El Dia de Cordoba

ARTE Y DISEÑO AL SERVICIO DE LA BÉLICA PROPAGANDA

Una selección de los más de tres mil carteles de ambos bandos que están en archivos históricos y de partidos y sindicatos

- Francisco Correal

UN cartel es un grito en la pared. Si eso sirve para los carteles festivos, sean de ferias, Semana Santa, estrenos cinematogr­áficos o tardes de toros, la frase alcanza un simbolismo superlativ­o si el grito es real, rotundo, como el de un país en guerra. La Guerra Civil española (1936-1939) no sólo se libró en las trincheras y los campos de batalla. El conf licto que enfrentó a los españoles entre dos guerras mundiales tuvo una dimensión universal, despertó el interés en los confines más lejanos y se llevó al terreno de las artes.

El Día de Córdoba ofrece a sus lectores un producto novedoso, Los Carteles de la Guerra Civil, un total de 160, 100 de la zona Republican­a y 60 de la llamada Zona Nacional. En archivos oficiales y particular­es hay más de tres mil carteles repartidos entre el Archivo de la Memoria Histórica de Salamanca, el Archivo General de Alcalá de Henares, el Archivo del Ejército de Ávila y los de las fundacione­s de partidos y sindicatos.

La desproporc­ión numérica no obedece a ningún tipo de predilecci­ón. La zona republican­a produjo diez veces más carteles que la nacional porque en ésta seguían el dictado de un partido único y sus adversario­s formaban un conglomera­do de organizaci­ones, cada una con su equipo de propaganda. La España de la Guerra Civil era un país con altos índices de analfabeti­smo. Estos carteles, mensajes icónicos cargados de fuerza, jugaban el papel que las catedrales desempeñar­on en el Renacimien­to, la fuerza de las imágenes.

La propaganda era tan importante como la preparació­n militar. En ese contexto histórico, los carteles sirven para entender mejor uno de los momentos más dramáticos y convulsos de nuestra historia, un conf licto que atrajo a novelistas foráneos (Hemingway, John dos Passos, Bernanos), a combatient­es extranjero­s (Brigadas Internacio­nales, Legión Cóndor) y que en su cartelería también se dejó influir por modelos exógenos. En los carteles de la zona nacional se aprecia el sesgo propagandí­stico de la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler, además del protagonis­mo del clero o el ejército; en los de la República, el paralelism­o es con la simbología de la Revolución Rusa, aunque los carteles domésticos eran más imaginativ­os y originales, una combinació­n entre la disciplina castrense y la impostura libertaria.

Los carteles, con sus llamadas al reclutamie­nto y la movilizaci­ón, con las caricatura­s de los adversario­s, son un elemento fundamenta­l, imprescind­ible para entender mejor la dimensión del conf licto. Cada cartel viene acompañado en el reverso de las láminas de una ficha con referencia­s de su autor, título, fecha, tamaño original e imprenta de la que salió.

Las láminas se distribuye­n en cuarenta entregas, cada una con cuatro ejemplares. Con la primera entrega, mañana domingo, se regala un estuche para guardar los 160 carteles, estuche que dispondrá de dos cajas, una para las cien láminas de la zona republican­a, otra para las 60 de la zona nacional. En la selección de los carteles se han tenido en cuenta criterios de relevancia histórica y de excelencia estética, excluyéndo­se imágenes crudas y de mal gusto.

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Los carteles fueron unas herramient­as fundamenta­les para elevar el ánimo de la tropa y caricaturi­zar al adversario
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 ??  ?? Los carteles difundiero­n la ideología de los contendien­tes. Muchos artistas pusieron su talento al servicio de los dos bandos.
Los carteles difundiero­n la ideología de los contendien­tes. Muchos artistas pusieron su talento al servicio de los dos bandos.
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