PARP: Nuevo sistema predictivo en la región pterigomaxilar
La región posterior del maxilar superior está considerada como una de las zonas anatómicas de mayor complejidad en lo que a implantología dental se refiere. Se trata de una superficie ósea que presenta, desde la región de los premolares hasta la tuberosidad, una calidad de tipo III ó IV según la clasificación de Leckholm y Zarb (Figura 1) y que tras la pérdida de los molares deviene habitualmente en una progresiva reabsorción alveolar 3). La
(1, 2, proximidad de la cavidad aérea del seno maxilar y su tendencia a la neumatización añade importantes limitaciones anatómicas, al reducirse notablemente la altura de hueso útil en el que fijar los implantes. Otros factores como las elevadas intensidades masticatorias que se producen en esta zona de la boca y que triplican a las soportadas en la premaxila, la edad, el sexo o diversos factores metabólicos y hormonales contribuyen a que la región posterior del maxilar superior sea la zona anatómica que presenta un mayor porcentaje de fracasos en implantología dental 5).
(4, Las dos técnicas más extendidas y predecibles a la hora de afrontar con éxito una estrategia quirúrgica de rehabilitación oral en esta región son la elevación de seno y los implantes pterigoideos 8). La
(6) (7, elevación de seno, descrita por Boyne en los años 60 y con numerosas revisiones en las últimas décadas, tiene como objetivo un aumento de la altura del hueso. Para ello se realizan injertos, generalmente de hueso autólogo o de biomateriales como la hidroxiapatita bovina. El inconveniente de esta técnica radica en que suele requerir de dos o tres intervenciones quirúrgicas 12), siendo habitual la
(9, 10, 11, colocación diferida de las fijaciones. Esto se traduce habitualmente en al menos un año de tratamiento y un postoperatorio molesto para el paciente. Esta técnica se ha mostrado muy eficaz, si bien es inviable en algunos casos como pacientes con senos con patologías otorrinolaringológicas o senos con septos de difícil acceso. Frente a la regeneración ósea, la alternativa es el aprovechamiento del hueso disponible del paciente. Una opción es el uso de implantes cortos en caso de que exista suficiente volumen óseo maxilar. Otra alternativa es la fijación de implantes pterigoideos en la sutura pterigomaxilar (Figura 2). Se trata de una zona ósea de excelente densidad (tipo I-II), formada por tres apófisis que presentan una alta calidad ósea y una buena osteointegración, como son la tuberosidad del hueso maxilar, la apófisis triangular del hueso palatino, y la apófisis pterigoides del hueso esfenoides 17).
(13- Esta técnica, para la que se utilizan actualmente implantes de entre 13 y 20 mm. de longitud, fue desarrollada por vez primera en 1985 por J.F. Tulasne del equipo quirúrgico de Paul Tessier y permite evitar en muchas ocasiones tratamientos más traumáticos e invasivos como la elevación de seno y los injertos óseos. Las ventajas para el paciente son evidentes, al permitir acortar el tiempo de tratamiento y las complicaciones o molestias postoperatorias. Al tratarse de un implante angulado 19), para poder
(18, alcanzar la sutura pterigomaxilar, permite rehabilitaciones capaces de soportar elevadas cargas masticatorias al transmitir la intensidad aplicada sobre la prótesis hasta el arbotante pterigomaxilar 21).
(20,