La carta de Sánchez: no es una reflexión, es un desafío
Cuando Sánchez anuncia que va a reflexionar,
hay que prepa‐ rarse para lo peor. Basta leer para comprender al instante que na‐ da está más alejado de su in‐ tención
proclama difundida ayer que renunciar a su car‐ go. No existe en ella la menor señal de contrición, reflexión honesta sobre su situación o simple preocupación por el prestigio de la institución que encarna.
Por el contrario, la
que traspira la de‐ testable gramática del texto (lo que me hace pensar que proviene de su puño y letra)
impostada
la
iracundia
avispero
cubrir a su señora convir‐ tiendo las sospechas sobre sus andanzas mercantiles en una guerra política, provocar en su campo un cierre de filas beligerante en torno a Su Per‐ sona cortando de raíz cual‐
tes:
quier tentación crítica, elevar la polarización del país a un ni‐ vel máximo de temperatura emocional y, sobre todo,
pro‐ ducir un señalamiento intimi‐ datorio
contra los medios de comunicación, los jueces y los partidos de la oposición. El mensaje es inequívoco: a partir de ahora, cualquiera que hable de Begoña para
cual‐
quier cosa que no sea defen‐ der su pureza virginal será considerado fascista y deberá atenerse a las consecuencias. El manto protector se extiende al entorno inmediato del presi‐ dente, presuntamente implica‐ do en diversos grados en ma‐ nejos oscuros durante la pan‐ demia.
Más allá de las derivaciones tácticas y estratégicas, lo pri‐ mero que contiene el manifies‐ to es una
exigencia irrestricta de impunidad para hoy y para el futuro. En su intención,
na‐ die podrá sugerir -mucho me‐ nos, investigar o perseguir- un irre‐ en el espacio del pedris‐
posible comportamiento gular
mo sin recibir un anatema ful‐ minante y sin que el honrado pueblo sea llamado a prender fuego a los herejes en la plaza pública (algo de eso veremos este sábado en la calle Ferraz).
Sánchez provoca una crisis de Estado y medita renunciar por la investigación penal a su es‐ posa
José Antonio Zarzalejos El pre‐ sidente del Gobierno hizo pú‐ blica su decisión de suspender su agenda pública los próxi‐ mos cuatro días sin antes in‐ formar ni al Rey, ni al Gobierno, ni a su propio partido
carta de Sánchez
La es algo más que una maniobra de dis‐ tracción
(aunque también es eso). Es victimista y, a la vez, pendenciera. Contiene una ad‐ vertencia, un desafío y, en últi‐ mo término, una declaración de guerra. Es un intento psicó‐ tico de convertir un caso de posible corrupción en una cru‐ zada política que divida tajan‐ temente el espacio público en dos campos: el de los fieles y el de los infieles, siendo la ad‐ hesión inquebrantable a Pedro y Begoña la línea divisoria en‐ tre unos y otros.
La letra y el espíritu del docu‐ mento son más propios de un caudillo populista latinoameri‐ cano que de un primer minis‐ tro democrático europeo. Un gobernante nórdico (o, sin ir tan lejos, portugués), ante la presencia de sospechas fun‐ dadas sobre la limpieza de la actuación de su cónyuge y de varios colaboradores íntimos, puede considerar que esa cir‐ cunstancia no es compatible con su permanencia en el car‐ go. Si tal fuera el caso (que ob‐ viamente no lo es), Sánchez
habría pedido audiencia al jefe del Estado,
le comunicaría su dimisión, haría una declara‐ ción pública y se pondría en marcha el mecanismo consti‐ tucional de una nueva investi‐ dura.
Pedro Sánchez cancela su agenda para decidir si conti‐ núa como presidente del Go‐ bierno Sánchez cancela su agenda para decidir si conti‐ núa como presidente del Go‐ bierno
Pero no ha hecho nada de eso, ni tiene la menor intención de hacerlo. Por el contrario, su histriónico aspaviento remite más a lo que se espera de per‐ sonajes como
Donald Trump, Cristina Kirchner o López Obra‐ dor
que a lo que hizo hace unos meses António Costa o a lo que haría, por ejemplo, la primera ministra de Dinamarca por menos de la mitad de lo que aquí ha salido a la luz has‐ ta el momento. Sánchez