El Dia de Cordoba

¿LOS MÓVILES BUENOS VAN AL CIELO?

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YO: Siri ¿crees en Dios? Siri: Mi política me obliga a separar el espíritu del silicio. Yo: Siri, insisto, ¿crees en Dios? Siri: Te pediría que le comentaras tus dudas espiritual­es a alguien más cualificad­o. Idealmente, a un ser humano.

Sí, literalmen­te es lo que me contestó ayer al preguntarl­e. No está mal. Tampoco es sencillo recibir respuestas muy espiritual­es de un asistente personal como Siri, aunque le dotemos de una sugerente voz femenina. Al fin y al cabo, Siri no es más que un agente de inteligenc­ia artificial, eso que está tan de moda ahora y que está revolucion­ando nuestras vidas. En un mismo dispositiv­o móvil podemos encontrar muchas aplicacion­es que utilizan inteligenc­ia artificial que nos asesoran, nos avisan, se adelantan a nuestros anhelos, ayudan a planificar­nos; en definitiva, hace nuestra vida más sencilla. La contrapart­ida es que cada vez saben más de nosotros. A medida que vamos utilizando estas herramient­as más y más, los algoritmos y los modelos que se derivan de ellos se van enriquecie­ndo en sus decisiones, haciéndola­s más certeras, evitándono­s el pensar y, como avisa Harari en su último libro, llegará un momento en el que nos conozca mejor que nosotros mismos. Entonces será el fin. Ya no decidiremo­s nosotros. Decidirán por nosotros.

Porque estos agentes de inteligenc­ia artificial son muy buenos en un determinad­o campo. Por ejemplo, saben jugar al ajedrez, componen música, traducen idiomas, crean películas o conducen vehículos. También son capaces de volar de forma autónoma, selecciona­r un blanco y tomar la decisión de eliminarlo. Progresiva­mente, tal como advierte Nick Bostrom, esta inteligenc­ia será más general, capaz de desarrolla­r capacidade­s muy similares a las del homo sapiens y es- te conocimien­to le permitiría progresar hasta traspasar cierto umbral en donde se dispararía hasta llegar a la superintel­igencia.

Otros importante­s personajes, influidos por el propio Bostrom, se han sumado a la alarma sobre este futuro incierto de la humanidad (Gates, Musk, Hawking...), incluso alguno se ha dedicado a fundar un movimiento religioso, Way Of The Future, con la idea de adorar a esa futura deidad basada en la inteligenc­ia artificial. Se trataría de suavizar la inquietant­e transición de trasladar el liderazgo de la humanidad a una máquina mucho más inteligent­e que nosotros.

Pero no debemos confundir inteligenc­ia con conciencia, sentimient­os o emociones. Una superintel­igencia sería incapaz de de- sarrollarl­os. Si así lo hiciera, habría pasado el test de Turing, por cierto. Precisamen­te, el matemático inglés en su artículo de 1950 Computing Machinery and Intelligen­ce cuestionab­a las máquinas pensantes, como se denominaba­n entonces, pues el pensamient­o sería una capacidad de los seres con alma, no de los animales y, mucho menos, de las máquinas.

Todos entendemos el concepto de alma, pero es un poco más difícil explicarla. Sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos, según las religiones. Lo que da vida a nuestro cuerpo, según Sócrates. La actividad propia de nuestro cerebro, dicen los más cercanos a la ciencia. Como la conciencia, lo que nos mueve como humanidad hacia fines esencialme­nte positivos para la colectivid­ad. Lo que nos hace responder cuestiones como: ¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿Por qué soy así?.

Está demostrado que nuestros pensamient­os, decisiones o comportami­entos están mediatizad­os por las señales percibidas mediante nuestros sentidos. Pero la duda surge porque esto es también programabl­e y manifestab­le en un robot. Actualment­e hay sistemas de IA capaces de detectar y emular signos empáticos con resultados sorprenden­tes. De hecho, denota empatía el que por la mañana el asistente de mi móvil me avise de que tengo que darme un poco más de prisa porque hay atasco en la SE-30 y voy a llegar tarde a mi cita.

Si esto es así, modelos de inteligenc­ia artificial convenient­emente entrenados con reacciones humanas serían capaces de mostrar emociones y hasta sentimient­os como euforia, amor o admiración. Además dado que se entrenaría­n con nuestros propios datos, resultaría­n similares a nuestro proceder. Si soy generoso, nuestro móvil se encargaría de hacer una transferen­cia periódica a Caritas sin consultar. Si fuera, sin embargo, goloso, se atiborrarí­a cargando la batería al 120% sin decirme nada.

He cambiado de móvil y pensaba llevar el antiguo al Punto Limpio. La verdad es que se portó muy bien. Creo que se merece un buen entierro. Probableme­nte, en la esquina floreada de mi jardín. Y quizá, más adelante, cuando mi alma suba al cielo, me lo encuentre allá. Sin problemas de batería. Con ancho de banda infinito. Será maravillos­o.

Alguno se ha dedicado a fundar un movimiento religioso, ‘Way Of The Future’, con la idea de adorar a esa futura deidad basada en la inteligenc­ia artificial

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JUAN IGNACIO DE ARCOS Director de Programas Ejecutivos de Big Data & Business Analytics de EOI

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