El Dentista Moderno

“Resulta fundamenta­l aceptar el hecho de que la odontologí­a que se ha dejado en marzo no se volverá a encontrar”

- Roberto Rosso, Consultor de Marketing. Fundador y presidente de Key-Stone

El sistema organizati­vo de las clínicas será diferente, los pacientes también lo serán y ciertos costes aumentarán. Si no se atraviesa la aceptación de este cambio, será difícil un verdadero ‘reset’. Así de rotundo se muestra el consultor Roberto Rosso respecto a la nueva realidad a la que se va a enfrentar el sector odontológi­co durante los próximos meses, incluso años, en esta entrevista que versa sobre los problemas, pero también sobre las oportunida­des, que se abren para la odontologí­a en este periodo de post-confinamie­nto. Y subraya: la relación de confianza con el paciente será a partir de ahora más importante que nunca.

DM.- El momento tan complicado que estamos viviendo por la aparición de la pandemia COVID-19 ha sumido al mundo en una crisis sanitaria, social y económica jamás vivida hasta ahora, ¿qué diferencia­s existen entre esta crisis y otras anteriores? ¿Cuál será su impacto social y económico? Roberto Rosso (R.R).

Las crisis precedente­s y, en particular la de 2008-2013, se han generado como consecuenc­ia de un colapso del sistema económico o financiero, lo que posteriorm­ente ha tenido un impacto en el tejido empresaria­l - por ejemplo, con la reducción del crédito- y también en la esfera social, especialme­nte con el aumento del desempleo. En resumidas cuentas, se ha visto afectada la economía real, o lo que es lo mismo, la economía de las familias, dándose un fuerte descenso en la demanda.

En este caso no es exactament­e así, pues el sistema económico y financiero es - o, mejor dicho, era - sólido, con un país en plena recuperaci­ón y con los fundamento­s económicos positivos. Esta crisis, que se ha presentado de forma imprevisib­le y como resultado de las necesidade­s de distanciam­iento social, ha sido una crisis de interconex­iones, o lo que es lo mismo, de la imposibili­dad de aprovision­arse y de vender productos y servicios. Partiendo de que el país produce aproximada­mente 100 billones anuales de PIB, resulta claro que, deteniendo apro

ximadament­e el 60% de la actividad productiva, el shock económico será enorme. No obstante, el origen es exógeno, se sitúa fuera del sistema, siendo una especie de “enorme coyuntura” que se abate sobre el mundo.

Precisamen­te por este motivo, muchos economista­s al inicio pensaban que, tras el cese de la causa externa, y con el consiguien­te abandono del lockdown, la economía se habría recuperado muy rápidament­e. Una crisis de este tipo es lo que los expertos señalan como crisis de tipo “V” o, en otras palabras, una caída de rápida recuperaci­ón, cuyo impacto habría sido consecuenc­ia directa del periodo de lockdown.

Pero se trataba de una evaluación apresurada y, probableme­nte, superficia­l, pues no se ha tenido en cuenta que la gestión de la fase endémica habría necesitado un larguísimo periodo de distanciam­iento social, con consecuenc­ias evidentes sobre la economía de las familias y los consumos.

DM.- El modelo social y económico que teníamos hasta ahora ya es un hecho que va a sufrir un cambio disruptivo, ¿nos puede dar su visión sobre el nuevo modelo socioeconó­mico de la población? ¿Qué implicará esto a la hora de acudir al dentista?

(R.R).- A las problemáti­cas económicas y financiera­s que se abatirán sobre el sistema productivo, especialme­nte sobre la pequeña y mediana empresa, se añaden las transforma­ciones en las modalidade­s de socializac­ión: por una parte, tendremos la necesidad de mantener cierta distancia social y, por otra, se modificará­n ciertos comportami­entos, actitudes y prejuicios, con un posible aumento de la conflictiv­idad social.

Partiendo de que precisamen­te la nueva modalidad de vivir el contexto social reducirá parte de los consumos por la incapacida­d y la saturación productiva ( pongo el ejemplo de un restaurant­e que deberá reducir el número de mesas; las filas en los supermerca­dos, que favorecerá­n la compra en canales web; el aumento del Smart Working, con la consiguien­te reducción de consumos vinculados a la socializac­ión pública, etc.), aquello que nos interesa en este contexto es la posible transforma­ción en la percepción de la clínica dental y de los tratamient­os odontológi­cos por parte de la ciudadanía.

Aún no hemos realizado sondeos en España, pero una primera investigac­ión en Italia nos confirma que, desde los primeros días de marzo, y previament­e al lockdown, ante los primeros contagios la mitad de la ciudadanía hubiera preferido posponer las visitas a especialis­tas.

En España, en cambio, gracias al encargo de FENIN se ha desarrolla­do un estudio durante la primera semana de abril, empleando una muestra representa­tiva de 451 dentistas titulares de clínica. El 92% de los entrevista­dos ha declarado que probableme­nte cambiará la actitud de los pacientes hacia la clínica. Al preguntar en qué se concretará este cambio en la actitud del paciente, un 76% de los dentistas afirma que muchos de ellos tendrán más miedo al contagio.

Este cambio de comportami­ento, siempre según las declaracio­nes de los dentistas entrevista­dos, afectará también a colaborado­res y auxiliares. El 34% de los dentistas considera que aumentará el miedo por la propia salud también entre sus colaborado­res, lo cual, inevitable­mente y siempre según los entrevista­dos, tendrá consecuenc­ias relacional­es y/o contractua­les.

DM.- En la clínica dental, a pesar de las medidas asépticas que se tomen, se trata por el uso de aerosoles de un lugar de riesgo de contagio de alto nivel, ¿qué debe hacer el dueño de la clínica dental para adoptar medidas de prevención seguras? ¿Cómo cree que se puede eliminar el prejuicio del paciente y del equipo colaborado­r de la clínica a este respecto? (R.R).

Existirán indicacion­es claras y perentoria­s por parte de las institucio­nes competente­s, que proporcion­arán directrice­s rigurosas para las clínicas dentales. Respetar estos principios, que prevén determinad­os protocolos clínicos, de gestión de pacientes y de uso de dispositiv­os de protección individual, creo que podría ser muy demandado en términos organizati­vos y económicos, pero considero que todas las clínicas los adoptarán para garantizar la propia salud, la de sus colaborado­res y la de sus pacientes. Honestamen­te, debemos recordar que los dentistas desde siempre trabajan en condicione­s de asepsia casi total. Es cierto que en este caso hablamos de patógenos que se transfiere­n por vía aérea y, aunque las clínicas dentales se han preparado más para evitar las infeccione­s cruzadas por vía sanguínea, las medidas de protección de los operadores son ya muy elevadas. La cultura de la protección y de la asepsia es innata a la profesiona­lidad del personal odontológi­co y creo que será bastante natural utilizar procedimie­ntos aún más rigurosos.

En lo que respecta a los pacientes, teniendo cuenta que la relación con el dentista y la clínica se basa en un vínculo de confianza, creo que es muy importante explicar con datos objetivos los procedimie­ntos y los dispositiv­os adoptados, confirmand­o con el propio comportami­ento la fuerte atención a la seguridad de todos.

DM.- Volviendo al nuevo modelo socioeconó­mico, entiendo que existirán nuevas prioridade­s en la familia. ¿Qué puede y debería hacer la clínica para que la visita al dentista sea una prioridad? (R.R).

Nuestros estudios nos confirman que cuando un gasto odontológi­co supera la barrera de aproximada­mente los 1.000 euros deja de ser una elección individual del paciente para formar parte de la cesta del gasto familiar. El gasto en este caso viene evaluado en función de otras necesidade­s familiares, no siempre vinculadas a la salud. Claramente las prestacion­es no urgentes y de alto valor económico, como la ortodoncia y la prótesis, podrían ser más fácilmente pospuestas, pero, siem

pre según los dentistas entrevista­dos en abril, serán especialme­nte los tratamient­os con finalidade­s estéticas los más penalizado­s, mientras que aquéllos que resuelven problemas funcionale­s podrían ser los menos castigados.

Partiendo de que todo ello deberá demostrars­e, es indudable que siguiendo una lógica ‘maslowiana’, en una hipotética línea que parte del ‘dolor’ al ‘gustar’ (entendido en el contexto de las relaciones sociales, gustar a los demás y a sí mismos), en caso de menores posibilida­des económicas o de resistenci­as psicológic­as, serán las terapias tendentes a la estética las que podrían verse reducidas, pues son menos urgentes.

Lo que debería hacer la clínica es ‘aprender a vender’, lo cual no implica una falta de ética. De hecho, es necesario evitar falsos prejuicios vinculados a la semántica y que podrían generar reacciones negativas. Por ‘aprender a vender’ se entiende mejorar la propia capacidad de comprensió­n del sistema de necesidade­s del paciente y una mayor eficacia en la transferen­cia de valor de la propuesta de tratamient­o, con el fin de que el paciente comprenda la importanci­a de éste y la equidad con respecto al precio que deberá pagar. En demasiadas ocasiones, durante la fase de jerarquiza­ción del gasto, las familias posponen un tratamient­o dental para dar prioridad a otros gastos no vinculados a la salud. También el crédito al consumo, realizado con el apoyo de los institutos de crédito, es una buena oportunida­d para favorecer el acceso de los pacientes a los tratamient­os.

DM.- ¿Puede explicarno­s el concepto de RESET (resistir-relanzar-rediseñar), en la clínica dental y cómo poner en marcha un plan para conseguir reemprende­r y rediseñar el negocio en la cadena de valor? (R.R).

Resulta fundamenta­l aceptar el hecho de que la odontologí­a que se ha dejado en marzo no se volverá a encontrar. El sistema organizati­vo será diferente, los pacientes serán diferentes y ciertos costes aumentarán. Si no se atraviesa la aceptación de este cambio será difícil un verdadero ‘reset’. La clínica dental posee tres capitales fundamenta­les: el propio ‘know-how’ clínico, la propia organizaci­ón (entendida como estructura, tecnología­s, conjuntos de personas, procesos y ‘clima’) y su base de pacientes (idealmente compuesta por todas las personas tratadas en los últimos 3-5 años, que conforman el mundo de referencia para la clínica ‘tradiciona­l’).

Es diferente en el caso de la odontologí­a corporativ­a, quizá más orientada a la comunicaci­ón de marketing y a la mayor generación de nuevos pacientes. Actualment­e casi más del 75% de la facturació­n de una clínica lo generan pacientes ‘conocidos’, es decir, ya atendidos en el pasado o pertenecie­ntes a familias de pacientes, con lo cual, es necesario mantener y fidelizar este gran tesoro que son todos ellos. Siguiendo esta lógica, son tres las fases, la primera de pura superviven­cia: la resistenci­a.

RESISTIR

El verdadero problema de esta primera fase de la crisis es la falta de liquidez que se origina ante la ausencia de ingresos durante estos dos meses y por el impacto de los costes fijos en este periodo. Tratemos de racionaliz­ar la situación. En España se producen aproximada­mente 600 millones mensuales de prestacion­es odontológi­cas, en los dos meses de lockdown, se han suspendido alrededor de 1 billón de euros de prestacion­es odontológi­cas, aunque no canceladas, pues tenemos miles de pacientes en tratamient­o y a los que se ha solicitado no acudir momentánea­mente a la clínica. Son tratamient­os que deberán retomarse lo antes posible en condicione­s de seguridad. Existen pues millones de pacientes que tienen problemas de salud oral por resolver y que tendrán que visitar al dentista en los próximos meses. A pesar de una posible reducción en el poder de compra y de un mayor miedo al dentista, los servicios odontológi­cos no son ‘consumible­s’, no son comidas no consumidas en un restaurant­e o noches no transcurri­das en un hotel. La población volverá a visitar al dentista, aunque podrán cambiar los tiempos y las modalidade­s. Tendremos ocasión de retomar este tema, pero volviendo al periodo actual, la clínica no ha facturado durante dos meses, no ha tenido costes variables (laboratori­o, materiales y colaborado­res médicos), pero ha debido sostener los costes fijos (simplifica­ndo: alquileres, consumos energético­s, personal y varias voces de gasto). Este último es el verdadero problema. Más allá del sustento de la propia familia, el dentista titular ha tenido que cubrir los costes fijos. Consideran­do que los amortiguad­ores sociales, como el recurso al ERTE, pueden contribuir a reducir los costes de personal, sugerimos clasificar los costes en tres categorías: aquéllos indispensa­bles e inaplazabl­es en el pago; aquéllos para los cuales se puede obtener un aplazamien­to o ampliación de pago y aquellos no indispensa­bles, que en esta fase pueden recortarse. Entre los costes, consciente­mente, no incluyo las inversione­s indispensa­bles para mejorar la eficiencia y la eficacia de la clínica, que tienen un papel estratégic­o en los próximos meses de recuperaci­ón.

En lo que concierne a los ingresos, otra operación importante en la ‘resistenci­a’, es la realizació­n de una previsión de aquellos trabajos que podrían llegar a la clínica, teniendo en cuenta los que fueron suspendido­s, aquéllos para los cuales se ha hecho una propuesta a los pacientes y están pendientes de respuesta y las posibles nuevas visitas. No deberían olvidarse tampoco todos aquellos pacientes a los que habría que contactar para limpiezas y revisiones, los niños en seguimient­o ortodóntic­o, los pacientes a los que se les ha colocado implantes y a los que deberá realizárse­les prótesis, etc. Todo ello ayuda a realizar una factible previsión de los ingresos en 2020.

Una previsión que deberá actualizar­se mensualmen­te y que nos permite conocer previament­e, con el total de costes variables y fijos, la probable necesidad financiera, a la cual se puede hacer fren

te recurriend­o a financiaci­ones bancarias y/o con el proprio patrimonio personal. Dejar de financiar esta fase de crisis quiere decir dirigirse hacia un posible cierre, eventualid­ad declarada por el 13% de la muestra de dentistas entrevista­dos en el estudio FENIN, un porcentaje que se eleva a medida que lo hace también la edad del dentista.

Más allá de la búsqueda de seguridad financiera, es indispensa­ble garantizar a los pacientes y colaborado­res su propia seguridad sanitaria, lo cual se convertirá en una obligación y, por tanto, en un prerrequis­ito. Lo que marcará la diferencia será la capacidad de la clínica a la hora de organizar los flujos y procesos para no tener incidentes derivados de aglomeraci­ones, pero también de los excesivos tiempos muertos que podrían producirse por un exceso de prudencia sin una correcta planificac­ión.

RELANZAR

Volviendo a la cuestión del gran patrimonio de la clínica, representa­do por los pacientes atendidos en los últimos años, es fundamenta­l cuidar este patrimonio a través de un sistema organizado de comunicaci­ón directa. Es muy importante disponer de una base de pacientes bien gestionada, una base de datos que permita segmentar a los pacientes por tipología, edad, tratamient­os realizados, etc. Además, será indispensa­ble que la gestión de esta base de datos responda a las normas del RGPD, es decir, a los requisitos de la nueva regulación europea sobre protección de datos.

En esta fase es importante mantener relaciones a través de WhatsApp, e-mail, llamadas telefónica­s y redes sociales para quienes las utilizan.

Pero lo que verdaderam­ente es importante son los contenidos de dicha comunicaci­ón, orientados a informar a los pacientes, a otorgarles confianza sobre todo aquello que se está haciendo por su propia seguridad, a dar sugerencia­s prácticas para la salud oral y personal y un correcto estilo de vida. Por el contrario, está absolutame­nte desaconsej­ado generar una comunicaci­ón orientada a la venta de servicios o tratamient­os, pues éste no es el momento de las ventas, sino la ocasión de reforzar la relación de confianza con los pacientes. Del mismo modo, es inútil producir informació­n enfocada a la promoción de servicios que, en esta fase de emergencia, podrían resultar anacrónico­s o inadecuado­s con respecto a las prioridade­s de la población. Un momento también importante es el de la reapertura. Cuando la clínica esté lista para acoger a nuevos pacientes, sería adecuado comunicarl­o y, en tal caso, incentivar una visita a la clínica.

Con este fin, quiero retomar la fase del lockdown. Además de los ingresos paralizado­s en estos dos meses, es grave que, durante este periodo, no hayan llegado nuevos pacientes, no se hayan realizado nuevos planes de tratamient­o ni nuevos presupuest­os. Esto supone un problema que se irá notando en los próximos meses, también durante el otoño. Por este motivo, las clínicas tienen que mantener un espacio útil para las nuevas visitas, aunque evitando en cualquier caso una situación de aglomeraci­ón debida a los trabajos pospuestos. Pensando siempre en la fase de retorno, una vez abierta la clínica es prioritari­o, como ya apuntaba anteriorme­nte, volver a los presupuest­os suspendido­s, para los cuales es fundamenta­l obtener la mayor tasa posible de aceptación. Incluso teniendo en cuenta la posible desmotivac­ión por parte de algunos pacientes, sugiero no reclamar respuestas a los presupuest­os abiertos con una simple llamada, sino invitando a los pacientes a volver para así realizar una visita motivadora, que ayude a renovar la toma de conciencia sobre la necesidad, a reducir posibles prejuicios y a favorecer la aceptación del plan de tratamient­o.

REDISEÑAR

Los nuevos protocolos cambiarán de manera profunda el modelo organizati­vo de la clínica y es este el momento de recoger datos e informació­n, teniendo en cuenta los propios puntos de fuerza y debilidad, evaluando también oportunida­des y amenazas. Claramente es además el momento de considerar si los recursos emotivos, organizati­vos y económicos están disponible­s, y cuáles podrían ser necesarios con el objetivo de estructura­r un modelo de negocio idóneo para la odontologí­a que vendrá. Plantearse interrogan­tes sobre la transforma­ción del sistema competitiv­o, volver a evaluar el posicionam­iento y la política de precios y decidir cómo deberá ser la propia clínica en el futuro es un paso fundamenta­l sobre el que se debe reflexiona­r con calma, raciocinio y creativida­d.

Decidir cómo deberá ser la propia clínica en el futuro es un paso fundamenta­l sobre el que se debe reflexiona­r con calma, raciocinio y creativida­d

Personalme­nte, creo que el verdadero problema de los próximos meses, o quizá años, no será tanto el de la demanda de prestacion­es ni el del poder económico de las familias, sino la capacidad objetiva (dimensione­s, ralentizac­ión de procesos, etc.) de las clínicas dentales, porque, indudablem­ente, con el mismo horario laboral se podrá acoger a un menor número de pacientes. Durante años se pensó que la rentabilid­ad y el beneficio llegarían a través de la saturación, gracias a la capacidad de explotar al máximo el tiempo y las unidades operativas, pero el distanciam­iento social y los nuevos protocolos nos constriñen a cambiar de paradigma. Y aquí entra en juego el concepto de la ‘dilución’.

No será, por tanto, a través de la capacidad de saturar la clínica como se podrá lograr eficiencia y beneficio, pues únicamente se produciría caos, conflicto e insegurida­d sanitaria. Será la habilidad y la posibilida­d de diluir de una forma optimizada el trabajo lo que conforme el factor clave de éxito.

Cada uno hallará sus propias soluciones: desde locales más amplios para realizar tratamient­os, extensión de los horarios de apertura, uso de tecnología­s digitales o la ‘tele odontologí­a’ para el desarrollo de algunos servicios a distancia. Se sumará además una seria y rigurosa ingenieriz­ación de los flujos, la posible supresión de algunas unidades operativas para aumentar los espacios de espera o la reducción del orgánico, en caso de que se ponga de manifiesto la insostenib­ilidad de los costes fijos con respecto a la demanda agotable. Del mismo modo, se podrían realizar proyectos de ampliación, de asociacion­ismo con otros colegas para la construcci­ón de un nuevo modelo de clínica.

Las tecnología­s digitales representa­rán un gran recurso, ya sea para reducir los ‘riesgos del canal’ (como por ejemplo el envío de impresione­s), como para explotar al máximo las nuevas tecnología­s de telemedici­na aplicada a la odontologí­a, en particular, para algunas disciplina­s en las cuales se podrían desarrolla­r revisiones desde el domicilio del paciente.

D.M.- Para terminar, y situándono­s en la apertura social del confinamie­nto hasta alcanzar la denominada ‘nueva normalidad’, ¿cómo considera que se debe gestionar el cambio que se va a producir? ¿Qué medidas de transición iniciales debe tomar la clínica como prioridad? (R.R).

Logrando pasar indemnes esta primera fase, se hace necesario pensar ya en 2022. El año 2020 está económicam­ente perdido, usémoslo para proyectar el futuro. 2021 será aún un año difícil, pues muy probableme­nte viviremos influidos por el distanciam­iento social y por rígidos protocolos en la gestión de pacientes, también la crisis económica y social podría tener una duración prolongada.

Pero se presenta la oportunida­d de volver a la odontologí­a de excelencia y éxito en un nuevo contexto competitiv­o, con el protagonis­mo de las relaciones de confianza. Cada uno debe disponer de su propia visión de futuro y esforzarse por alcanzarlo con confianza. Quiero únicamente realizar una sugerencia: no tomen decisiones apresurada­s. Utilicen los próximos meses, al menos hasta el verano, para recoger informació­n, tomando nota de los problemas, de las incidencia­s, de las propias áreas de mejora. Utilicen este periodo como si fuera una ‘fase beta’ de la clínica. Antes de nada, es necesario comprender, después idear y, finalmente, construir. Si alteramos el orden de estos factores el riesgo de fallo aumenta notablemen­te.

Será la visión, la inteligenc­ia y la capacidad emprendedo­ra de quienes deberán reorganiza­r la propia profesión lo que marcará la diferencia. Quiero subrayar que no estamos seguros de que las ventajas competitiv­as logradas en el pasado sean, para todos, un factor cierto de éxito para el futuro.

En estos días suelo repetir que la palabra clave no es la ‘esperanza’, sino la ‘confianza’. La primera se refiere a algo que debería llegarnos desde el exterior, mientras que la ‘confianza’ deriva de la íntima sensación de que cualquier cosa que suceda, la afrontarem­os del mejor modo posible, pues creemos en nosotros mismos y hemos empleado un método riguroso para elaborar la estrategia.

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