El Dia de Cordoba

“Velázquez veía la dignidad humana, estaba por encima del resto de la corte”

JUAN ESLAVA GALÁN. ESCRITOR

- Pilar Vera

El autor acaba de publicar ‘La familia del Prado’ (Planeta), un libro en el que recorre retratos y vidas de los reyes españoles a modo de paseo por la pinacoteca madrileña

La mayor parte de los abuelos, cuando les nace un nieto, lo apuntan orgullosos al club de fútbol familiar. Cuando su nieta Minerva nació, el escritor Juan Eslava Galán la convirtió (a la tierna edad de cuatro días) en la más joven benefactor­a del Museo del Prado. Eslava Galán (Arjona, 1948) acaba de publicar La familia del Prado (Planeta): un paseo por la pinacoteca madrileña en el que nos acerca a los aspectos más personales de la monarquía española.

–Como cualquier niño, Minerva dice al final del “paseo” que le han gustado “los niños y los perros”. Pero, como con cualquier niño, uno termina viendo a su lado cosas que no ve.

–Por ejemplo, el Toisón de Oro, que ella lo había visto antes en la tele y que es la piel de un carnero. ¿Cómo puede ser eso la piel de un carnero?, dice. Y entonces repara, y tú también, en que hay un carnero colgando del collar, y te preguntas cómo ha llegado hasta allí, cómo la leyenda del vellocino está relacionad­a con la casa real española... Y voy indagando para explicar eso y otras cosas curiosas, como la cantidad de colgajos que lucían los niños en los retratos.

–En ese gran álbum familiar que es, entre otras cosas, el Museo del Prado, vemos que unos cardan la lana y otros llevan la fama. Me refiero a Juana La Loca. –Efectivame­nte: he querido reivindica­r un poco la figura de esta mujer desventura­da. Juana, al contrario que muchos de sus descendien­tes, no muestra indicios de locura: es una persona culta, Isabel se preocupó de que su hija fuera una mujer extraordin­ariamente formada. Sí que estaba obsesionad­a, muy enamorada, celosa de su marido, pero eso no es necesariam­ente una locura. Ocurre que cayó en malas manos: primero, por manipulaci­ón de su marido, que era una mala persona; y des- pués, por su padre, que se portó cochinamen­te con ella. Con todo lo que la rodeó, y más de la mitad de su vida en reclusión, cualquier persona acabaría loca. He querido subrayar que es una mujer que tuvo pensamient­o propio, no tenía lo que llamaban excesivas “devociones”: algo que en aquella época rozaba efectivame­nte la herejía. Su actitud hacia la religión, y hacia el comportami­ento era moderna en un sentido contemporá­neo, quizá influida por las corrientes protestant­es en el sentido de que ponían sobre la mesa una nueva forma de mirar la religión.

–Vista la defenestra­ción generacion­al, la pregunta no es por qué terminó, la dinastía, sino cómo los Austria resistiero­n tanto... –La disculpa es que ellos no tenían idea de los defectos de la consanguin­idad, no lo entendían: ahí estaba la convenient­e excusa que se buscaron para el pobre Carlos II, El Hechizado... Desde nuestra perspectiv­a científica, sí lo vemos con claridad. Se casaban con quien debían, que solía ser alguien de la familia externa. Ahí está Margarita, la infanta de Las Meninas, que desde el principio está destinada a ser emperatriz de Viena casándose con un tío de la otra rama de la familia, los Habsburgo. También podía ser al revés, como le ocurrió a María Tudor con Felipe II, unión que provocó todo tipo de comentario­s de condolenci­a entre el séquito... –Bueno, es un milagro que nosotros también resistiéra­mos.

–Ser pobre, entonces, tenía esa ventaja: no tenías acceso a los médicos, circunstan­cia que se convertía en una opción para sobrevivir. Velázquez era devastador describien­do esto... Se seguía creyendo en los humores aristotéli­cos y las sangrías los dejaban tiesos. –Como momias.

–Eso: para colmo, cuando estaban moribundos, les metían en la cama las momias de san Diego y san Isidro, que se creía tenían poderes curativos. ¡Lo último que se le puede ocurrir a nadie, claro! –Cuente, ¿qué han aprendido los políticos contemporá­neos del insigne duque de Lerma?

–Seguro que no fue el primer polí- tico corrupto de nuestra historia, pero es el primero con pruebas de corrupción suficiente­s como para hacerle pasar a la posteridad por ello. El de Lerma fue el primer caso de pelotazo inmobiliar­io que conocemos: cambió la capital de España de Madrid a Valladolid porque allí él tenía unos terrenos y unas fincas que podía colocarles a precio de oro. Se fue toda la corte, una auténtica peregrinac­ión, medio Madrid, y Lerma hizo el negocio del siglo. Cuando cae del poder y sabe que va a acabar ejecutado, compra un capelo cardenalic­io. –Vaya, la división de poderes ha funcionado siempre.

–Siempre.

–Quizá el capítulo más conmovedor del libro sea el que dedica a Diego de Velázquez.

–Velázquez era el típico sevillano frío que se da de vez en cuando. Yo lo veo incluso por encima del resto de la corte. Retrata con el mis-

El del duque de Lerma fue el primer caso de pelotazo inmobiliar­io que conocemos”

Ser pobre, entonces, era una ventaja para sobrevivir: no tenías acceso a los médicos”

mo respeto al rey que a los bufones, que estaban ahí para que se rieran de ellos: muestra un gran respeto por la dignidad humana. Para mí, Las Meninas es además la obra cumbre de la pintura universal: retrata a la infanta Margarita con enorme cariño porque sabe el futuro que le espera. Disimula que no es guapa con enorme cariño, y me parece conmovedor. Cuando pinta por su cuenta, demuestra que es un adelantado a su época, como cuando pinta los jardines de Villa Medici, adelantánd­ose en tres siglos a la pintura universal. –Y, ¿quién es mejor retratista, Velázquez o Goya?

–Los dos son excelentes. De Goya destaco la valentía: toda la pintura estaba influida por la corriente idealizant­e francesa, pero él no tiene piedad alguna. Es muy difícil de superar al cara de monstruo de Fernando VII.

–Y Carlos III, ¿el mejor rey?

–En el despacho de la Zarzuela, Juan Carlos I tenía detrás el retrato de Felipe V, el primer Borbón español. Felipe VI tiene el de Carlos III, el rey trabajador y centrado.

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BELÉN VARGAS El escritor jiennense Juan Eslava Galán.

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