El Gobierno garantiza que los restos del dictador no acabarán en la Almudena
El Gobierno aseguró ayer que no permitirá que “un dictador siga ocupando un lugar público que se preste al enaltecimiento”, como la cripta de la Almudena, y que empleará “los recursos y el procedimiento oportunos para evitarlo”.
Así lo recalcó la ministra portavoz del Ejecutivo, Isabel Celáa, después de que el Consejo de Ministros diera ayer un paso más en el procedimiento abierto para la exhumación de los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos.
Según explicó Celaá, el Ejecutivo ha encargado a la ministra de Justicia, Dolores Delgado, que remita al Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial, del que depende el Valle de los Caídos, el proyecto necesario para llevar a cabo la exhumación, cuya redacción ha de encargarse a los servicios técnicos de Patrimonio Nacional.
La ministra de Justicia solicitará, asimismo, a la Dirección General de Salud Pública de la Consejería de Sanidad de Madrid, el organismo competente en la comunidad en materia de sanidad mortuoria, un informe sobre el proceso de exhumación, que no es vinculante y deberá estar concluido en el plazo de un mes.
“Esta fase deberá ser completada en un mes”, remarcó Celaá, quien hizo hincapié en que, dentro del objetivo del Gobierno para que el proceso de exhumación sea “muy garantista”, se dará de nuevo diez días de plazo a las partes afectadas para la presentación de alegaciones.
La portavoz del Gabinete socialista remarcó que “el Gobierno de España no va a permitir que un dictador siga ocupando un lugar público que se preste al enaltecimiento. Y eso, con la ley en la mano y todas las declaraciones del Parlamento europeo y toda la legislación española”.
LA radicalización, el extremismo y la xenofobia se agigantan y el discurso del odio toma la red. La tecnología, como la cultura, no nos hace necesariamente mejores y el rechazo y el miedo a lo diferente dispara como poco los más bajos instintos.
“Un arma, más que la defensa de la vida, es la garantía de la libertad”, dice Jair Bolsonaro. Hasta 57 millones de brasileños han aupado al poder a este siniestro machista, homófobo, xenófobo e hiperreligioso, que no tiene empacho en mostrar su simpatía por la dictadura que maniató al gigante sudamericano entre 1964 y 1985.
Otra presunta simpatizante de sátrapas deslizó un inolvidable comentario (en voz alta para que se oyera) con un diario conservador con grapas bajo el brazo al salir de un quiosco de prensa años atrás. “Yo (la sujeta y el sujeto retórico, puro énfasis) a Zapatero lo fusilaba”. El entonces presidente del Gobierno acababa de dar luz verde al matrimonio homosexual y la caverna rezumaba nostalgia de unas prácticas que se extendieron durante 40 años en España.
El actual presidente del Gobierno también es un oscuro objeto de deseo de indeseables. Ahora salen a la luz las malas intenciones de otro pinchaúvas de la ira enojado por la exhumación de los restos de Franco. Un asunto que a unos se la sopla y que a otros nos revuelve las tripas con esa siniestra majestuosidad que refulge en el Valle de los Caídos con la momia de un dictador rodeada de restos de sus víctimas.
El justiciero patriotero vecino de Tarrasa estaba dispuesto a sacrificarse por España y, mira por dónde, una coordinadora de Vox en Barcelona truncó el posible magnicidio.
Libertad, libertad, sin ira, libertad, rezaba el mantra de la inconclusa Transición. La ira permanece y los rescoldos del franquismo siguen humeando.