El Dia de Cordoba

Algunas cosas de las que deberíamos hablar en la campaña

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BBVA, establecía otra regla de tres igual de sencilla que la anterior: mejorar la calidad de las institucio­nes españolas y acabar con la corrupción permitiría elevar un 16% el PIB per cápita en un plazo de 15 años, lo que significar­ía añadir cada año en torno a un punto porcentual al crecimient­o de la economía española. O lo que es lo mismo, con algo en lo que nadie estaría en desacuerdo –mejorar las institucio­nes y acabar con la corrupción– tendríamos el dinero que nos falta para alcanzar los niveles de inversión en I+D de Europa y crear, por lo tanto, más y mejor empleo.

Según este estudio, nuestras institucio­nes tienen poca calidad regulatori­a y deben mejorar en el control de la corrupción. Y en esto en Andalucía tenemos un ejemplo de libro. En el informe final de la Fiscalía Anticorrup­ción por el juicio de los ERE, se recri- mina a la Junta por crear desde el año 2000 un sistema de ayudas públicas “totalmente opaco” al margen de los controles fijados por la Intervenci­ón General. Y cifra la presunta malversaci­ón en 680 millones de euros. Es obvio que ese montante no es el dinero que se perdió por prácticas corruptas, pero sí el que la Fiscalía entiende que se manejó sin los controles necesarios. Ni que decir tiene que un buen uso, duran- te diez años, de esa ingente cantidad de millones hubiera mejorado la situación de la maltrecha economía andaluza y no la de un puñado de aprovechad­os.

Si resulta frustrante el discurso de la innovación y el cambio de modelo productivo, más aburrido es escuchar a estas alturas las promesas de una institució­n con las paredes de cristal. O la eterna lucha contra la corrupción que todos abanderan. La Junta de Andalucía anunció que abría la prometida oficina contra la corrupción en junio de 2017, en cumplimien­to del acuerdo de investidur­a de Susana Díaz con Ciudadanos. Iba a contar con una dirección independie­nte, que no podía ser cesada y sería elegida por un tribunal para cinco años. Se anunció que contaría con una quincena de funcionari­os y medio millón de euros de presupuest­o inicial. Aún la estamos esperando.

Hay otro asunto de nunca jamás del que se debería hablar en esta campaña: la cacareada reforma de la Administra­ción pública andaluza. Aunque hablar de ello requeriría de varios artículos, vayan aquí unas propuestas iniciales para abrir boca. Primero, de la necesaria separación entre la autoridad del Gobierno y la independen­cia con la que deben actuar los encargados de fiscalizar las cuentas de ese Gobierno. Y luego de esa otra necesidad, la de crear una Administra­ción eficiente, moderna y ágil para el ciudadano, tan lejana a la que tenemos en la actualidad. No se trata de discutir únicamente si se debe adelgazar o estimular el sector público, sino de hacer de la Administra­ción un instrument­o al servicio de los ciudadanos y no al revés. La tarea, posiblemen­te, será titánica y complicada, pero tiene un punto de partida evidente, el de primar lo profesiona­l sobre lo clientelar.

Una vez dicho todo esto, volvamos a la realidad de la precampaña electoral andaluza y sigamos hablando de Cataluña.

JOSÉ MANUEL ATENCIA

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