Campaña 'soft', campaña sucia
Acuartelado entre Vox y Ciudadanos, el PP andaluz
corrupción no pasa factura, y no es cierto. El PSOE de Susana Díaz obtuvo los peores resultados en las elecciones autonómicas de 2015, y el 2 de diciembre puede aproximarse peligrosamente al 30% de apoyos, pero en esa misma comisión, la del Senado, también se evidenció que el partido de Pablo Casado carga con una mochila de piedra. Le acaba de dimitir su anterior secretaria general, María Dolores de Cospedal, por sus encargos al comisario Villarejo, uno de los atajos sucios de defensa popular en el caso Gürtel. Como el martilleado del disco duro de Bárcenas.
El problema de los populares en estas elecciones andaluzas es nuevo. Y de ahí, estos miedos. Por vez primera deben hacer frente a rivales por los dos flancos, Ciudadanos por el centro y Vox, por la derecha. El partido de Santiago Abascal aspira a obtener un parlamentario por Sevilla y a Juan Marín, el candidato de Ciudadanos, le han puesto el complicado objetivo de sobrepasar al PP. Y así, acuartelado entre Ciudadanos y Vox, el PP va perdiendo el centro y, lo que es peor, parte del voto más conservador de la derecha.
Pablo Casado se ha volcado en la campaña como si fuese candidato; Juanma Moreno se fotografía ante supuestas tortillas, hamburguesas y polvorones, y el comando basura intentará exprimir, con nombres y apellidos, los casos más nauseabundos de corrupción: el peor, el del uso de tarjetas de la Faffe (la extinta fundación de la Consejería de Empleo) en el prostíbulo Don Angelo.
¿Y el PSOE? Si la campaña del PP es agresiva, a veces sucia, la del PSOE es soft, blanda, que casi ni se note. Los socialistas han puesto todos los huevos en la misma cesta, la de Susana Díaz. Los consejeros del Gobierno andaluz, muchos de los cuales se presentan en las listas electorales, apenas gozan de proyección pública, no vendrán los ministros a hacer campaña y Pedro Sánchez sólo sumará dos intervenciones en Andalucía.
La dirección socialista andaluza ha aclarado a Ferraz que no desean un desembarco de ministros ni de otros cargos del partido. El presidente del Gobierno tiene una intensa agenda internacional en las próximas semanas, por lo que su presencia va a ser muy limitada.
Esta estrategia también es difícil de comprender, de no ser que el PSOE busque unas elecciones sin demasiada participación. En 2015 la afluencia a las urnas fue baja –un poco más del 61%–, y el 2 de diciembre aún puede bajar más, pero no está escrito que al PSOE le beneficie una participación débil.
Lo que vienen indicando los sondeos es que la intención directa de voto está muy igualada entre los tres partidos de la oposición y que el PSOE les saca una ventaja amplia para ganar, pero poco más. Si el voto estimado está siendo tan diferente según qué sondeos, se debe a la distinta interpretación que los sociólogos están dando al voto declarado; es decir, a la cocina.
Pero Andalucía está dividida en ocho circunscripciones, el PSOE puede perder tres escaños casi sin darse cuenta, porque fueron los que ganaron un 2015 por un puñado de votos. Susana Díaz está desplegando una campaña muy similar a lo que venía haciendo como presidenta de la Junta el último año. Reuniones sectoriales, encuentros con comités de empresas, paseos por los pueblos acompañada de los alcaldes... pocos mítines y escasa cartelería, más allá de un incesante trabajo en las redes sociales.
Es como si fueran unas elecciones adormecidas, donde todo se da por sabido, a excepción de la rivalidad que se dirime en la derecha. O es una calma que augura tiempos turbulentos.