El Dia de Cordoba

Una mirada amable

Patricio Peñalver reúne las crónicas que publicó en ‘La Verdad’ en torno al Festival de las Minas

- Juan Vergillos

FESTIVAL DE LAS MINAS

Patricio Peñalver. Fundación Cante de

las Minas, 500 pp.

Patricio Peñalver ha sido un testigo excepciona­l del Festival de las Minas desde 1992. Fue el inicio de una segunda edad dorada del Festival que tiene en los galardones recibidos por Miguel Poveda (1993) y Rocío Márquez (2008) sus grandes hitos. Peñalver ha dado fe de estas y otras peripecias mineras a través de sus crónicas en el periódico La Verdad.

El autor ofrece una mirada amable, de cronista a la vieja usanza, sobre los hechos que está narrando. Y los trufa en ocasiones con entrevista­s con los protagonis­tas y también con muchos testigos anónimos de los hechos que en estas páginas salen así, por unos instantes, de su anonimato. Porque a Peñalver le gusta hablar con el público, con los aficionado­s que cada agosto se dan cita en la localidad murciana.

Los estilos mineros son tardíos en la historia del flamenco. Y por eso son, acaso, los más bellos del repertorio jondo. Los crearon los profesiona­les del cante que acudieron a La Unión al calor de los cafés cantantes que floreciero­n conforme el plomo, el hierro y el zinc surgían de la tierra. Creadores como Antonio Chacón de Jerez o El Rojo el Alpargater­o de Callosa del Segura, Alicante, que se establecie­ron durante largas temporadas en el pueblo murciano.

En realidad la primera fiebre del oro flamenca tuvo lugar en la provincia de Jaén, en los municipios de Linares y La Carolina entre otros, y allí surgió el cante por tarantas que es el estilo que define todo el repertorio minero. Es decir, todos los cantes mineros, casi, son tarantas. Más tarde el negocio de la minería, y del cante, se traslada a Almería y finalmente a la Sierra de La Unión, cerca de Cartagena. Surgen así las variedades de tarantas que hoy conocemos como minera y cartagener­a de Chacón. La cartagener­a del Rojo el Alpargater­o tiene más inf luencia, al parecer, de la malagueña que de la taranta, por lo que podemos considerar que es un estilo más antiguo. Y ya en pleno siglo XX un gitano llamado El Cojo de Málaga confeccion­ó diferentes modalidade­s de tarantas, entre ellas las llamadas, hoy, murciana y levantica. El taranto no es sino la proyección hacia al baile de estos estilos mineros. Los historiado­res del flamenco no se po- nen de acuerdo en afirmar quién fue el primero que bailó dichos estilos aunque hay una mayoría que se inclina por el nombre de Carmen Amaya.

En esto llegó el Festival de La Unión. La primera edición, que lógicament­e no está recogida en esta obra, se llevó a cabo en 1961 y tenía la intención de reivindica­r los estilos mineros en una época en la que, al parecer, estos gozaban de menos popularida­d que en los primeros años del siglo XX. En las primeras décadas de vida del festival encontramo­s a nombres tan emblemátic­os del cante como Canalejas de Puerto Real, Enrique Orozco y, por supuesto, el héroe local Pencho Cros. Por cierto que Peñalver recoge una breve entrevista, muy interesant­e, con el cantaor de La Unión, maestro que fue de Miguel Poveda. También jóvenes intérprete­s como Luis de Córdoba, que también aparece entrevista­do en este libro.

Pero, como digo, esta obra se centra en esa segunda edad de oro del festival que contempló asombrado el triunfo de Miguel Poveda en 1993. Es interesant­e que en la primera crónica que hace Peñalver del cante de Poveda señale que “no tuvo su noche, se alargó demasiado”. Hasta los maestros tienen sus noches, ¿verdad?

Por las páginas de esta obra nos vienen a la memoria las noches heroicas de Enrique Morente, que ofreció en La Unión su última actuación, o Rocío Márquez, cuyo galardón en 2008 rompió una larga tradición de cante masculino y bronco. Voces dulces también la de Gema Caballero, que celebró su Lámpara Minera con un chocolate con churros en un vaso de plástico, o Ricardo Fernández del Moral que se alzó, inopinadam­ente, con todos los premios en 2012 acompañánd­ose él mismo a la guitarra. De todo ello da cuenta Peñalver incorporan­do también la proyección estrictame­nte local de los vencedores en las últimas ediciones. O las innovacion­es en las bases del concurso con la feliz incorporac­ión de un premio para instrument­istas.

Con este libro podemos revivir noches épicas en el Antiguo Mercado de La Unión

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ALBERTO DOMÍNGUEZ Rocío Márquez obtuvo la Lámpara Minera en 2008.
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