PALMA DEL RÍO
Palma del Río cuenta desde 1924 con un espacio verde por donde generaciones de palmeños han desfilado y vivido parte de sus momentos más entrañables, se trata del jardín Reina Victoria. Con casi un siglo de existencia, este decano de las zonas ajardinadas de la localidad acaba de sufrir una renovación de su estado tras siete años de intervenciones y recupera el mejor de los aspectos para que en su interior vuelvan a repetirse las vivencias de antaño.
Momentos como los que en su día protagonizaban amigos del barrio de San Francisco –situado muy cerca de este recinto– cuando usaban su imaginación, con apenas cuatro años, para convertirse en exploradores y adentrarse en aquel jardín de entonces con la simple proeza de dar rienda suelta a miles de peripecias dibujadas en su mente; eso sí, siempre bajo la supervisión de un adulto.
Eran tiempos donde no existían las tabletas electrónicas, es decir, periodos donde esos precoces aventureros cargaban sus bicicletas hasta arriba de juguetes y se dejaban llevar por el escenario que ofrecía este pulmón verde. Una odisea que culminaba en
En la remodelación, que comenzó en 2011, han trabajado más de 500 personas
aquellos columpios de metales rígidos, sin ninguna protección de goma en el suelo, nada más que el albero como forma de amortiguar las caídas. Sin olvidar la adrenalina que suponía no acabar en el suelo y evitar así la vuelta a casa con un chichón.
En 2011, comenzaron las tareas de remodelación bajo los siete programas Aepsa –antiguo PER– que se han sucedido para acondicionar temas como pavimentación, vallado, fontanería, iluminación, instalación de pérgolas, cerramiento, pintura y revestimiento. Bajo una inversión que roza el millón de euros, más de 500 personas han participado en el este plan de empleo basado en la recuperación de parterres, ajardinamiento e instalación de riego. En una de sus partes, se ha recreado la tradicional fuente mediante los elementos característicos que la configuraban en otra época como los azulejos del interior del estanque o los ladrillos vistos.
Cuando el visitante accede ahora a este enclave por el pasillo central, divisa al fondo el parque infantil de juegos de agua –antigua piscina municipal–. Tras cruzar algunas de las cancelas, puede sentarse en alguno de los quince bancos de colores que recuerdan días conmemorativos como los que se dedican cada año al alzheimer, el cáncer de mama, la paz, el deporte, la juventud o al colectivo Lgtbi, entre otros.
Entre estas calles naturales, Ana Rodríguez pasea junto a su nieta y aprecia cómo ha quedado “bastante bonito” y considera que “han hecho una labor muy bonita con los bancos y un trabajo muy apreciado”. No obstante, apunta que “ahora hay que mantenerlo tanto las personas del pueblo, como Policía Local o Medio Ambiente”, advierte. Al echar la vista al pasado, esta vecina asegura tener “unos recuerdos maravillosos” de este lugar, sobro todo cuando tenía siete años y “nos veníamos a la alberca desde por la mañana”. Incluso matiza que el actual perímetro de hierro forjado no existía sino que “todo era flor, era una rosa de picota que estaba todo el año. Una rosa chiquitilla que pinchaba, y pinchaba porque a mí me gustaba cogerla, con un tomo casi de medio metro de anchura y de altura dos metros. Todo estaba cuaja-