en la década de los 50, cuando nació García, hubo 21.560 padres que opta‐ ron por llamar Margarita a su hija, pero en la última década solo lo han hecho 71. Por po‐ nerlo en contexto, es la mitad de los que decidieron llamar Daenerys a su vástago, en ho‐ nor a una de las protagonis­tas de la serie Juego de Tronos. Se trata del apocalipsi­s de los nombres clásicos del español.

Antonio, María del Carmen, Jo‐ sé, María Juan,

o denomina‐ ciones que llevan siglos entre nosotros, están llegando a la edad media de la jubilación y la tasa de reposición indica que su desaparici­ón está cer‐ ca. El ejemplo de José es ilus‐ trativo: hay

más de medio mi‐ llón de españoles que respon‐ den por este nombre, pero

solo el 2,5% de ellos han nacido en el siglo XXI.

Otros clásicos, como Dolores, Concepción, Francisca Jua‐ na,

o ya son asociados a abue‐ las, con razón: su edad media se acerca a los 70 años. Jun‐ tas, suman más de un millón de ciudadanas

apenas seducen a 2.000 españoles cada año. Si se mantiene la tendencia de caída, y comenzó en los años 70, en 20 años apenas queda‐ rá rastro de estos nombres. Para catedrátic­a de Filología de la Universida­d Complutens­e, una de las claves del cambio pasa por evitar los nombres que suenen a viejo. "Estas innova‐

sus nombres que ve como Consuelo García Gallarín,

ciones responden al deseo de evitar nombres con un 'signifi‐ cado de denominaci­ón' por la múltiple aplicabili­dad de los nombres propios. Sabemos que las Angustias son de Gra‐ nada y que

Justino era un ase‐ sino de la tercera edad,

el nombre del protagonis­ta de esta película no podía ser Érik, ni Enzo, ni Íker".

García Gallarín considera que no ha influido la caída de la na‐ talidad en el cambio de ten‐ dencia, sino más bien una se‐ paración del mundo religioso de la sociedad: "Se ha produci‐ do una diversific­ación de los referentes iniciales. Cuentan los usos metafórico­s y otros aspectos. Los referentes ini‐ ciales ya no pertenecen a la hagiografí­a. No se eligen ha‐ giónimos ni advocacion­es ma‐ rianas". Como muestra, un bo‐ tón: en la década de 1930, con cuatro nombres, se copaba el 25% de la población masculi‐ na. Hoy necesitamo­s 18 hom‐ bres para llegar a ese porcen‐ taje. "Es en los años 70 cuando se empieza a abandonar estos nombres clásicos, que coinci‐ de con un cambio en la socie‐ dad", afirma

catedrátic­a de Lingüís‐ tica en la Universida­d de Sala‐ manca. "Es en esos años que empiezan a modificars­e los patrones para denominar a las personas. Pasamos de un sis‐ tema de herencia, en el que los niños y las niñas, pero sobre todo los niños,

Juncal, heredan nombre del padre.

Sin embar‐ go, como se tenía más de un hijo, también se buscaban nombres con otras referencia­s, como el padrino o, por supues‐ to,

"Creímos que Mateo o Lucas eran nombres originales, pero hay cien mil iguales"

"Con la llegada de la democra‐ cia, que es un cambio político, pero tiene gran afectación a ni‐ vel social, el sistema tradicio‐ nal empieza a dar paso a otro:

el santoral". Carmen García el el del gusto de los padres",

continúa García Juncal. "Em‐ piezan tener peso elementos como las modas, los gustos de la época, los nombres de famosos… ahí podemos ver el auge de José Antonio, por Pri‐ mo de Rivera, o de Juan Car‐ los, por el rey emérito.

En los 70 nacen estos nombres com‐ puestos,

que muchas veces responden al choque de siste‐ mas: le pongo de primero el del santoral, y de segundo el que a nosotros nos gusta. To‐ dos contentos".

A lo largo de siglos, los espa‐ ñoles hemos bautizado a nuestros hijos con nuestro mismo nombre, pese a la

de tener a dos personas que se llaman y apellidan igual viviendo en un mismo domicilio, pero ese cri‐ terio ha dado lugar a uno opuesto: el de la búsqueda de la originalid­ad. "Hoy prima la innovación, el intento de dife‐ renciar a tu hijo de los otros ni‐ ños. En mi opinión, esto es un error, porque los nombres evo‐ lucionan como un ser vivo. Na‐ cen, crecen en número, llegan un punto de exceso de popula‐

dente ineficienc­ia evi‐

ridad y comienzan su declive", explica la catedrátic­a. "Algu‐ nos estudiosos lo han compa‐ rado con los

modelos de trans‐ misión de una epidemia:

em‐ pieza por grupos pequeños, se propaga y acaba desapare‐ ciendo. Es muy difícil elegir un nombre único, porque casi nunca es original, sino produc‐ to de un caldo de cultivo que existe en la sociedad. Esto su‐ cedió hace poco con una proli‐ feración de Lucas y Mateo:

recían originales, mil". pero pa‐ hay cien

Tradicione­s medievales

"En el franquismo se obligó a que el nombre del registro coincidier­a con el del bautis‐ mo, y por supuesto en el bau‐ tismo te forzaban a elegir un nombre cristiano. Si tú querías llamar a alguien Pino, el cura inscribía María del Pino, que es su versión cristianiz­ada. Es‐ to explica gran parte del incre‐ mento de esos nombres", dice la catedrátic­a García Juncal.

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