ARTE Y DISEÑO AL SERVICIO DE LA BÉLICA PROPAGANDA
Una selección de los más de tres mil carteles de ambos bandos que están en archivos históricos y de partidos y sindicatos
UN cartel es un grito en la pared. Si eso sirve para los carteles festivos, sean de ferias, Semana Santa, estrenos cinematográficos o tardes de toros, la frase alcanza un simbolismo superlativo si el grito es real, rotundo, como el de un país en guerra. La Guerra Civil española (1936-1939) no sólo se libró en las trincheras y los campos de batalla. El conf licto que enfrentó a los españoles entre dos guerras mundiales tuvo una dimensión universal, despertó el interés en los confines más lejanos y se llevó al terreno de las artes.
El Día de Córdoba ofrece a sus lectores un producto novedoso, Los Carteles de la Guerra Civil, un total de 160, 100 de la zona Republicana y 60 de la llamada Zona Nacional. En archivos oficiales y particulares hay más de tres mil carteles repartidos entre el Archivo de la Memoria Histórica de Salamanca, el Archivo General de Alcalá de Henares, el Archivo del Ejército de Ávila y los de las fundaciones de partidos y sindicatos.
La desproporción numérica no obedece a ningún tipo de predilección. La zona republicana produjo diez veces más carteles que la nacional porque en ésta seguían el dictado de un partido único y sus adversarios formaban un conglomerado de organizaciones, cada una con su equipo de propaganda. La España de la Guerra Civil era un país con altos índices de analfabetismo. Estos carteles, mensajes icónicos cargados de fuerza, jugaban el papel que las catedrales desempeñaron en el Renacimiento, la fuerza de las imágenes.
La propaganda era tan importante como la preparación militar. En ese contexto histórico, los carteles sirven para entender mejor uno de los momentos más dramáticos y convulsos de nuestra historia, un conf licto que atrajo a novelistas foráneos (Hemingway, John dos Passos, Bernanos), a combatientes extranjeros (Brigadas Internacionales, Legión Cóndor) y que en su cartelería también se dejó influir por modelos exógenos. En los carteles de la zona nacional se aprecia el sesgo propagandístico de la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler, además del protagonismo del clero o el ejército; en los de la República, el paralelismo es con la simbología de la Revolución Rusa, aunque los carteles domésticos eran más imaginativos y originales, una combinación entre la disciplina castrense y la impostura libertaria.
Los carteles, con sus llamadas al reclutamiento y la movilización, con las caricaturas de los adversarios, son un elemento fundamental, imprescindible para entender mejor la dimensión del conf licto. Cada cartel viene acompañado en el reverso de las láminas de una ficha con referencias de su autor, título, fecha, tamaño original e imprenta de la que salió.
Las láminas se distribuyen en cuarenta entregas, cada una con cuatro ejemplares. Con la primera entrega, mañana domingo, se regala un estuche para guardar los 160 carteles, estuche que dispondrá de dos cajas, una para las cien láminas de la zona republicana, otra para las 60 de la zona nacional. En la selección de los carteles se han tenido en cuenta criterios de relevancia histórica y de excelencia estética, excluyéndose imágenes crudas y de mal gusto.