El Dia de Cordoba

EL SERMÓN DE LA HAMBURGUES­A

-

POR la airada y generaliza­da reacción ante la foto de las familias Casado y Moreno en un McDonald’s, deducimos que en Andalucía nadie acude a ese tipo de negocios de fast food. La nuestra debe ser una tierra de gourmets al estilo de Ignacio Peyró –el exquisito gastroescr­itor tan alabado por el aún más exquisito Ignacio F. Garmendia en estas páginas–, o de sanos veganos devoradore­s de forraje. Y, sin embargo, la terca realidad nos indica, con sólo aplicar el método de asomarse a la calle, que las hamburgues­erías cuentan con el favor generaliza­do del público.

El andaluz, históricam­ente acostumbra­do a mezclar culturas y condumios, sabe hacer compatible­s el choco en amarillo, la ensaladill­a con pico gordo y la ingesta de litros de vinos del país con el leñazo neoliberal del BigMac. Conoce que cada día tiene su afán y su menú, sobre todo cuando la descendenc­ia exige su ración de protagonis­mo y carne picada. En este tema, como en todos, los sermones de lo gastronómi­camente correcto sobran. Un pueblo que hizo del fruto de una mata extranjera, el tomate, una bandera culinaria, nada debe temerle a burgers, hot dogs, sushis, y quinoas. Meterse con los que acuden con los niños (aunque estos sean güeros) a un McDonald’s no deja de ser una de las mu- chas caretas tras la que se esconde el esnobismo, esa enfermedad del espíritu tan de nuestra izquierda ilustrada.

Pertenecem­os a la generación que vio el nacimiento de la fast food en la Andalucía urbana. Fascinados por el fenómeno, un día propusimos a nuestro abuelo que nos llevase a merendar a uno de estos locales que nos recordaban a las películas. Aunque la idea no le entusiasma­ba, el viejo coronel cedió con la magnanimid­ad de un rey. Llegó al restorán (es un decir) con su loden y su traje de franela inglesa, se sentó como si estuviese en la rotonda del Palace y tocó dos sonoras palmadas para requerir la inmediata presencia del camarero. Pacienteme­nte le explicamos que aquello no funcionaba así, que era el cliente el que tenía que ir al mostrador a pedir y, luego, recoger los desperdici­os. Nuestro abuelo nos miró como si fuésemos lo que éramos: unos auténticos memos. Gente así, que nunca comió sin vino, sí podía permitirse el lujo de desdeñar los feos comederos de la modernidad globalizad­a. Al resto nos toca ser un poco más compasivos y comprender los muchos peajes que tiene la vida actual, sobre todo cuando uno ha cumplido con la reproducci­ón de la especie.

En este asunto del McDonald’s, como en todos, los sermones de lo gastronómi­camente correcto sobran

 ?? LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ ?? lmolini@grupojoly.com
LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain