“Los cordobeses carecen de un proyecto común de ciudad o no lo encuentran”
Ha cumplido los 78, pero se mantiene activo, sobre todo en el plano físico, ya que su pasión por la bicicleta permanece intacta pese “a mis problemas de vista”. Hasta el punto de que asegura que la bici “es una más de la familia”. Ejerce de tertuliano al menos una vez en semana con “gente de mi generación”, donde “arreglamos el mundo, pero a las pocas horas vemos que nos lo han vuelto a deshacer”, asegura. No suele faltar a los encuentros con ex senadores andaluces y se siente especialmente orgulloso de “ejercer de abuelo, pero algo cascarrabias, según dicen ellos” [en referencia a su familia]. De lo poco que echa de menos de otros tiempos es la docencia, si bien mata ese gusanillo con sus nietos. Ha sido una voz autorizada en el PSOE cordobés durante años y si bien asegura antes de la entrevista que “voy a hablar poco de política”, no rehuye hablar de su partido y de la actualidad.
–¿A qué se dedica ahora? –Siempre que he cerrado una etapa he abierto otra sin mirar atrás. Y cuando me jubilé en septiembre de 2010 al cumplir los 70, a pesar de que en el Ministerio decían que había opciones para seguir, dije que había cumplido con lo marcado y que ya no iba a seguir quitando tiempo a mi familia. Lo único que no he olvidado es mi etapa como docente, siempre la he tenido presente y ahora me desquito como puedo con mi nieto. Bueno, de la bicicleta tampoco, que forma parte de mi agenda. Además formo parte de alguna tertulia en la que arreglamos el mundo los lunes, pero el martes está otra vez igual.
–¿Y cómo está Córdoba?
–Es una ciudad magnífica para vivir los jubilados. [Ríe]
–Punto y final.
–No hombre. Se lo digo porque vivimos muy bien. Mire, yo me encontré hace poco con un representante del movimiento ciudadano de mi época y le escuché las mismas cosas de siempre. Y le pregunte: ¿oye, por aquí el tiempo no pasa? Porque yo me veo más viejo y con más achaques y al escucharte parece que hemos vuelto veinte años atrás. Porque volvíamos a hablar del centro logístico, del aeropuerto, casi de las mismas cosas. Y eso quiere decir que la ciudad no ha andado en el sentido en el que nosotros creíamos o que lo ha hecho por otros senderos. O ha sido eso o es que realmente no se ha movido. Yo creo que los cordobeses carecen de un proyecto común de ciudad o no lo encuentran. Cada grupo, cada colectivo, tiene el suyo, pero no hay uno común que los lleve a caminar juntos.
–¿No lo encuentran?
–Pues no. Falta que digamos por qué queremos apostar. Vas a Cádiz y ves que han apostado por el Carnaval, pero lo hace todo Cádiz. En Sevilla puedes decir lo mismo de la Semana Santa, pero lo hace toda Sevilla. Y aquí no, no lo hacemos. –¿Y por qué ocurre eso?
–Porque yo creo que Córdoba se estructura y vertebra en barrios. Cada barrio tiene su modelo, el que le gustaría y, al final, Córdoba, que yo creo que no ejerce como centralidad en la provincia, tampoco ejerce esa centralidad sobre los barrios. Cuando llega la hora de un proyecto común se dan la espalda unas zonas a otras, no son capaces de entenderse e incluso a veces se convierten en enemigos. –Por lo que me dice, eso es algo que supera incluso a la política y a la gestión.
–Es un problema de ciudad, sociológico. Yo estuve ocho años en el Ayuntamiento, siempre en la oposición, y en una de esas corporaciones se redactó el Plan Estratégico, algo que parecía que nos iba a despertar. Al principio la gente asistía a las reuniones, pero poco a poco se fue desentendiendo. El último caso fue el de la Capitalidad Cultural. Fue la última ocasión en la que Córdoba acogió algo como propio y que unió a todos.
–Pero aquello fracasó.
–Bueno, fue un fracaso porque no nos la dieron, pero el trabajo estaba ahí. ¿Por qué no se siguió con aquella idea independientemente de lograrlo? Yo creo que aquella fue una ocasión en la que se sumaron muchas voluntades y esfuerzos. La gente se ilusionó. Después no hay constancia, se abandona, como ocurrió con el Plan Estratégico. De todas aquellas líneas estratégicas nunca más se supo. La gente se encoge de hombros y ya está. –¿Y eso ha provocado que la clase política se acomode y tampoco sea reivindicativa?
–Los políticos no vienen del Cielo, sino de la sociedad cordobesa. Tiene todas sus virtudes y sus defectos. No son paracaidistas que vienen de otro lado, los políticos salen de aquí, de la sociedad, de su barrio, de su instituto, de su puesto de trabajo.
–Lo de que salen de un puesto de trabajo sería antes, ahora no. –También es verdad.
–Y estudios sobre la realidad de Córdoba hay muchos.
–Por eso digo que sí hay cuestiones a las que agarrarse. El último estudio es el denominado Edusi, que tiene muchas líneas estratégicas y a ver si ese consigue algo. Porque si no hay una cosa clara: la desindustralización de Córdoba es un hecho. Hemos ido perdiendo el tejido industrial poco a poco, el sector joyero permanece y va corrigiendo muchas cosas y se dice que se hace una apuesta por la agroindustria, pero yo no acabo de verla, porque el sector agroalimentario cordobés, con excepciones como Covap, es el aceite y curiosamente lo seguimos exportando a granel. Es un sector muy disperso, con pueblos con dos tres cooperativas que se gestionan con criterios escasamente empresariales.
–Ya, pero incluso con las ayudas que se han dado para concentrar cooperativas, no ha tenido éxito esa idea.
–Porque hay un sentido patrimonial de la cooperativa, de núcleos familiares muy influyentes que siguen teniendo el dominio. Se gestiona como patrimonio personal y no como una empresa. El 70% del aceite se vende a granel y es lo que tenemos.
–Hablaba antes de que Córdoba no sabe ejercer su centralidad en la provincia.
–Córdoba es una ciudad de servicios y de funcionarios. Hoy el comercio no atrae a la gente y el sistema online funciona cada vez más, por lo que los ciudadanos necesitan cada vez menos venir a la capital. Si a eso le unimos las descentralización administrativa, sanitaria y educativa, pues resulta que no hay obligación de venir. Y a