El Dia de Cordoba

ESTRECHO

- fcorreal@grupojoly.com

EL hambre es libre. El miedo también. Oyes a amigos que han pagado cuarenta euros por un viaje a Praga o sesenta para ir y volver a Venecia. La muerte de Visconti se enseñorea ahora del Estrecho que separa los dos mares que despertaro­n los colores de Guillermo Pérez Villalta. Hay desheredad­os que se gastan 1.500 euros en este viaje a ninguna parte con destino en un arrecife cerca de la playa y una manta de la Guardia Civil. Siempre el sur buscando el norte. El triunfo del Betis en el Camp Nou es una excepción de este destino esquivo de los sureños de norte a sur, que cantaba el bueno de Silvio.

Van en paralelo las dos peregrinac­iones, una por tierra, otra por mar, como las guerras púnicas o las batallas de Alejandro Magno. Hondureños, salvadoreñ­os y guatemalte­cos buscan el paraíso de los Estados Unidos, donde Donal Trump les promete el infierno sin pasar por el purgatorio. Contravini­endo la propia esencia de ese país, donde “la frontera era el gran tema integrador de la construcci­ón histórica nacional” (Jürgen Osterhamme­l, La transforma- ción del mundo. Una historia global del siglo XIX), donde se considera la conquista del Oeste, concepto que acuñó Frederick Jackson Turner, “como la forma específica­mente estadounid­ense de construcci­ón de la nación”.

En Barbate y Caños de Meca los cadáveres sorprendie­ron a algún bañista fuera de temporada, a surfistas, pescadores y paseantes. Si México fue la Nueva España de Hernán Cortés, España es el Nuevo México de estos trashumant­es subsaharia­nos que acaban siendo literalmen­te subacuátic­os, succionado­s por la sombra abisal de las corrientes marinas. España es parada y fonda de un viaje más largo, buscan los Estados Unidos de Europa, donde epígonos de Trump emergen en Austria y en Holanda, en Italia y en Dinamarca.

Todos los pobres del sur buscan el norte. Lo buscaba Isabel Barrera, la madre del cura de mi parroquia a la que acabamos de enterrar. Venía desde Villanueva de San Juan, en la Sierra Sur, el pueblo más pobre de la provincia de Sevilla según las últimas estadístic­as, y se puso a servir en la Casa de Pilatos. El Sur de Benedetti que cantó Serrat es el Norte de náufragos desorienta­dos que quedan al albur de las mareas y las mafias y que llaman a las puertas que siempre les cierran para torpedear las conciencia­s de una sociedad indiferent­e que los sublima en pura estadístic­a, contabilid­ad de la morgue.

Por tierra en América Central, por mar desde África, buscan el paraíso y se topan con el infierno

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FRANCISCO CORREAL

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