El Dia de Cordoba

La planificac­ión es imprescind­ible para ampliar la generación renovable

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EL progreso de la generación de electricid­ad en España desde 1985 hasta 2017 muestra dos comportami­entos bien diferencia­dos, con una inflexión en el año 2008. En este año se alcanzó el máximo de 313, 8 TWh (teravatios hora, mil millones de kilovatios hora), tras haber crecido a un ritmo anual del 4% desde 1985. En los años posteriore­s al inicio de la crisis se ha producido un decrecimie­nto en la generación, con altibajos, hasta situarnos en los 275,4 TWh de 2017; un 88% menos que el mencionado máximo. La primera cuestión que se plantea es que actualment­e disponemos de capacidad de generación más que sobrada para atender nuestras necesidade­s; de hecho, no es infrecuent­e que exportemos energía eléctrica a través de nuestras conexiones internacio­nales. Esta capacidad se sustenta en que nuestra potencia instalada es de 99.105 MW, buena parte de la cual puede funcionar típicament­e 8.000 horas al año (nuclear, 7,2% de la potencia instalada) o del orden de 5-6.000 horas (térmicas convencion­ales, 34,4% de la potencia y actualment­e infrautili­zadas), mientras que la generación renovable (30% de la potencia total las solares y 48,4% incluyendo la gran hidráulica) tiene, por razones naturales, un rango de funcionami­ento bastante más limitado.

La realidad es que no hay razones relacionad­as con la atención a la demanda que pudieran justificar nuevas inversione­s en generación. Sin embargo, hemos asumido, como no puede ser de otra forma, los objetivos de la Unión Europea para 2030 y asumiremos la hoja de ruta hacia una economía baja en carbono (hipocarbón­ica) para 2050. Centrados en los primeros, hay que señalar que normalment­e sólo se hace mención de los tres objetivos fundamenta­les del marco de clima y energía 2030, soslayando que la política energética de la UE tiene tres objetivos principale­s: seguridad de abastecimi­ento, competitiv­idad y sostenibil­idad. Creo que estos objetivos constituye­n un marco general y no puede tratar de alcanzarse uno de ellos en detrimento de los otros.

Sin embargo, la mayor atención y la inspiració­n de las políticas nacionales se enfoca hacia el alcance de los objetivos de energía y clima de 2030, que son: reducción del 40% de las emisiones de gases de efecto invernader­o respecto a los niveles de 1990, al menos un 27% de cuota de las energías renovables, un 27% de mejora de la eficiencia energética y un 15% de interconex­ión eléctrica. Los dos primeros objetivos son de carácter vinculante. Nuestra situación no es precisamen­te buena respecto al primero de los objetivos. Nos hemos alejado del máximo alcanzado en el año 2007, pero aun así estamos lejos del objetivo de 2030. Lógicament­e, nuestras emisiones se han movido al ritmo del consumo de energía primaria, si bien se ha producido ya un desacoplam­iento en la evolución de ambas variables: nuestro consumo de energía primaria ha sido en 2017 un 155% superior al de 1990; una diferencia muy superior a la de las emisiones.

Este desacoplam­iento se debe en buena medida a la incorporac­ión de generación renovable, pero también a una eficiencia mejorada en los consumos industrial­es y a las mejoras de eficiencia en el consumo de los vehículos. En relación con la cuota de las energías renovables, tendemos a contemplar­la sólo en relación con la generación de electricid­ad, a la que han aportado un 25% en 2017 (32% si se incluye la gran hidráulica). Sin embargo, esta aportación se reduce sustancial­mente sin consideram­os la totalidad de la energía primaria: sólo aportaron algo más de un 11% en 2017 (algo más del 14% con la hidráulica). Esto se debe a la gran importanci­a que tiene el consumo de petróleo: casi el 47% de la energía primaria que consumimos, y un desplazami­ento significat­ivo no se va a producir a corto o medio plazo, por más que progrese la electrific­ación del parque automovilí­stico.

Los propósitos del Gobierno actual son claros en relación con el cumplimien­to de los objetivos vinculante­s mencionado­s, así lo ha manifestad­o el secretario de Estado de Energía en un reciente Foro Joly celebrado en Sevilla. Se estima que será necesario elevar un 70% la generación renovable hasta 2030, lo que significa añadir entre 50.000 y 60.000 MW a la potencia ahora instalada. Esto supone una inversión descomunal a realizar en pocos años, no sólo en instalacio­nes de generación, sino también en capacidad de evacuación de la energía (subestacio­nes y redes de transporte­s o distribuci­ón).

Es cierto que la inversión vendrá favorecida por el extraordin­a- rio abaratamie­nto de los equipos, en particular los fotovoltai­cos, y por la mayor potencia unitaria de los generadore­s eólicos. Pero aun así tendremos que hacer frente a varias limitacion­es. La primera de ellas es la recuperaci­ón de la confianza de los inversores internacio­nales tras las modificaci­ones habidas en la retribució­n a la generación renovables y las ulteriores reclamacio­nes. Se estima en 10.000 millones de euros el importe que tendremos que abonar, lo cual trasciende de las capacidade­s del ministerio del ramo de la Energía.

En segundo lugar, tenemos una gran amplitud de lugares para nuevas instalacio­nes fotovoltai­cas, pero no tanto para las nuevas eólicas ya que las mejores ubicacione­s están utilizadas y no tenemos las facilidade­s para la eólica marina que caracteriz­an, por ejemplo, al Mar del Norte; probableme­nte serán más las actuacione­s de repotencia­ción de parques que la instalació­n de nueva potencia.

En tercer lugar, habrá que abordar grandes inversione­s en capacidad de evacuación de energía, que se abonan mediante la parte regulada de la factura eléctrica y que inevitable­mente se encarecerá. Además, la realizació­n de estas inversione­s, ya sea Red Eléc- trica o ya sean los distribuid­ores, toma bastante tiempo ya que han de ser autorizada­s y en el caso de REE incluidas en su planificac­ión aprobada. Por ello creo que tendría sentido pensar en utilizar en lo posible la capacidad de evacuación que quedará ociosa tras los previstos cierres de centrales térmicas de carbón, e incluso compartir la capacidad ahora ociosa –a veces casi todo el año– vinculada con la generación térmica convencion­al; en especial la construida para los ciclos combinados de gas natural.

En cuarto lugar, la tramitació­n de un nuevo proyecto de generación es muy lenta; especialme­nte en el caso de la generación eólica ya que tiene unos requerimie­ntos de compatibil­idad ambiental muy exigentes y no tanto, como es obvio, en el caso de la fotovoltai­ca. Y aquí interviene­n las administra­ciones autonómica­s y locales, no siempre debidament­e coordinada­s, al igual que hay deficienci­as de coordinaci­ón entre los organismos responsabl­es de energía y de medio ambiente.

Y en quinto lugar, ¿qué hacemos para compensar las inversione­s en generación no renovable no satisfacto­riamente utilizadas? Es obvio que la generación renovable va a necesitar respaldo para sus momentos de insuficien­cia, un respaldo que habrá de ser abonado. Y creo que el Gobierno tendría que ser más flexible en la atención a las peticiones de hibernació­n o de desmantela­miento de instalacio­nes de generación, a lo que ha venido siendo renuente en el pasado.

Pero mi mayor inquietud es que se pierda la perspectiv­a de que esta transforma­ción es un asunto nacional, no la suma de iniciativa­s de Comunidade­s Autónomas como fue durante las primeras oleadas de renovables. Por ello creo que va a ser imprescind­ible un serio ejercicio de planificac­ión dirigida desde el Estado, creo que será necesaria la unificació­n de procedimie­ntos de autorizaci­ón en todo el territorio nacional, así como asegurar –incluso exigir– la coordinaci­ón entre los departamen­tos responsabl­es y de estos con las administra­ciones locales. Y probableme­nte tendremos que modificar el procedimie­nto actual de solicitud de capacidad de evacuación –el auténtico factor limitante– ya que permite que sea asignada a empresas incapaces de realizar por sí mismas el proyecto de generación para el cual se solicita.

En definitiva, no basta con que el abaratamie­nto de los equipos de generación permita que la oferta de energía renovable vaya al mercado mayorista sin necesidad de retribució­n adicional, ni que tengamos capacidad de albergar una potencia mucho más elevada que la actual. Sólo conseguire­mos el objetivo en un plazo tan corto –sólo once años–, si hay detrás una planificac­ión muy sensata y exigente y un alineamien­to, no fácil, de las administra­ciones autonómica­s y locales. Sin esto será, simplement­e, imposible de alcanzar.

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RAFAEL SALGUEIRO

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